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ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

ACTIVIDADES ECONÓMICAS RELACIONADAS CON EL APROVECHAMIENTO DEL TINTO Y EL ODIEL (III)

ACTIVIDADES ECONÓMICAS RELACIONADAS  CON EL APROVECHAMIENTO DEL TINTO Y EL ODIEL  (III)

EL  ACECHE

Hemos dejado para el último capítulo el aspecto más particular, en lo que respecta a nuestro término, del aprovechamiento que los ríos Tinto y Odiel tuvieron durante la Edad Media y Edad Moderna, aunque en este caso debemos referirnos exclusivamente al río Tinto. Estamos hablando del aceche o acije. Con este nombre se conocía en aquel entonces a un sulfato de cobre, de hierro o de cinc, más  conocido en tiempos modernos como caparrosa.

Por su nacimiento y porque las aguas que afluían a la cuenca de este río procedían de terrenos antiguamente explotados, era en él donde se precipitaba este sulfato muy apreciado durante la Edad Media. Recordemos que el término que Zalamea administraba  entre los siglos XIII al XIX se extendía desde el río Odiel, por el Oeste, hasta la rivera del Jarrama, por el Este, por lo que el cauce del río Tinto discurría por terrenos pertenecientes a la que entonces era llamada Zalamea del Arzobispo.

En la época de la que estamos hablando, Edad Media y principios de la Edad Moderna, el acije o aceche era muy valorado por su uso tanto en medicina como en tintorería. Posiblemente en el río Tinto podrían encontrarse dos tipos de aceche, el azul que era el derivado del sulfato de cobre y el verde que era el derivado del sulfato de hierro. Aunque los documentos no lo precisan es muy probable que el más abundante fuera el azul, aunque no es descartable que se extrajera también el verde.  Ambos se precipitaban de forma sólida en los márgenes del río. El acije, según hemos podido saber, se utilizaba en época medieval para tres fines: el primero para fabricar tinta para escribir,  algo bastante escaso en el tiempo que nos ocupa; una segunda función era para tintorería, para teñir tejidos; ambas fines  le daban un alto valor en la Edad Media; y una tercera,  que respondería a su uso medicinal porque parece ser que se aplicaba como remedio en enfermedades de la piel.

Como hemos comentado más arriba, un buen  tramo del río en el que sus aguas tenían una mayor concentración de metales transcurría por el término de la  Zalamea del Arzobispo.

Pero debemos remontarnos a unos siglos antes porque ya en el  siglo X cuando Zalamea permanecía aún bajo dominio musulmán, encontramos referencias al aprovechamiento del Tinto para la obtención de la caparrosa y el alumbre, otro tipo de sulfato utilizado paja fijar los colores y darle más brillo. Varios estudios hacen referencia a autores árabes que hablan del aprovechamiento  de estos sulfatos antes del siglo XIII (mencionan a Ahmad al Razi  que describe: …E yace sobre el río Laxer, que muchos llaman río Tinto… e la tercera fuente nasce mucho acije que por eso cambian las aguas e no saben bien)

 También  hemos hallado  referencias a otros autores del  siglo XII que afirman que una de las fuentes del río es de aguas sulfúrica y que otra contenía sulfato de hierro, aceche, (Inb Galib). Un siglo después otra referencia a un autor árabe (Al Himyari) también menciona el conocimiento y el uso que los musulmanes hacían del aceche.

 Una vez reconquistado el territorio por los cristianos, como bien es sabido, Zalamea es cedida en 1279 por Alfonso X al arzobispado de Sevilla. No escapó entonces a los veedores arzobispales, siempre atentos a las riquezas de los territorios que pertenecían a su señor, el valor de estos sulfatos que aparecían  en el cauce  del río. Era tradición que el aceche recogido se reservaba íntegramente para el arzobispado. Y así se desprende de los documentos, porque  las ordenanzas municipales de 1535, que aún se conservan, dependiendo todavía Zalamea  de aquel señorío,  lo recoge en su artículo 127:

Otro sí, que cada y cuando hubiere acije en los ríos  que los alcaldes sean obligados a los mandar guardar hasta que se coja y que todos los ganados que no anden por ellos ni pasen sino por las pasadas siguientes, por la pasada del Val de las Tablas, y por  Paredes  Rubias y por encima del molino de Juan Nicolás y por el Argamasilla. Y que pasen los tales ganados acogidos. Y si fueren hallados en otra parte en los dichos ríos o no pasaren de la manera que dicha es que pague de pena por cada entrada cincuenta maravedís, la mitad para el concejo y la otra mitad para la persona que lo acusare.”

 El acije precipitado en los márgenes del río era recogido por mujeres y jóvenes expresamente enviados por el concejo en el mes de agosto, cuando el caudal del río estaba en su nivel más bajo y por tanto su extracción era más fácil. No deja de ser llamativo que este cometido lo realizaran sólo mujeres y niños, pero podría explicarse porque su producción no repercutía directamente sobre la economía de la villa  y los hombres no debían abandonar sus ocupaciones habituales para este menester. Por otro lado, los datos acerca de la forma de recogerlo y de la reglamentación acerca de los lugares de paso de ganado, así como las penas que se aplicaban a las infracciones, apuntan a que el aceche era algo muy valorado por  el señor feudal, el arzobispo, y que había que guardarlo celosamente

En el mismo sentido lo señala  la crónica del clérigo Diego Delgado, que recorrió el término de Zalamea en 1556, cuando aún Zalamea pertenecía al arzobispado, aunque estaba ya próxima su emancipación. Este clérigo describe en su narración:

 “y ansí todas las orillas de este río están llenas de aceche…” “ …son obligados los concejos de enviar sus cuadrillas de mujeres y mozas e mozos en todo el mes de agosto  a coger este aceche y con este aceche pagan al Arzobispo de Sevilla ciertos tributos, de los cuales ellos están obligados, los concejos y otras personas no lo pueden coger en ningún tiempo, `porque es suyo, del Arzobispo, so pena de graves penas…”

Una vez emancipado del señorío arzobispal, en 1592, en un proceso largo en la que Zalamea se convierte en una villa real, no hemos encontrado referencia de la explotación del acije en los años posteriores a esa fecha, aunque nos extrañaría que su extracción se detuviera de repente. Puede que en el régimen económico surgido de la Carta de Privilegios otorgada por Felipe II en junio de aquel año, el propio concejo se ocupara de extraerlo y comerciarlo, o bien puede que el rey o el propio arzobispo, que sabemos siguió manteniendo ciertos derechos, siguiera reservándose la producción. Dado su valor nos inclinaríamos por esto último.

Parece ser que a partir del siglo XVIII el aprovechamiento en general del  acije decayó mucho y con el tiempo, la explotación intensiva de las minas y el uso de otros productos para la obtención de tintes  hizo desaparecer esta actividad que durante la Edad Media, como hemos visto, alcanzó bastante importancia.

Manuel Domínguez Cornejo          Antonio Domínguez Pérez de León

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