Blogia
ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

Prehistoria

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (II)

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (II)

Cuando el megalitismo irrumpe en Zalamea, los dos focos en que se originan este fenómeno¸ ya han tenido sus contactos y se han influido mutuamente, nos estamos refiriendo al occidental, fachada atlantica  y al oriental, Mediterráneo, no obstante, por razones de proximidad geográfica, las primeras ideas nos llegarían de occidente, Algarve y Alentejo portugués, que darían origen a los primeros sepulcros de galería de los que se extrae un ajuar marcadamente neolitizante. Posteriormente nos llegaría las primeras influencias orientales ( Almería) y los primeros contactos con pueblos que conocen la metalurgia y que nos introducirían en el calcolítico. No olvidemos que nos encontramos en el tercer milenio a.C. y que en el resto del Oriente peninsular se hallan inmersos en el calcolítico Pleno. Ante este panorama cabe preguntarse por qué estas dos culturas nos llegan en un tiempo relativamente simultáneos cuando originalmente existe una notable diferencia cronológica entre ambas. La respuesta puede estar en que mientras  la difusión desde Occidente es más lenta por el tipo de economía, agrícola-ganadera, desde oriente la difusión es más rápida ya que el conocimiento de la metalurgia le lleva a buscar más rápidamente  las fuentes de extracción allí donde ésta se encuentre. Como consecuencia de lo que acabamos de exponer está adquiriendo cada vez más relieve la tesis autónoma occidentalista  en relación con las técnicas constructivas y la forma de los megalitos en nuestra zona. Esta tesis nos refiere, en lo que respecta al megalitismo, el desarrollo de un fenómeno dolménico con unas característica propias y bien diferenciadas, representadas por un tipo de construcción adintelada  de ascendencia neolítica, claramente autóctona y occidental, propias de comunidades ganaderas y trashumantes del Andévalo, y por otro lado los monumentos de falsa cúpula de mampostería pertenecientes al bronce inicial, obra de grupos asentados en zonas más ricas, de acuerdo con el calendario de sus constructores, conocedores de nuevas técnicas para la extracción y elaboración del metal.

Dicho esto, podemos diferenciar tres etapas en la dinámica de construcción de los dólmenes. Estas son:

      -Una primera fase de transición o de formación, donde se aprecian la existencia de un sustrato neolítico íntimamente ligado al desarrollo posterior de la Edad del Cobre y que se refleja en materiales neolíticos, propios de pastores como pudieran ser: microlitos, azuelas cilíndricas, etc.

    -Una segunda fase que implica la Edad de Cobre propiamente dicha, formada con materiales de “facies” oeste europeas característica de los primeros agricultores.

 -Una tercera fase que correspondería a la última etapa de la edad del  Cobre, donde tradiciones se entremezclan con comportamientos vanguardistas con materiales procedentes de las culturas adelantadas de la metalurgia.

     Aunando todas la etapas que han arrojado yacimientos megalíticos en nuestro pueblo, desde aquellas en las que se denota una marcada tradición neolítica hasta estas otras que se enmarcan en el Bronce, encontramos cinco tipos de monumentos funerarios

 a)Pequeños dólmenes de galería, en los que no existen diferenciación entre el corredor y la cámara única de que consta.

b)Dólmenes de galería y cámara única dotadas de sostenes centrales para las piedras de cubierta

c)Dólmenes de galería en los que a la cámara inicial se le ha añadido otras laterales.

d)Sepulcros de falsa cúpula construidos con ortostatos verticales tanto en el corredor como en la cámara

e)Cistas ortoédricas construidas con grande losas.

En los próximos artículos nos extenderemos sobre todos ellos. 

 

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL

Antes de entrar en profundidad en el estudio del megalitismo  es necesario aclarar que no se trata de una etapa histórica propiamente dicha sino de un fenómeno cultural que se origina a finales del neolítico y se prolonga durante el calcolítico, siendo común a diferentes grupo poblacionales y aún de distintas culturas. Así pues, aunque como vemos puede datarse cronológicamente, ésta se encuentra relativizada por la situación geográfica, económica y cultural que hace uso de estos enterramientos.

El megalitismo viene definido, casi exclusivamente, por el uso de grandes piedras (mega= grande, litos= piedra) a la construcción de sus monumentos funerario colectivos aunque se encuadran dentro de él los sepulcros de falsa cúpula levantados con mampostería en seco, son los enterramientos que vienen a llamarse comúnmente “dólmenes”. Dejamos para más adelante el estudio de las creencias y ritos que acompañan a este tipo enterramiento.

El origen del megalitismo se remonta, como hemos dicho, a finales del Neolítico. Los últimos hallazgos estudiados en el Alentejo portugués por medio del método del Carbono XIV, así como los ya conocidos en el oeste   de Europa, apuntan que el inicio de este fenómeno se produce en la fachada atlántica europea, sin poder definir con exactitud que región fue la primera en emplear este tipo de enterramientos que después se extenderían hacia el interior del continente. Posteriormente encontramos otros focos en el Este de Europa (Mar Egeo) que va a irradiar su influencia por todo el litoral mediterráneo, llegando hasta la Península. En tanto que en los primeros se localizan construcciones ortoédricas con grandes piedras o losas, tanto verticales en el perímetro como horizontales en la cubierta, en la segunda encontramos un dolmen de corredor culminando su cámara con una falsa cúpula, manteniendo ambos tipos, que luego se influirán mutuamente, un factor común, el tratarse de monumentos funerarios colectivos. La extensión de este fenómeno cultural llega hasta el suroeste peninsular, evidenciándose por el tipo de construcción una mayor influencia occidental. Tal circunstancia se produce con lentitud, existiendo, pues, una estimable diferencia cronológica con aquellos, aunque el momento cultural en la cronología local es similar al de aquellos lugares en que se origina.  

 Ya introducidos en el megalitismo en general, encontramos unos elementos que son los que van a definir los tres tipos de dólmenes en los que puede concretarse este fenómeno cultural aunque, como veremos, estos tres van luego a diversificarse en una enorme cantidad de variedades, las cuales recoge Cabrero García en 1.988 en una exhaustiva catalogación de los diferentes subtipos  de sepulcros que pueden encontrarse.  Estos tres tipos serían:

A.Grandes cistas o cajas de enormes lajas tanto en su perímetro como en su cubierta.

B.Sepulcros de corredor y una cámara bien diferenciada del pasillo de acceso.

C.Sepulcros de galería en los que el corredor y la cámara son todo una sin límete        definido. Ya en la península, el fenómeno megalítico se extiende, como hemos dicho, profundamente por el sur, donde surgen poderosas culturas que van a imprimir a este tipo de construcción un sello muy particular, (Cueva de la Menga, El Romeral, Matarrubillas, Soto, etc.)

 La provincia de Huelva, por su situación dentro del suroeste peninsular, va ser el solar sobre el que va a originarse, con gran profusión, el fenómeno dolménico con unas especiales características que lo van a dotar de unas señas de identidad propias y bien diferenciadas.

 Hallamos en Huelva dos fases en el proceso de construcción de dólmenes que son las que van a dar orígenes a los distintos tipos que posteriormente vamos a encontrar. Una primera de “facies” claramente neolítica, por lo que se desprende tanto del tipo de construcción como del ajuar encontrado, de economía agrícola-ganadera con preeminencia pastoril, relegando la agricultura al papel de soporte energético en el que los monumentos funerarios son de galería en los que se utiliza ortostatos tanto en el perímetro como en la cubierta con un  ajuar compuesto por hachas de sección circular u oval de esquistos sin grabados y una segunda “facies” calcolítica en al que podemos encontrar sepulcros de falsa cúpula en el que el ajuar encontrado incluye puntas de flecha, de lados rectos o curvos y base cóncava, retocadas en sus márgenes, así como microlitos y cuchillos con retoques marginales, cuentas de collar e ídolos de tipo almeriense y pequeños colgantes de piedras verdes. Entre los de la primera fase está el dolmen nº 10 de Los Rubios y el dolmen de Soto, y entre los de la segunda fase hallamos el tholo de La Zarcita. Entre ambas fases y como nexo de unión entre ellas encontraremos numerosas hibridaciones y variaciones.

LOS GRABADOS RUPESTRES DE LOS AULAGARES

LOS GRABADOS RUPESTRES DE LOS AULAGARES

Existe un lugar en Zalamea, muy cerca del pueblo, que guarda un tesoro arqueológico de gran valor cuya finalidad aún no ha podido ser desvelada con certeza. Se trata de unas formas circulares grabadas en las superficies de dos grandes grupos de piedras. Las razones que impulsaron a aquellos antepasados nuestros que habitaron esta zona hace más de 3.500 años a grabar unos extraños símbolos en las piedras permanecen en el terreno de las conjeturas y su significado sigue siendo aún un misterio

 Constituyen uno de los complejos arqueológicos  de más interés de la provincia y arrojan  algo de luz  sobre unas manifestaciones culturales de la Edad del Bronce.

 Situados en la finca denominada Los Aulagares, a un km aproximadamente al suroeste de Zalamea, comprenden dos núcleos que ocupan a la vez dos pequeños cerros distanciados entre sí unos 200 metros, en los que afloran rocas de riolitas sobre las que estan realizados los grabados.

 El primero de ellos es una roca de superficie plana, casi horizontal, sobre la que se han realizado el grupo más numeroso. Se trata de 45 círculos de formas y dibujos variados, generalmente circunferencias concéntricas o radiadas de diferentes tamaños, algunas con puntos en sus diversas secciones. La figura principal llega a tener hasta 25 cm de diámetro

 En el otro núcleo, situado en un cerro de mayor altura que el anterior, los grabados se encuentran más dispersos, posiblemente debido a derrumbamientos o movimientos de las piedras, quizá por causas naturales. Pudiéndose distinguir dos agrupaciones que es probable que en su origen estuviesen juntas. En total son 13 figuras (12 prehistóricas y 1 paleocristiana) Aunque los grabados son menos numerosos sin embargo son más ricos en lo que a símbolos se refieren, predominando igualmente las figuras circulares concéntricas o radiadas  aunque en esta ocasión aparece también una que parece representar los ojos de una lechuza  y otra de forma cruciforme que no se corresponde con la época del resto, siendo datada, como dijimos antes, en un periodo paleocristiano (siglo V d. C.)

 No son únicos estos grabados en la península siendo relativamente frecuentes en la fachada atlántica ibérica (Laxe Ferrada. Monte Farelo, Estela de Oles en Villaviciosa, Lanhelas en Portugal) lo que refleja la influencia de una cultura que debió extenderse por todo el oeste peninsular desde Galicia hasta Andalucía occidental. Según los expertos su origen se remonta al arte esquemático megalítico.

 La interpretación más común que se le otorga en los estudios que sobre ellos se han publicado es la de carácter religioso, cosa frecuente en las manifestaciones artísticas prehistóricas. Pudo tratarse probablemente de un lugar sagrado que los pobladores de la zona tuvieran para realizar determinados ritos que se manifestaban en la grabación en las rocas de estos símbolos, no descartándose que pudiera tener también una determinada significación astronómica en la medida que esta estuviera relacionada con su religión y su vida social y económica, pero como dijimos al principio su significado está aún por desvelar.

El lugar pudo ser una especie de santuario en el  que los habitantes de la zona se reunían en determinadas épocas  para pedir protección y prosperidad para campos, animales y personas. Los escritores clásicos como Estrabón y Ptolomeo hacen alusión a este tipo de lugares sagrados como centros de culto a divinidades astronómicas recalcando que no son costumbres fenicias ni griegas sino propias de los indígenas.

 El estudio comparativo de estos grabados, así como de la patina que los recubre, ha establecido su cronología entre el 1.800 y 1.500 antes de Cristo, durante la Edad del Bronce.

 En lo que se refiere a la cruz paleocristiana que hallamos entre los grabados es el único testimonio que encontramos en Zalamea  del proceso de cristianización primitiva. Posiblemente el cristianismo conviviera en nuestro pueblo con otros ritos paganos indígenas e hispanorromanos en el siglo V durante un largo periodo de tiempo al final de la decadencia del imperio y comienzo de dominio visigodo. Con toda probabilidad los primeros cristianos zalameños utilizaron un lugar de alto valor simbólico para grabar en él lo que sería el signo de su nueva religión.

 Pero 2000 años antes que estos primeros cristianos, otros pobladores habían dejado ya sobre esas mismas  rocas las figuras de las que hemos hablado y que aún los expertos se afanan en interpretar.

Manuel Domínguez Cornejo        Antonio Domínguez Pérez de León

EL PUEBLO QUE CONSTRUYÓ LOS DÓLMENES DE EL POZUELO

EL PUEBLO QUE CONSTRUYÓ LOS DÓLMENES DE EL POZUELO

Cuando alguien visita los dólmenes de El Pozuelo le vienen a la cabeza una serie de preguntas:

¿Cómo vivían los pueblos que construían este tipo de sepulcros?

¿Cuál era su organización social?

¿Qué creencias le llevó a realizar tales manifestaciones funerarias?

Por lo que podemos deducir de los estudiado hasta hoy, estamos asistiendo al primer gran cambio en la estructura de la prehistoria en nuestra zona.

A finales del neolítico, la religión y los rituales religiosos, entre los que ocupa un destacado lugar los funerarios, toman relevancia como un factor fundamental en la organización y estructura social de aquellos pobladores de nuestro territorio. Nos encontramos, por primera vez en nuestra historia con un monumento funerario cuya significación va mas allá de esa función, un lugar entorno al cual se concentran una serie de manifestaciones religiosas que lo convierten  en un símbolo emblemático para la comunidad que los construye.

Su finalidad no es exclusivamente funeraria, se trata de un monumento religioso en el que la inhumación es un elemento más de las creencias que llevaron a sus constructores a levantarlo. Por establecer una comparación, encontramos un paralelo, salvando las distancias y con las diferencias lógicas que establece el tiempo y las distintas creencias, en nuestras iglesias y ermitas de la Edad Media y Moderna  en las que además de  ser lugares en los que se rinde culto a Dios o a los Santos y se celebran ceremonias religiosas, se entierran en su interior los cadáveres de los creyentes. T

Todo ello implica que estar creencias vienen a determinar en gran manera su vida y su organización social.

Por otra parte, para hacerlos perecederos hay que levantarlos con elementos perdurables y por lo tanto hay que recurrir al material que, de todos lo que se disponen en ese momento, es el más resistente al paso del tiempo, la piedra. A medida que aumenta la población y se hace más compleja su sociedad, se agranda, consecuentemente, el monumento; el estudio del ritual viene a corroborar lo expuesto anteriormente y nos acerca más a la forma de interpretar la religión por parte de estos pobladores.

Aunque en estos yacimientos, los restos óseos que se han recuperado, por el estudio de otros sepulcros similares a los nuestros, done sí se han encontrado restos abundantes, se deduce que estos se colocarían por todo el sepulcro, directamente sobre el Suelo, situándolos junto a las paredes y guardando una posición similar o variada; así mientras en algunos sepulcros se les pone sentados en cuclillas con la espalda apoyada en el ortostato, en otros se le coloca en decúbito supino y en orientación transversal respecto al eje del sepulcro. La posición de sentado en cuclillas, es bastante frecuente en los sepulcros megalíticos y de otro tipo coetáneos a ellos, Solían ocupar poco espacio, pareciendo haber sido atado previamente y algunos de ellos se calzaban con piedras para que mantuvieran el equilibrio. En otro orden de cosas, sabemos que en los sepulcro se enterraban juntos a los niños y a los adultos, así como a mujeres y hombres.

Cuestión importante dentro del ritual funerario es la colocación de los ajuares. Es frecuente encontrar en ellos, depositados como ofrendas, huesos de animales que bien podían ser restos de comida o trofeos de caza con el fin de que acompañasen al difunto en la vida de ultratumba. Los ajuares cuando no se trataban de osarios, se les ponían individualmente a cada uno de los enterrados, colocando junto a él, cerca de la cabecera o sobre las piernas si estaban sentados.

La aparición entre el ajuar funerario de ídolos placas y de ídolos almerienses vienen a certificar  sus profundas creencias religiosas y a dar sentido al carácter escatológico del enterramiento. El hallazgo en el exterior del dolmen de ídolos y restos de cerámica, algunas de ellas intactas, y que por su posición no cabe relacionarlas con el ajuar del enterramiento apoya la teoría de que en torno al monumento debieron llevarse a cabo algún tipo de ceremonia ajena al ritual funerario, aunque es lógico pensar que el carácter religioso y sepulcral son indisolubles.

Otro aspecto que viene a apoyar el carácter religioso del monumento megalítico es la orientación del mismo, que por regla general obedece a unas pautas que vendrían determinadas por sus creencias, es decir, la orientación no es casual sino que responde  a una poderos razón de ser relacionada con su religión. Por lo común están orientadas de E a O,  con la entrada hacia levante, con las variaciones lógicas que impondría la orografía de terreno y la época del año en que se iniciara su construcción. Nuestras iglesias y ermitas, recurriendo de nuevo a la comparación antes mencionada, eran construidas hasta hace bien poco siguiendo igualmente, unjas normas de orientación tambien de E a O, pero en este caso con la entrada hasta poniente; Así mismo, las mezquitas musulmanas están orientadas hacia la Meca.

Paralelamente al carácter esencialmente religioso del monumento, hemos de mencionar que recientemente se están barajando hipotesis de que el conjunto de monumentos megalíticos de una zona también tuviesen un valor significativo de posesión por un clan o tribu que le sirviese como marca territorial. De hecho es el único elemento, ya que el poblado pudiera no tener un carácter estable, que permanece inalterable y demuestra que el territorio viene siendo ocupado por distintas generaciones de una misma tribu oclan.

Después de todo lo dicho anteriormente procede abordar como era la organización social de estos pueblos, tarea nada fácil y que, en todo caso se mueve en el terreno de la hipótesis.

Aunque recientemente hemos detectado dos emplazamientos, circunvalado  uno de ellos de paredes, éste en las cercanías de la mina de Chinflón  y otro en el lugar conocido como  “Las Perulas” que muestran en superficie  restos de cerámicas y que  bien pudieran tratarse de poblados semifortificados cuyo estudio y excavación si confirmara esa eventualidad, podrían arrojar alguna luz sobre muchas de las oscuridades que aún proyecta la cultura dolménica de El Pozuelo, ya que hasta ahora los únicos elementos de los que podemos deducir nuestras conclusiones son el espacio de habitabilidad, la ubicación y disposición de los enterramientos, el propio monumento megalítico y el ajuar.

Basándonos en estos elementos y con suma cautela podemos deducir que probablemente se tratara de grupos poblacionales dispersos que ocupan y aprovechan zonas fértiles, que en el caso del Pozuelo, estarían situadas al norte y oeste de los enterramientos. Es difícil establecer la relación que pudiera existir entre estos grupos poblacionales, que a su vez estarían divididos en clanes familiares. Estos clanes familiares estarían sujetos a una unidad superior en la que uno de los elementes o factor común, sería el culto religioso o funerario.

No sería muy aventurado concluir en que cada grupo dispondría de un lugar, que podemos denominar sagrado en el que construyen sus monumentos funerarios lugar que se constituye como marca territorial  e identificativa de dicho grupo. En él es muy posible que cada dolmen correspondiese a un clan determinado. El número de ellos estaría, pues, en relación directa con la densidad de  cada grupo poblacional. Así el número de clanes que lo componen determina el número de dólmenes y el de personas que lo forman . Por ejemplo, en el área del Pozuelo, observando la disposición de los distintos grupos de población, habría uno que utilizaría como zona de culto y lugar de enterramiento la que está al este de Chinflón (Dólmenes 1,2,3, y 4), otro en torno al cabezo del Chivito (dólmenes, 5,6,7,8, y 9) y un tercero en los Lomeritos ( 11 y 12)

Igualmente la economía de estos grupo en general , y de los clanes en particular, se basaría en una agricultura de subsistencia y en una ganadería pastoril que quizá tuviese  mayor relevancia, aprovechando las especies autóctonas, como podrían ser: el cerdo y las cabras principalmente. Así mismo, la caza y la recolección de frutos silvestres ocuparía un papel destacado. Hay otro elemento más que no debemos olvidar. Se trata de la minería, que tendría un papel significativo, No tanto porque las actividades mineras se incorporaran como aspecto fundamental de su economía sino por las implicaciones sociales y culturales que conlleva

Probablemente el clan no ocuparía de manera permanente un lugar, sino que realizaría periódicos desplazamientos, que si bien eran limitados, vendrían impuestos por el agotamiento de los recursos de los lugares que habitaban. Dentro de cada clan se infiere una organización social en la que uno de sus miembros ostentaría una jefatura sobre el resto, como se desprende de hallazgo de algunos objetos del ajuar ( báculo del dolmen nº 4) que refleja una distinción entre las personas enterradas, denotando una posición preeminente; así mismo es probable, que en el clan hubiera personas, dentro de su organizan social básica, que realizasen funciones especificas y el algunos casos exclusivas, para cubrir algunas necesidades de sus miembros, De igual forma dado que el principal nexo de unión de los distintos clanes que integran un grupo poblacional son los cultos religiosos y funerarios, dentro de él, e independientemente de clan al que perteneciese, existía una figura que ostentaría una especie de liderazgo religioso común a todos ellos. En determinados momentos, claves para la vida de estos grupo, los clanes se aglutinarían en torno a esta figura, como podría ser algún tipo de manifestación religiosa o cultural o para la construcción de un nuevo dolmen en la que sería preciso la intervención de todos los miembros válidos. No es de descartar que e clan al que perteneciese esta figura dispusiera de una posición preponderante respecto a los demás.

Manuel Domínguez Cornejo           Antonio Domínguez Pérez de León