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ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

LA MUJER EN LAS HERMANDADES RELIGIOSAS DE ZALAMEA

LA MUJER EN LAS HERMANDADES RELIGIOSAS DE ZALAMEA

No es necesario explicar que antes del siglo XX la mujer ha estado relegada a un papel secundario y subordinado, cuando no completamente anónimo en sus funciones públicas en la sociedad, especialmente si esa función era de carácter político o religioso. No obstante, algunas mujeres tuvieron un papel fundamental en las actividades que realizaron estas hermandades,  pero su protagonismo quedaba oculto por la preponderancia que el hombre ejercía en todas ellas, Sin embargo, aunque tímidamente, entre los textos de los documentos, se atisba que algunas féminas fueron más allá del papel que le asignaban la convenciones sociales. Así hemos podido comprobar que algunas de ellas desempeñaron una función relevante en las hermandades y cofradías de aquel tiempo, como se desprende de las reglas y actas de reuniones.


     Empecemos por la hermandad de San Vicente.. Nos encontramos en plena Edad Media donde las mujeres estaban sometidas a la autoridad de los varones. Las antiguas reglas de 1425 son un buen reflejo de ello. En el apartado de donaciones, cuando se habla del día de la fiesta de la hermandad en la que se debe cocer la carne de las vacas destinada a este fin en dos calderos que regala Bartolomé Rodríguez Pastor de Ureña se menciona que debe ser con la condición de que en ella “no debe haber mujer ni regocijo alguno” y en los donativos del capítulo tres, al hablar de la caridad que se debe dar a los que vinieren a rogar por lo difuntos, se habla de hombres y niños, excluyendo a las mujeres. Sin embargo en estas reglas, entre los personajes que aparecen realizando fuertes donaciones aparece de una manera destacada Catalina González, que donó  ”las casas y el hospital de los hermanos de la cofradía de nuestro Señor San Vicente”.  Puede que se trate de una de las donaciones de más valor que se hicieron. Tengamos en cuenta que el hospital es el local donde solían reunir los hermanos y donde se acogían a enfermos  e indigentes tanto locales como venidos de fuera. Era una de las propiedades más significativa de cualquier hermandad o cofradía. Debió ser una mujer de marcada influencia en la villa. Nos la podemos imaginar haciéndose notar entre tantos hombres y haciendo valer su determinación de figurar entre las personas que quedarían señaladas para siempre en la historia de la hermandad. ¡Y todo esto en 1425!


Poco más de  140 años más tarde, la hermandad de la Veza Cruz, germen de nuestra actual Semana Santa, en 1580,  recoge en sus reglas de una manera más expresa, probablemente demandado por ellas, la participación de hermanas en esta institución, concretamente en el capítulo 5 de sus reglas se establece “ordenamos y tenemos por bien que reciban en esta hermandad cofradas” aunque señalando que el hermano mayor y diputados procurarían saber sin son personas “honestas y recogidas” y, respondiendo a las costumbres de la época, en ese mismo capítulo, se refleja que tenían impedimentos por ser casadas o estar sujetas a otra persona y que por tanto pagarían la “excusa” de 10 maravedís cada año. Por lo demás se decide que pueden tener las mismas obligaciones que el resto y si está casada con un hermano de la cofradía deberá pagar dos reales, más medio real para cera y diez maravedís de “excusa”. Si el marido no fuera hermano, la cofradía sólo estaría obligada a enterrarla a ella, pero no a su marido ni a sus hijos. Ténganse en cuenta que en Zalamea las hermandades y cofradías entre los siglos XV y XIX realizaban una labor similar a la que hoy hacen las entidades funerarias, encargándose de proporcionar un entierro digno a los difuntos que eran hermanos y a sus familiares, con lo que muchas personas entraban a formar parte de ellas para asegurarse de que sus restos recibieran una honrosa sepultura.


La hermandad del Santísimo Sacramento de El Villar, constituida en 1590, registra también algunos avances en el papel de la mujer y así en el capítulo siete se dispone que se puedan recibir como hermanas a mujeres “así viudas, como casadas o doncellas” estableciendo que deberán pagar igual que los hombres, 50 maravedís. La curiosidad que aporta esta hermandad está en que en el leguaje utilizado en algunos capítulos hace mención diferenciada entre ambos sexos. Así, en los capítulos  8 y 10, se habla de “cofrades y cofradas” y en el capítulo 18 se habla de “hermanos y hermanas” con intención de explicar que las obligaciones son iguales para ambos
Curiosamente en el siglo XVIII parece que se produce una regresión en el papel que las mujeres desempeñaron en estas hermandades y no es hasta el 28 de marzo de 1874 cuando en el libro de  acuerdos de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, refundada en 1865, se produce la admisión de una mujer, María Josefa  Zarza, como hermana de esta cofradía, que lo solicitó después del fallecimiento de su marido, don Cornelio Gómez, que era hermano antes de fallecer, aunque señalando que tenía que ser “sin voz ni voto”.


A lo largo del siglo XX la mujer va a ir adquiriendo derechos en las hermandades de Penitencia y de San Vicente, aunque en aquella no se le permitió la participación en los desfiles procesionales vestidas de Nazareno hasta bien entrado el último tercio del siglo XX.


En el año 2003, por primera vez una mujer, curiosamente con el mismo apellido que aquella otra que fue admitida en 1874, María Dolores Zarza, desempeñó el cargo de hermana mayor de la actual hermandad de Penitencia.


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