Blogia

ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

LA VÍA ROMANA URIUM-ONUBA A SU PASO POR ZALAMEA

LA VÍA ROMANA URIUM-ONUBA A SU PASO POR ZALAMEA

La vía romana de Urium a Onuba, (Minas de Riotinto – Huelva) es conocida y fue descrita  en el “Itinerario Anónimo de Rávena”, documento del siglo VII, basado en otra anterior, en el que se recogen los puntos más importantes del trazado de esta vía que sabemos que partía de Pax Iulia (En Portugal), pasaba por Arucci (Aroche), llegaba a Urium (Minas de Riotinto) y se dirigía a Onuba, enlazando con la vía Onuba - Ilipla a la altura de San Juan del Puerto y fue ampliamente utilizada para dar salida a lo producción minera que no era fundida, al parecer, en su lugar de origen sino a pie de embarque.

             Hasta ahora los tramos conocidos de esta calzada a su paso por el término de Zalamea la situaban lejos de esta población; el tramo más cercano estaba junto al lugar conocido como laguna de La Pepa, a unos dos kilómetros y medios al SE de Zalamea, poniendo en entredicho la hipótesis de la existencia de un núcleo de población en el lugar que hoy ocupa el pueblo, ya que es extraño que de haber existido éste no hubiese estado en sus proximidades, pero el hallazgo de un tramo de esta vía en aceptable estado de conservación a unos escasos doscientos metros de la Estación Vieja viene a reforzar la teoría de que, efectivamente, en aquel tiempo pudiera existir ya un asentamiento de mayor o menor envergadura en el solar que hoy ocupa el pueblo.

             Como es sabido, una de las aportaciones del periodo de la dominación romana en la península fue la construcción de un sistema de comunicaciones que enlazaron prácticamente todos los núcleos de población de importancia del país para favorecer de esa forma tanto la consecuente colonización como el desarrollo de las zonas que tenía un interés económico o estratégico. Fue uno de los aspectos más destacables de lo que se dio en llamar “romanización”.

             El trazado de este sistema de comunicaciones estuvo en muchos momentos supeditado a  la existencia de poblaciones que determinaban su itinerario y en otras ocasiones la existencia de una vía de estas características fue la causa de la creación de nuevos asentamientos.

             Estas vías de comunicación son las comúnmente conocidas como “calzadas”. Aunque este nombre originalmente se refiere a un tipo de pavimentación característico, realizado con losas en la parte superficial, también se aplica a otras vías que no responden a esa forma de construcción.

             Es probable que los romanos utilizaran en determinadas regiones o zonas  el trazado ya existente  creado por otras culturas y civilizaciones anteriores. Puede que éste fuera el origen de la vía que comunicaba las minas de Riotinto con la costa  para la exportación de mineral. Lo que se solía hacer es consolidar el trazado que ya había con una  estructura que permitiera la facilidad y la comodidad de las comunicaciones. Tal vez  esto fue lo que ocurrió en Riotinto ya que esta mina fue trabajada con anterioridad a la dominación romana. Ellos continuaron explotándola intensamente y  fundaron, a la luz de los restos arqueológicos encontrados, un asentamiento de importancia en torno a la explotación.

             A la vista de los tramos hoy conocidos esta calzada, que partía de las Minas de Riotinto, pasaba cerca de El Campillo, se aproximaba a Zalamea a la altura de la Estación Vieja, como ya dijimos, siguiendo en dirección sur y pasando cerca de la ermita de San Blas, discurriendo prácticamente junto a la vía del ferrocarril de El Buitrón, pasando cerca de la Caldera Vieja, y al oeste de la finca denominada Las Tejoneras, cruzando hacia El Toconal, Corchito y de ahí en dirección a El Pozuelo, atravesando Covache y saliendo del término cerca de la Fuente de la Murta, próxima al Cruce de El Buitrón.

             Su construcción es un carril que aprovecha los lugares de más fácil tránsito, siguiendo a media altura de la falda de los montes, evitando las cañadas y los grandes desniveles para facilitar así el paso de los carros. Normalmente está tallado en la roca firme del suelo, pizarra en algunos puntos; para salvar desniveles se excavaban en la pizarra unas trincheras con las medidas justas para el paso de un carro. Nuestros tramos de calzada tienen unas características idénticas a los estudiados en otras poblaciones de la provincia por los que pasa. En su base tiene una anchura de 1,75 m, llegando a los dos metros en la parte superior de la trinchera. La huella de las ruedas  se encuentran a una distancia entre si de 1,40 m aproximadamente, lo que responde a las características propias de los carros que por allí transitaban. Este tipo de vía estaba diseñado para permitir el paso de un solo carro lo que obligaba a que de vez en cuando se dispusieran lugares donde pudieran cruzarse otros que circulaban en sentido contrario. Curiosamente en el tramo descubierto junto a las Estación Vieja es posible observar uno de estos lugares de cruce. Debieron ser carros, según las fuentes documentales, de dos ruedas de un diámetro de 1,10 m y que transportaban, según las referencias de la época, una carga de aproximadamente media tonelada de peso, aunque hay expertos que piensan que podían llegar hasta las dos toneladas.

             Se pueden observar algunas diferencias entre los tramos encontrados en nuestro término municipal y los estudiados en Valverde, por ejemplo. Son la anchura y profundidad que dejaron la huella de los carros. Según nuestra opinión esto se debe a que  en nuestro término la calzada pudo registrar un tráfico más intenso debido a que los pequeños pero numerosos núcleos de población de Zalamea sirvieron como aprovisionamiento para las minas tanto de madera como de alimentos. También es necesario reseñar que la calzada siguió siendo utilizada en el  termino de Zalamea como vía de comunicación entre nuestro pueblo y sus diferentes aldeas durante muchos siglos después de que las minas fueran abandonadas por los romanos  y prácticamente hasta comienzos del siglo XX; así lo demuestra una trinchera que se construyó en el último tercio del siglo XIX para salvar el trazado del ferrocarril de El Buitrón a Zalamea    ya que éste había cortado la antigua calzada y fue necesario construir un rebaje que le diera continuidad, cosa que no hubiese sido necesaria de haber estado en desuso

             Esta vía romana viene a dar justificación a la existencia de yacimientos de época romana hallados en sus cercanías, como era el caso del poblado y la necrópolis del Cabezo de la Cebada, así como los numerosos escoriales encontrados en sus proximidades y que plantea unos interrogantes que quizá sean dignos de un estudio aparte. Asimismo explica la situación de la ermita de San Blas levantada sobre los cimientos de un  pequeño templo romano. Es conocida la costumbre romana de colocar determinados santuarios en lugares de tránsito. En cualquier caso viene a reforzar la hipótesis que hemos apuntado ya en otras ocasiones acerca del probable nombre que tuvo Zalamea en época romana, “ Callensibus Aenanicci” o “ Callensis Enanicci” que como hemos explicado otras veces significa en una traducción libre “ En el Camino del Cobre”. De hecho las referencias del Itinerario Anónimo de Rávena, una de las fuentes que describen las calzadas romanas de  la península, dicen que la Vía que parte de Pax Iulia, pasa por Arucci y desde Urium se dirige hacía la costa deja en su margen derecha a “Callensibus Aenanicci”. Siguiendo el itinerario desde Riotinto, Zalamea queda a la derecha,  nuestro pueblo fue así una población junto a la calzada que bajaba el mineral hasta la costa de Huelva, es decir “Un lugar en el camino del Cobre”

 Manuel Domínguez Cornejo                  Antonio Domínguez Pérez de León 

LA VIRGEN DEL ROSARIO EN NUESTRA HISTORIA

LA VIRGEN DEL ROSARIO EN NUESTRA HISTORIA

Es evidente la importancia de conservar los documentos del pasado pues son una de la fuentes principales para la conocer la historia. Gracias a ellos hemos podido entender nuestra propia historia y la de muchas otras civilizaciones. Con ellos podemos hacernos una imagen de cómo vivían nuestros antepasados y cómo se organizaban en todos los aspectos de la vida.

   Por suerte Zalamea puede alardear, a pesar de ser un pueblo pequeño y humilde, de disponer de un gran número de documentos que han llegado hasta nuestros días en buen estado, gracias en gran medida a la conciencia conservacionista de muchos zalameños a lo largo de siglos. Durante ese tiempo muchos han estado expuestos a agentes circunstanciales  que los han podido hacer desaparecer o daña: guerras, incendios, cambios de mentalidad y regímenes políticos entre otros. A pesar de todo ello una buena parte han podido sobrevivir a esos factores adversos.

   En este artículo vamos a hablar de uno de esos documentos, que ha llegado hasta nuestros días gracias a la mentalidad a la que antes hacíamos referencia. En este punto queremos mostrar nuestro agradecimiento a Manuel Lancha Lancha por habernos facilitado la oportunidad de  estudiar el documento  al que hacemos referencia y que nos aporta nuevos datos sobre los orígenes de nuestra semana santa y su desarrollo hasta el presente.

   Se trata de las reglas de la 0rden religiosa de María Santísima de los Dolores, como reza en sus primeras páginas.

…Don Francisco Lorenzo Serrano cura de la iglesia parroquial  de nuestra señora de la Asunción de la villa de Zalamea la Real, habiéndome concedido su licencia el M.R.P. fr Ramón Mota, rector provincial de la milagrosa Orden y religión de siervos de María Santísima de los Dolores, en su convento N. S del buen suceso de la ciudad de Barcelona en veintiún días del mes de agosto del año próximo pasado de mil setecientos sesenta y dos, para fundar en la dicha iglesia parroquial una confraternidad y orden tercera de siervos y siervas de María Santísima de los Dolores en el altar que la señora tiene en dicha iglesia…  

    Es conveniente explicar qué es esta orden, cuáles fueron sus orígenes y por qué llega a Zalamea.

   Los inicios de esta orden servita se remontan a la Italia medieval. Fecha su nacimiento en Florencia en el siglo XIII, en pleno conflicto social y político, intentando dar respuesta a éste. Fue la primera creada por un grupo de personas y no por un fundador único. Otra circunstancia novedosa es que se ponen bajo la protección de la Virgen, cuando lo habitual era el culto exclusivo a Cristo y a Dios Padre.

   Estuvo a punto de desaparecer por orden episcopal si no hubiera sido por la intervención de Felipe Benicio, entonces su prior general. (Una imagen de este santo ilustra la primera página de las reglas zalameñas).

La devoción a los siete Dolores de la Virgen se fue extendiendo desde Centroeuropa  a los países del Mediterráneo, llegando a Zalamea a finales del siglo XVIII. Eran un conjunto de sucesos vividos por la Virgen María que son motivos de devoción popular: Circuncisión de Cristo, la huida a Egipto, la pérdida de  Jesús niño en el templo, Vía Crucis, crucifixión, descendimiento y entierro de Jesucristo. Todos representados en el arte por un corazón traspasado por siete espadas.

   La historia de la congregación arranca en Zalamea  a finales del siglo XVIII, cuando se funda la congregación de Nuestra Señora de los Dolores, como tercera orden servita. Eran unos años en la que los pueblos estaban especialmente sensibilizados hacia esta advocación. Como se refleja en las reglas, se hizo una imagen de la Virgen que probablemente fuera la que sucumbió durante el incendio que se produjo en la iglesia en la guerra civil y que podemos ver en fotografías de algunas semanas santas anteriores a la guerra civil, junto al Nazareno.  A partir de este momento comenzaría a crecer su devoción entre los zalameños. Los cultos fundamentales se han mantenido a lo largo de estos siglos, celebración del viernes de Dolores, salida procesional, en Semana Santa especialmente, aunque es probable que hubiera alguna más a lo largo del año, ya que su fiesta original era en 15 de Septiembre. Igualmente creemos que es muy posible que paralelamente se rindiera culto a San Felipe Benicio.

Alojado en el legajo número 6 del archivo municipal de nuestro pueblo localizamos un documento que revela datos precisos sobre las cofradías y hermandades que existían en el pueblo en 1770, así como de los gastos que realizaban en sus funciones por festividades religiosas. Se trata pues de un documento de gran valor que nos refleja cómo era la vida y costumbres de nuestros antepasados en el año de 1770 en lo que se refiere a las fiestas. En é observamos que la congregación de nuestra señora de los Dolores empleaba ciento ochenta reales en su fiesta.

   La Virgen de los Dolores también era conocida como Virgen de la Amargura, Virgen de la Piedad y Virgen de las Angustias. Este último era el nombre de la imagen que salía en procesión con la hermandad de la Vera Cruz, como podemos leer en sus reglas. Con lo que no es de descartar que sea a partir de ese momento cuando la Virgen de los Dolores se le comenzara a rendir culto en nuestro pueblo. Recordemos que en 1777 el rey Carlos III promulga una serie de leyes que hace que muchas hermandades desaparezcan o tengan que adaptar sus reglas y costumbres, como fue el que quedara prohibido flagelarse en las procesiones, aspecto que era determinante en las de la Vera Cruz. Puede que a partir de entonces esta hermandad se viera obligada a modificar algunas de sus aspectos tradicionales.

   El libro con las reglas de la Orden en cuestión consta de tres partes bien diferenciadas y de un total de catorce capítulos que vamos a resumir brevemente para no alargar en exceso este artículo.

   Comienza con un texto en el que se explica cuál es el origen de la orden, dónde comienza el culto a la virgen de los Dolores, que  esta orden seglar de los siervos de María fue oficialmente reconocida en 1424 por el Papa Martín V con una bula “Sedis apostolicae providentia”. A continuación se explica cual fue el proceso para instituirla en Zalamea la Real y cuáles deberían de ser las condiciones que tendrían que cumplir quienes quisieran pertenecer a ella.

   Tras esta primera parte comienzan a redactarse cada uno de sus catorce capítulos, que de manera detallada advierten de las normas y obligaciones de cuantos fieles, hombres y mujeres, quieran adherirse a ella.

Finaliza el documento con una aprobación de las mismas por el arzobispo de Sevilla el 5 de Noviembre de 1.763

En definitiva un valioso documento que nos ha proporcionado más información sobre los orígenes y desarrollo  de la Semana Santa zalameña.

 

Imagen: Portada de las reglas de la Orden de María Santísima de los Dolores de 1763

 

130 ANIVERSARIO DEL AÑO DE LOS TIROS

130 ANIVERSARIO DEL AÑO DE LOS TIROS

Como reza el título que encabeza este artículo, este año se cumple el 130 aniversario del año de los tiros. Durante mucho tiempo aquel suceso  ocurrido en 1888 en la Cuenca Minera permaneció en la memoria colectiva de los zalameños y en general de todos los habitantes de los pueblos de la comarca .Lo ocurrido aquel día tuvo una gran resonancia a nivel nacional en los medios de comunicación de la época y estuvo en la primera plana política durante bastante tiempo como lo demuestran los largos y enconados debates que tuvieron lugar en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Sin embargo el tiempo está haciendo que el recuerdo de este hecho se esté diluyendo de manera que hoy podemos encontrar  personas que al oír hablar del tema se extrañan y preguntando “qué es eso”. Para contribuir a que esto no ocurra, hemos creído conveniente hacer un somero resumen de lo sucedido y explicar el papel protagonista que tuvo Zalamea en lo ocurrido, máxime cuando algunas publicaciones parecen querer relegarla a un  segundo plano.

Recordemos que el suceso tuvo lugar el sábado 4 de febrero de 1888. Pero conviene antes hablar de los antecedentes que conducen a esa fecha. Desde muy antiguo el sistema de obtención del metal a partir del mineral extraído eran las calcinaciones al aire libre. Cuando la  Riotinto Company compra las minas al gobierno español en 1873 incrementa la producción y consecuentemente aumentan exponencialmente las calcinaciones al aire libre, popularmente conocidas como “teleras”. Esto produjo la formación de auténticas “mantas” de humo sulfuroso que afectaban a la salud y a los campos  al precipitarse en forma de lluvia ácida. En ocasiones también impedía la realización de los trabajos mineros y los obreros dejaban de percibir su salario por lo que también se convirtió en un problema laboral.

Se forma entonces en la provincia de Huelva un movimiento contrario a las calcinaciones al aire libre, la llamada “Liga Antihumista”, a la que  enseguida se adhiere y lidera Zalamea como pueblo más afectado por los emanaciones de las teleras. Este movimiento, encabezado por dos terratenientes, José Lorenzo Serrano, de Zalamea, y  José María Ordóñez Rincón, de Higuera, yerno del anterior y con propiedades en nuestro pueblo, formó  con el tiempo una extraña alianza con el movimiento obrero liderado por Maximiliano Tornet. Las razones de esta alianza pueden venir, quizá, explicadas por el interés común de su lucha contra la poderosa empresa minera.

Desde principios del año 1888 las relaciones con la Riotinto Company se fueron tensando y ante la negativa de la empresa a acceder a las peticiones de agricultores y mineros se preparó una gran manifestación  para el sábado 4 de febrero. Un grupo muy numeroso partió de Zalamea encabezadaopor Don José Lorenzo Serrano, José María Ordóñez Rincón,  el alcalde de Zalamea y el secretario del juzgado, Juan Antonio López. Como curiosidad, que resalta las intenciones pacíficas y festivas,  cabe  mencionar que iban acompañado de la banda de música local.  al pasar  por  El Campillo se le unió gente de esta población, por aquel tiempo aldea de Zalamea. Otro grupo, también muy numeroso salió de Nerva y recogió gente en El Valle. Ambos grupos se unen y entran juntas en el antiguo pueblo de Riotinto, concentrándose ante el Ayuntamiento. Allí estaban reunidos el alcalde y los concejales, deliberando sobre la conveniencia de prohibir las calcinaciones; entretanto una comisión formada por Lorenzo Serrano, Ordóñez Rincón, el alcalde de Zalamea, Juan Antonio López y Tornet entran en el edificio. Mientras, en la plaza, los manifestantes, que según los cálculos realizados serían alrededor de 12000 personas, cantan y corean lemas como “Abajo los humos” “Viva la agricultura”.

Pasado el mediodía llegan, advertidos por la propia compañía minera, que ejercía una gran influencia sobre estamentos políticos, el gobernador y una compañía del Regimiento de Infantería con sede en Huelva capital. El gobernador se dirige a los allí presentes manifestando  que no va a aceptar ningún acuerdo contra las calcinaciones  y él mismo sale al balcón desde donde increpa a los manifestantes para que se disuelvan y regresen a sus casas. Lo que sucede entonces no está aún suficientemente aclarado, el hecho es que los soldados que habían formado ante el Ayuntamiento se echan los fusiles a la cara y abren fuego a la multitud que huye espantada. El suelo queda lleno de muertos y heridos.

Aunque oficialmente sólo se reconocieron 13 muertos y poco más de 40  heridos, se calcula que hubo una cifra cercana a los cien fallecidos, entre los que murieron en el acto y los que lo hicieron en días posteriores como consecuencia de las heridas. La tradición oral dice que la banda de música de Zalamea sucumbió entera y algunos testimonios dicen que en el Alto de la Mesa hu bo casas que no volvieron a abrirse nunca al morir todos los miembros de la familia. Aunque se pagaron  algunas indemnizaciones, Gobierno y Empresa se encargaron de silenciar las consecuencias, pero el miedo a las represalias quedó instalado durante mucho tiempo entre los habitantes de los pueblos de la Cuenca.

El suceso, como hemos comentado al principio, tuvo una gran resonancia a nivel político y social. El 28 de febrero de 1888, como respuesta a la situación originada,  el gobierno publicó un decreto prohibiendo las calcinaciones al aire libre, pero el decreto no fue respetado y no mucho tiempo después fue derogado.

Nos queda por aclarar porque Zalamea tuvo un papel protagonista en este hecho.

Zalamea la Real fue el pueblo matriz de la Cuenca Minera, administraba un territorio que incluía los actuales términos de Riotinto, Nerva y El Campillo, que se fueron segregando a medida que su población fue creciendo como consecuencia de la explotación minera. El primero en hacerlo fue Riotinto  en 1841, para Zalamea aquella segregación fue un atentado a los derechos adquiridos en el siglo XVI por los que habían contraído una enorme deuda que aún seguían pagando, además de la pérdida de importantes y ricos terrenos de propios. La llegada de los ingleses supuso un gran incremento del nivel de explotación y por ende de las calcinaciones al aire libre con el consecuente daño para las explotaciones agrícola-ganaderas, pero además la compañía ofrecía trabajo  a los campesinos, aunque de mayor dureza y perjudial para la salud, pero mejor retribuido y sujeto a horario de esta manera así se veían liberados de su dependencia de los terratenientes. En el fondo se trasluce el clásico enfrentamiento entre dos sociedades, una rural, caciquil, con estructura casi feudal, y otra industrial, moderna, pero  explotadora de recursos y personas. Esta última sustrae a la primera su régimen de poder y socava sus estructuras. Por ello los líderes zalameños y el pueblo, conducido por ellos, nos dudan en ponerse al frente de este movimiento contra la todopoderosa Riotinto Company.

Durante decenas de años después aquel trágico suceso se siguió recordando en las casas, transmitiéndose de padres a hijos. Hagamos entre todos que no caiga en el olvido

Manuel Domínguez Cornejo          Antonio Domínguez Pérez de León

Si desea profundizar más en este tema puede consultar la serie de artículos que publicamos hace ya varios años   en esta misma blog pinchando en estos enlaces: 

Capítulo I - Capítulo II - Capítulo III - Capítulo IV - Capítulo V - Capítulo VI -

Capítulo VII - Capítulo VIII - Capítulo IX - Capítulo X

EL CULTO A SAN VICENTE EN ZALAMEA PUEDE SER ANTERIOR A 1425

EL CULTO A SAN VICENTE EN ZALAMEA PUEDE SER ANTERIOR A 1425

La reciente donación a la hermandad de las primitivas reglas de la hermandad de San Vicente de 1425, transcritas en 1638,   que hasta ahora se encontraban en paradero desconocido viene a poner de actualidad la antigüedad de unas reglas que de haberse registrado en su año hubiese sido una de las primeras hermandades de Andalucía. Pero ya hemos apuntado en otras ocasiones que probablemente el culto a San Vicente en nuestro pueblo es anterior a 1425 y puede que se practicara en Zalamea desde mediados o finales del siglo XIV. Es una afirmación arriesgada, pero los indicios que nos llevan a pensar de esta manera vienen de dos fuentes.

 En primer lugar el  contexto histórico que nos habla de una expansión del culto a San Vicente que parte del reino de Aragón en el siglo XII y se extiende por el resto de los reinos cristianos a lo largo del XIII y del XIV. Con lo que es posible que llegara aquí con los repobladores castellanos y leoneses que se establecen en el término después de la reconquista a los musulmanes. Además de en Zalamea, encontramos también referencias a su culto en la ermita de Santa Eulalia, en Almonaster, aunque este contexto histórico sería insuficiente para llegar a esta conclusión si no tuviéramos otra fuente  que le diera fundamento.

 ¿Cuál es esa otra fuente a la que nos referimos? Pues no es otra que las mismas reglas de la hermandad de 1425. Como de todos es sabido, aquellas antiguas reglas fueron transcritas en 1638 por encontrarse el original en muy mal estado, apremiados por un visitador eclesiástico que les exigía que fuesen enviadas cuanto antes  a Sevilla para ser aprobadas por el Señor Provisor. Si damos por sentado que los hermanos de entonces copiaron literalmente lo que estaba escrito  en las de 1425, como así parece ser por los que se dice en la introducción: 

 “…la dicha rregla como esta mandado… sacada a la letra es de el tenor y fforma que se dice:”   Es decir copiada literalmente.

 También al final se afirma que se ha copiado el original :

 “…Como todo lo susodicho consta de el dicho libro donde se saco y se traslado…”.

 Pues bien en aquel texto de 1425 se encuentran los indicios de los que hablábamos antes y que nos llevan a afirmar que la devoción por San Vicente estaba extendida en Zalamea antes de que se constituyera la hermandad en aquel año.

 En primer lugar en el nº 8 de la relación de rentas se dice textualmente:

 “…y anssimismo la obligacion que tienen los priostes y alcaldes de ella segun la debocion antigua que an tenido los coffrades desta santa cofradia…”

 Alusión clara a que en el momento que se redactaron las reglas ya se tenía devoción por el santo  que a partir de esa fecha sería oficialmente nuestro patrón.

 De la misma manera en el párrafo que da principio a los capítulos de las cofradía se dice:

 “… De la ración de lo que los hermanos coffrades estan en costumbre de esta santa cofradía de el señor Sant Vicente en cada un año en el buen gobierno de la cofradía es el siguiente:”

 ¡La costumbre! Es decir, los capítulos de las reglas que siguen no hacen sino recoger lo que es costumbre; dicho de otro modo, lo que se venía haciendo cada año por los devotos de San Vicente.

 Y en esto mismo se insiste  al final del capítulo 3 cuando se escribe:

“…y que tengan todos los hermanos sus belas encendidas en el entretanto que se dicen los oficios dibinos conforme a la costumbre antigua.”

Pero las reglas contienen más indicios que los expresamente escritos. Sorprende comprobar las importantes donaciones que los primeros priostes y hermanos de la cofradía realizan nada más constituida. Donaciones que buscan asegurar las rentas de las que debía disponer la hermandad para su mantenimiento y que no se explican de otra manera si no es porque aquellos antepasados nuestros ya tenían una fe consolidada en el santo.

Podemos concluir entonces en que es altamente probable que desde mucho antes de que se constituyera la hermandad en 1425, probablemente desde mediados del siglo XIV, se practicara ya la devoción a San Vicente Mártir en Zalamea, devoción posiblemente no reglada ni organizada, pero sí bastante asentada y que culminaría con la creación de la hermandad el 24 de marzo de 1425 después del solemne acto de la elección del santo como patrón, impulsados quizá por la necesidad de institucionalizar su culto para hacer frente, según nos cuentan las reglas, a una enorme epidemia de peste que asolaba la región. Epidemia de la que, según cuenta la tradición, quedo libre nuestro pueblo por la intersección del santo.

Manuel Domínguez Cornejo Antonio Domínguez Pérez de León

LOS LÍMITES ENTRE ZALAMEA Y VALVERDE

LOS LÍMITES ENTRE ZALAMEA Y VALVERDE

UN PLEITO DE MÁS DE 400 AÑOS             

Hace ya bastantes años tuvimos acceso a la trascripción de un documento fechado en 1450 en el que se trataba de un litigio entre Zalamea, dependiente entonces del arzobispado de Sevilla, y la villa de Niebla y su lugar de Facanías, lugar que luego se independizó con el nombre de Valverde del Camino, relativo a los límites de los términos de ambas poblaciones. Este documento no nos hubiese llamado la atención más que cualquier otro si no hubiésemos comprobado más tarde que la disputa se alargó durante más de 400  años, hasta finales del siglo XIX.

             Esta cuestión, por su peculiaridad, atrajo nuestra curiosidad hasta el punto de conducirnos a investigar el tema para profundizar en los orígenes y desarrollo de este proceso. Independientemente de las implicaciones socioeconómicas, que no cabe abordar aquí por su extensión, y de la seriedad que indiscutiblemente tuvo el asunto para nuestros antepasados, hoy, desde nuestra perspectiva, el tema ofrece un aspecto ciertamente anecdótico que en lo relativo a su duración reduce a una simple escaramuza la tan cacareada guerra de los cien años entre ingleses y franceses en la Edad Media y demuestra que cuando dos partes se creen en posesión de la razón son capaces de transmitir su disputa a varias generaciones, pasándolas de padres a hijos durante más de cuatro siglos.

             El documento al que antes hicimos referencia y que inicialmente nos introdujo en el tema es una escritura donde se recogen los autos y las sentencias que sobre el conflicto da Fray Rodrigo Ortiz, comisionado de mutuo acuerdo por Don Juan de Guzmán, duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, y don Juan de Cervantes, cardenal de Ostia y arzobispo de Sevilla, señor de Zalamea, para que resolviera sobre la colocación de los mojones (postes de mampostería destinados a marcar los límites territoriales) entre ambas poblaciones. Este hombre recibe a los alcaldes y regidores de los dos pueblos, que se acusan mutuamente de haber modificado las mojoneras que delimitan sus respectivos términos. La forma de resolverlo es interrogando a los testigos que se suponen neutrales, y que manifiestan conocer la situación de dichos puntos desde tiempo inmemorial al frecuentar la zona por las labores que en ellas realizan. Así mismo se refiere que la disputa viene de “más antiguo”.

 

            Posiblemente el origen del problema haya que buscarlo en la identificación de límites territoriales entre los distintos reinos de taifas, Hispalis y Lebla (Niebla) a los que pertenecían respectivamente Zalamea y Valverde pero probablemente esto no se puso de relieve  hasta que ambas poblaciones son reconquistadas por los cristianos y cedidas Zalamea al arzobispo de Sevilla y Niebla a los Guzmanes. Es precisamente en este momento cuando estos señores feudales ven la necesidad de establecer con claridad cuáles son los límites de sus respectivos señoríos ante los continuos enfrentamientos que se vienen produciendo entre los pobladores de uno y otro lugar por lo terrenos limítrofes. La decisión del mencionado juez Fray Rodrigo Ortiz, por muy salomónica que nos parezca, no dejó satisfechas a ninguna de las partes por lo que se desprende de posteriores documentos y los mojones eran derribados por unos y otros poco después de que volviera la espalda el último que los había colocado.

             En 1454, siendo arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca, los Guzmanes le arrebatan Zalamea, no devolviéndosela hasta 22 años más tarde. No tenemos certeza de que haya relación entre este hecho y las disputas territoriales, aunque no hay que descartar que así fuera. También pudo ser una forma de presionar para favorece la aspiración de un Guzmán a la silla arzobispal.

             La siguiente referencia documental la encontramos en el Libro de los Privilegios de 1592 cuando el licenciado Miguel de Rado, juez comisionado real, procede a la delimitación del término de Zalamea para entregarlo a las autoridades de nuestro pueblo des pués de haberse comprado a sí mismo. Al llegar a los límite por el sur y ante el conocimiento de las disputas, el tal juez comisionado cita el 28 de Mayo de 1582 a los representante del concejo de Niebla y Valverde para que se persone en la identificación de los mojones. Aunque en principio los allí presentes no interponen ninguna queja, más tarde hacen saber al corregidor su disconformidad  y el procurador de Niebla requiere a Miguel de Rado para que deje en suspenso el tema ya que ha elevado el proceso a la  Real  Audiencia de Granada, protestando de su autoridad. El dicho licenciado vuelve a preguntar a los testigos presentados por Zalamea, sobre la situación de los tan traídos y llevados mojones, pero estos testigos son descalificados por los procuradores de Niebla y Valverde, tachándolos literalmente de “odiosos y sospechosos”. No obstante el mayordomo del concejo de Zalamaea, Juan González Lorenzo, insta a Rado para que continúe con el amojonamiento en virtud de la autoridad que le otorga el rey, alegando que por esa razón está por encima de cualquier magistrado. Éste así lo hace, colocándolos en el lugar que les indicaron nuestros antepasados.

             A pesar de todo, el recurso interpuesto por Niebla tuvo como consecuencia que el pleito se prolongara durante una buena parte del siglo XVII y el libro de los Privilegios hubo de viajar a Granada para servir como prueba en defensa de los intereses de Zalamea; probablemente la firma real que figura al final de este documento debió de pesar en la última decisión.

             Las distintas sentencias que se dictan acerca del tema no lo dejaron ni mucho menos resuelto, por lo que el asunto se reanuda durante el siglo XVIII, y así vemos como en 1774 el Ayuntamiento de Zalamea da poderes a un agente de Granada para que prosiga con el pleito que mantiene con Valverde por el lugar que ya se conoce como la “Contienda” haciendo alusión a las sucesivas disputas que el lugar estaba originando y durante las cuales los mojones eran destruidos frecuentemente por los pobladores de ambas villas. Al año siguiente en 1775, se dicta una nueva sentencia sobre el pleito ordenando sean colocados en los lugares que estaban antiguamente.

             Esta sentencia tampoco dejó zanjada la cuestión. Lo que presumiblemente ocurriera en esta y otras ocasiones, es que al carecerse por aquel entonces de unos agentes de la autoridad imparciales que hiciesen cumplir las resoluciones dictadas, los vecinos no conformes con ellas procedían de nuevo a modificar la situación de los puntos que se servían de límites dando pie a que resurgiera de nuevo el conflicto. Y así ocurrió efectivamente porque ya en el siglo XIX, en 1837, los Ayuntamientos de Zalamea y Valverde acuerdan constituir una comisión que realice el reconocimiento de las mojoneras en el lugar de la Fuente de la Murta. La mencionada comisión o no llegó a un acuerdo o la solución que aportó no satisfizo a las partes enfrentadas, especialmente a la de Valverde, ya que en 1892, más de 400 años después del primer proceso al que dio origen, vuelve a suscitarse la polémica según se deduce por las quejas que los vecinos de Zalamea presentan a nuestro Ayuntamiento, denunciando que la gente de Valverde, aprovechando que el monte había crecido en el lugar, habían vuelto a modificar de nuevo la situación de los mojones.

 

            Desconocemos la situación topográfica exacta en la que las distintas sentencias establecieron los límites ya que el procedimiento utilizado era colocarlos “in situ” siguiendo los testimonios de las personas que conocían el lugar, por lo que no tenemos referencia de las variaciones que se produjeron, pero se deduce de los documentos consultados que en su mayor parte eran favorables a Zalamea puesto que los recursos generalmente eran interpuestos por Valverde y en la mayoría de los casos eran los vecinos de esta población los que procedían a modificar la situación de esos puntos.

             No tenemos constancia de que en el siglo XX se reanudara el conflicto. Es posible que el cambio de las estructuras de explotación de la tierra con las que arranca el siglo y el abandono progresivo por el escaso interés agropecuario que en ese momento ofrece la zona, unido a la aparición de nuevas actividades económicas en su cercanía, como los trabajos de las Minas de El Castillo, Oriente y Palanco que dan trabajo a muchos de los lugareños que antes se ocupaban por necesidad en el aprovechamiento de aquellos terrenos hacen caer en el olvido la cuestión que durante más de cuatro siglos había tenido en constante enfrentamiento a vecinos de ambas villas. Si algún resquicio quedaba en la mente de alguien, los tractores de la repoblación de eucaliptos vinieron a dar por concluido el tema.

 Manuel Domínguez Cornejo                      Antonio Domínguez Pérez de León 

 

 

425 ANIVERSARIO DE LA FIRMA DE LOS PRIVILEGIOS (V)

425 ANIVERSARIO DE LA FIRMA DE LOS PRIVILEGIOS (V)

La delimitación del término y su entrega al Concejo de Zalamea no supuso el fin de los problemas. Parece ser que la desmembración de Zalamea del arzobispado originó algunos conflictos con esa dignidad eclesiástica ya que hay constancia de ciertas reclamaciones del Arzobispo sobre algunos pagos que debía hacer la villa, de manera  que Felipe II se vio obligado a responder con un albalá (disposición real) de 16 de marzo de 1583, ordenando a aquel cesase sus exigencias sobre el pueblo.

             Entretanto, el dinero prestado a Zalamea es transportado a la hacienda real donde por fin llega y después de las comprobaciones obligadas, el 12 de Diciembre de 1587, se extiende por Bartolomé Portillo de Solier, tesorero general del reino, una carta de pago dando constancia de haber recibido del concejo de Zalamea la cantidad estipulada. Sin embargo la deuda contraída por el pueblo con sus fiadores tardó más de  doscientos años en pagarse. Por cierto que D. Francisco Bernal cedió los derechos de cobro de ella a la Iglesia de Sevilla a la que la villa debió de seguir pagando durante ese tiempo.

             Pero la lentitud de la administración de Felipe II es proverbial y el reconocimiento de los derechos que adquirían los zalameños por la compra de su señorío tardó en producirse. Por fin el 15 de Junio de 1592, estando en Segovia, el rey Felipe II, aquél en cuyos dominios nunca se ponía el sol, otorga Carta de Privilegio a Zalamea, haciéndola “ villa de sí y sobre sí”, dueña de su propia jurisdicción. De ella podemos extraer, por significativos, estos párrafos:

 “… y os vendo a vos, el dicho concejo, justicia y regidores, escuderos, oficiales y hombres buenos de dicha villa, así a los que ahora son como a los que serán de aquí en adelante, para siempre jamás, la dicha jurisdicción civil y  criminal… y os hago villa de sí y sobre sí… para que en la dicha villa y en los dichos términos uséis la dicha jurisdicción…”

 “…para que la gocéis perpetuamente, … y que nos, ni los reyes nuestros sucesores, ahora ni en tiempo alguno no venderemos ni apartaremos… la dicha villa de Zalamea ni su jurisdicción y términos ni la daremos a … persona alguna de cualquier calidad y condición”

 “… Y si fuéredes o fueren despojados… de la tenencia y posesión… ha de hacerlo restituir y restituirán sin dilación alguna”

 Todo un auténtico status de  autonomía política, administrativa y económica.

Finaliza la Carta  de Privilegio con la firma autógrafa del rey certificada por su secretario.

            Hemos resaltado estos trozos de la Carta de Privilegio con el fin de dar una idea del alcance de ésta ya que ello va a marcar lo que será la historia de Zalamea durante toda la Edad Moderna.

            Todo este proceso, con la firma real a la que hemos hecho referencia, se recoge en un documento de excepcional valor que conocemos como el “Libro de los Privilegios” que se conserva aún en el archivo municipal y que se debe seguir conservando  a toda costa con las medidas de seguridad que exige su importancia.

 

Manuel Domínguez Cornejo      Antonio Domínguez Pérez de León

425 ANIVERSARIO DE LA FIRMA DE LOS PRIVILEGIOS (IV)

425 ANIVERSARIO DE LA FIRMA DE LOS PRIVILEGIOS (IV)

Después de ser anulada la venta de Zalamea al marqués, se inicia la delimitación del término que por aquel entonces era aún impreciso y que era necesario concretar, pero en aquel entretanto muere en el ejercicio de su cometido el licenciado Álvaro de Santander, el comisionado real desplazado a Zalamea con el fin de llevar a cabo el proceso, ocupando su cargo interinamente el doctor Burgos de Paz que lo ejerció hasta el nombramiento de don Miguel de Rado como juez de comisión para terminar de amojonar el término y entregarlo a las autoridades de Zalamea.

 Pero el primer problema surge cuando  se trata del dinero que había que entregar al rey para comprar nuestra propia jurisdicción. No disponiendo el  pueblo de esa cantidad en efectivo tuvo que embargar los bienes de propio y tomar un préstamo de doña Brígida de Arco Corso, saliendo como fiador un zalameño ilustre de aquella época, Don Francisco Bernal Estrada. Este hombre que algunos autores aseguran nació en Zalamea alcanzó muy joven altos cargos eclesiásticos en Jerez y Sevilla.

Una vez garantizados los fondos, el ocho de Mayo de 1581 Felipe II extendió una cédula por la que se concedía a Zalamea la jurisdicción y rentas jurisdiccionales de su propio término y la potestad de elegir sus alcaldes, oficiales y alguaciles, sin que se les pueda poner corregidor. Al año siguiente se procede a continuar con el amojonamiento y la delimitación de territorio para la cual había sido comisionado, tal como dijimos el licenciado Rado al que se le habían asignados un plazo de veinte días, cobrando su salario y el del escribano, Juan Catalán, del concejo de Zalamea.

 Mientras tanto, al principio de aquel año, 1582, se había procedido como era uso y costumbre, a nombrar los cargos del concejo  que regían la villa. Estos fueron, Alonso Pérez León y Alonso Romero, alcaldes ordinarios; Andrés Pérez León y Alonso González, alcaldes de la Santa Hermandad; Juan González Lorenzo, mayordomo; Pedro Alonso Bernal, alguacil; y Bernabé González, Juan Varela y Gregorio Salvador, como regidores, cargo equivalente al de los actuales concejales.

Don Miguel de Rado, dilató el proceso de amojonamiento excesivamente enfrentándose al Concejo que se exasperaba ante la lentitud de aquel en efectuar su cometido. Ya el año anterior, dicho concejo había enviado a Juan Serrano a Almonaster - pueblo que seguía un proceso paralelo al nuestro y en el que se encontraba dicho licenciado - con un requerimiento para que terminara de delimitar el término, siendo despedido con evasivas. Zalamea, protesta ante el Consejo Real de Hacienda que responde instando a Rado para que dé posesión de aquel a las autoridades de nuestro pueblo y así el 5 de Septiembre de 1582 , emprendió de nuevo su tarea. Ya en el amojonamiento se pusieron de nuevo de manifiesto las disputas entre Zalamea y Niebla por cuestiones de límites entre sus respectivos términos, a los que ya hemos hecho referencia en un artículo anterior (Los límites entre Zalamea y Valverde, un pleito de mas de 400 años). En todo este proceso estuvo acompañado por Juan González  Lorenzo, mayordomo del Concejo, como antes dijimos, al que por último le hace entrega solemne de los edificios públicos, la cárcel, el pósito y las casas del  Cabildo. A renglón seguido les hizo saber su intención de darles posesión de sus cargos en nombre del rey.

             Esto no fue del agrado de los munícipes zalameños que entendían , según la cédula de 8 de Mayo de 1581, por la que el rey les concedía la potestad de elegir sus cargos sin que se le pudiera poner corregidor, que Rado había cumplido ya su función como mero juez de comisión y por tanto no podía nombrar los cargos del concejo. De esta manera le presentaron, el 20 de Septiembre de 1582, un requerimiento para que no osase  molestarles en la posesión de sus varas. No obstante el licenciado insiste en su intención  y les convoca con ese fin el domingo, 23 de septiembre en las casas del Cabildo.

             En principio parece ser que su propósito fue la de ratificar a los que ya estaban, sin embargo para algunos miembros de la corporación aquello suponía un atentado a su honor y dignidad en tanto que era hacerles entrega de algo por lo que habían pagado y que consideraban fuera de lugar. Llegado el momento, determinados miembros del concejo optaron por plegarse a la autoridad de Miguel de Rado y les entregaron sus varas que éste les devolvió después de haberlas juntado con la suya como símbolo de posesión real, pero otros, encabezados por el alcalde Alonso Pérez León, se resistieron a hacerlo adoptando una postura enérgica y orgullosa ante el corregidor. Y así, tal como aparece en los documentos, “…habiéndosela dado no la acabó de soltar porque la mantuvo asida por un extremo de ella” Y para evitar un escándalo público el licenciado “…dio la suya propia a Juan Serrano, de la calle de la Iglesia…”, destituyendo a Alonso Pérez de León, y haciendo lo mismo con los tres regidores que le habían apoyado, nombrando a otros nuevos. Los destituidos presentaron al día siguiente una reclamación exigiendo la posesión de las rentas del almojarifazgo. 

Manuel Domínguez Cornejo       Antonio Domínguez Pérez de León

425 ANIVERSARIO DE LOS PRIVILEGIOS DE ZALAMEA LA REAL (III)

425 ANIVERSARIO DE LOS PRIVILEGIOS DE ZALAMEA LA REAL (III)

Como hemos dicho, el hombre que trajo la noticia a Zalamea fue Juan Ruiz Carillo, enviado “ex profeso” por el rey, que informó a los munícipes zalameños de la decisión real y  tomó los datos de población y renta,  marchándose a continuación. Meses después es enviado el licenciado Álvaro de Santander para tomar posesión de la villa y nombrar los cargos del concejo en nombre del rey y haciéndole saber que éste piensa respetar sus usos y costumbres. Más tarde por una cédula de 20 de Febrero de 1580, la vendería a Don Francisco de Guzmán, marqués de la Algaba. Algunas referencias hacen pensar que la primera venta fue a Don Nicolás de Grimaldo, príncipe de Salerno. Sin embargo, todo apunta a que este actuó como intermediario, siendo probablemente una especie de financiero de la corte que medió en la operación para proceder a la venta más conveniente. De cualquier manera la venta real y efectiva es al mencionado marqués. No obstante, el licenciado Álvaro de Santander hizo saber al concejo y habitantes del pueblo que si lo deseaban podían redimirse de la venta, pagando al rey la misma cantidad por la que se le vendía a don Francisco de Guzmán, disponiendo para decidirlo de cuatro meses. ¿Estamos quizá ante una hábil maniobra para conseguir más rápidamente dinero del que el rey no andaba sobrado precisamente? Cualquier respuesta a esta pregunta entra en el terreno de las conjeturas.

             El caso es que los habitantes de Zalamea, encabezados por aquellos vecinos que ocupaban una posición relevante dentro del pueblo tomaron la determinación de aceptar esta condición y solicitaron del rey el poder redimirse a sí mismos pagando la cantidad que se estableciera.    Esta opción fue probablemente decidida por este grupo de personas que gozaban de un status social elevado y a los que no se les escapó las ventajas que la compra del pueblo podría suponer para ellos, tanto económica como socialmente. 

            Y en efecto, ellos fueron los más favorecidos en esta transacción ya que la nueva situación del pueblo, que así gozaría de una cierta autonomía en su gobierno, les permitió consagrar tanto sus privilegios como el goce de sus posesiones sin necesidad de tener que rendir cuentas a ningún señor, aunque indiscutiblemente también el pueblo salió favorecido en gran medida, por cuanto suponía el disfrute común de muchos terrenos que se convirtieron en bienes de propio.  

La cantidad que se estableció, y que Zalamea debería pagar fue de 16.000 maravedíes por cada vecino y cuarenta y dos mil quinientos por cada mlllar de rentas jurisdicionales.Teniendo en cuenta que existían en ese momento 867 vecinos y medio, la cantidad total se ajustó en 15 cuentos (millones) 104,190 maravedíes.

 La venta al marqués es anulada. Pero queda por delante un camino tortuoso y lleno de dificultades 

 

Manuel Domínguez Cornejo        Antonio Domínguez Pérez de León