Blogia

ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

LA INFLUENCIA DE LA INQUISICIÓN EN ZALAMEA

LA INFLUENCIA DE LA INQUISICIÓN EN ZALAMEA

Muchas veces nos hemos hecho la pregunta  si la Inquisición actuó en Zalamea. Veamos

En 1478 los Reyes Católicos fundaron la Inquisición en España. En contra de lo que se cree no fue un invento español, con anterioridad ya existía otra Inquisición creada por el papado, pero fue esta que crean los Reyes Católicos en España la que acabaría alcanzando fama mundial por su rigor y extrema dureza.

Tomás de Torquemada, nombrado Inquisidor general por los reyes, estableció  la sede del tribunal en Sevilla, ejerciendo su poder sobre todo el vasto reino de esta ciudad que incluía lo que hoy es la provincia de Huelva. No es por azar que fuera este reino el designado para constituir la sede primera del tribunal ya que Andalucía fue el último territorio en el que habitaron los musulmanes y donde persistía una numerosa comunidad judía. Su objetivo era velar por la pureza de la fe católica, combatir las perniciosas influencias  que estas religiones pudieran ejercer sobre los creyentes y vigilar las falsas conversiones. No tardaron mucho en constituirse tribunales de distritos en otros reinos como el de Jaén y Córdoba, creándose una tupida red de los conocidos como familiares y comisarios del Santo Oficio.

En lo que hoy es el territorio norte de la provincia de Huelva, el tribunal actúo con firmeza a finales del siglo XV. La existencia de colonias musulmanas, principalmente en Aracena y Almonaster, motivó que los tribunales del Santo Oficio intervinieran  especialmente en esos lugares.

Se tiene constancia de un auto de fe celebrado en Aracena el 20 de julio de 1481 en el que fueron  quemadas en la hoguera 28 personas. Por otro lado se sabe que en Zufre el tribunal del santo oficio de Sevilla estableció una sede temporal en un edificio que hoy ocupa el Ayuntamiento de esa localidad.

Los autos de fe eran actos públicos  que se celebraban para que los condenados pudieran mostrar su arrepentimiento, dictar las sentencias condenatorias  a los herejes y llevar  a cabo su ejecución,  cuando procedía. El reconocimiento público de su culpa, la abjuración, no siempre acarreaba el perdón y en algunos casos solo suponía la “clemencia” de ser ajusticiado antes de ser quemado en la hoguera. Si el reo no reconocía su delito ni mostraba arrepentimiento era quemado vivo.

No existe constancia hasta ahora de que el tribunal actuara en nuestro pueblo, y por tanto que tuviera lugar ningún auto de fe, pero sí sabemos de la existencia  en Zalamea desde el siglo XVI de familiares del santo Oficio.

Los familiares del Santo oficio eran agentes de segundo orden de la Inquisición que se ocupaban de vigilar la pureza religiosa de la población y de denunciar a aquellos sospechosos de herejías o de apartarse en su vida y costumbres de la heterodoxia católica vigente en aquellos momentos, Actuaban como verdaderos  espías del santo oficio, delatando a sus vecinos, en otras palabras, auténticos chivatos. Eran personas temidas en tanto que podían realizar su denuncia de manera anónima puesto que la inquisición no desvelaba nunca a los reos quienes eran los que les habían acusado. El hecho de ser familiar del santo oficio  suponía a sus titulares  ciertos privilegios como el derecho a portar armas.

Como hemos dicho antes no tenemos hasta el momento  constancia de personas de Zalamea que sufrieran persecución o fueran condenadas por el tribunal. El hecho de haber sido desde 1279 un señorío eclesiástico quizás impidió la proliferación de comunidades judías o musulmanas que fueron originalmente el centro de las sospechas. No olvidemos que el último arzobispo señor de Zalamea  fue precisamente inquisidor general de todos los reinos de España.

 La influencia de la Inquisición en Zalamea se ejerció de manera indirecta. Hemos podido ver documentos de limpieza de sangre que aún se conservan en archivos familiares. Se trataba de documentos protocolarios donde los aspirantes a algún cargo público de carácter eclesiástico o civil demostraban la pureza de su árbol genealógico. El Concilio de Trento celebrado entre 1545 y 1563 como respuesta a la reforma protestante estableció, entre otras medidas, la creación y celebración de ritos y manifestaciones de culto que contrarrestaran la propagación de la reforma de Lutero. Este movimiento conocido como “contrarreforma”  va a dar lugar a la fundación de numerosas hermandades religiosas que exteriorizan la devoción a las imágenes y símbolos católicos. Zalamea no es menos, y enseguida se crean en nuestro pueblo cofradías y hermandades, reflejo de las ya fundadas en Sevilla, con el fin de demostrar la las profundas creencias religiosas de los zalameños y especialmente  de los integrantes  de la hermandad. No es por casualidad  que en 1581, al poco de terminar el concilio  y coincidiendo con un periodo álgido de actividad inquisitorial,  se funde en Zalamea la hermandad de la Vera Cruz con su procesión de disciplinantes, los hermanos de sangre vestidos con su túnica blanca y los de luz con hachas encendidas. El capirote que más tarde incorporaron a su vestimenta los “penitentes” de las mayorías de hermandades religiosas de Semana Santa fue una herencia recogida de aquellos que se colocaban a los condenados por la Inquisición en señal de arrepentimiento.

La Inquisición fue abolida por las Cortes de Cádiz en 1813, fue restaurada por Fernando VII en 1814, pero había entrado ya en declive desapareciendo definitivamente 20 años más tarde.

 

 

ACTIVIDADES ECONÓMICAS RELACIONADAS CON EL APROVECHAMIENTO DEL TINTO Y EL ODIEL (III)

ACTIVIDADES ECONÓMICAS RELACIONADAS  CON EL APROVECHAMIENTO DEL TINTO Y EL ODIEL  (III)

EL  ACECHE

Hemos dejado para el último capítulo el aspecto más particular, en lo que respecta a nuestro término, del aprovechamiento que los ríos Tinto y Odiel tuvieron durante la Edad Media y Edad Moderna, aunque en este caso debemos referirnos exclusivamente al río Tinto. Estamos hablando del aceche o acije. Con este nombre se conocía en aquel entonces a un sulfato de cobre, de hierro o de cinc, más  conocido en tiempos modernos como caparrosa.

Por su nacimiento y porque las aguas que afluían a la cuenca de este río procedían de terrenos antiguamente explotados, era en él donde se precipitaba este sulfato muy apreciado durante la Edad Media. Recordemos que el término que Zalamea administraba  entre los siglos XIII al XIX se extendía desde el río Odiel, por el Oeste, hasta la rivera del Jarrama, por el Este, por lo que el cauce del río Tinto discurría por terrenos pertenecientes a la que entonces era llamada Zalamea del Arzobispo.

En la época de la que estamos hablando, Edad Media y principios de la Edad Moderna, el acije o aceche era muy valorado por su uso tanto en medicina como en tintorería. Posiblemente en el río Tinto podrían encontrarse dos tipos de aceche, el azul que era el derivado del sulfato de cobre y el verde que era el derivado del sulfato de hierro. Aunque los documentos no lo precisan es muy probable que el más abundante fuera el azul, aunque no es descartable que se extrajera también el verde.  Ambos se precipitaban de forma sólida en los márgenes del río. El acije, según hemos podido saber, se utilizaba en época medieval para tres fines: el primero para fabricar tinta para escribir,  algo bastante escaso en el tiempo que nos ocupa; una segunda función era para tintorería, para teñir tejidos; ambas fines  le daban un alto valor en la Edad Media; y una tercera,  que respondería a su uso medicinal porque parece ser que se aplicaba como remedio en enfermedades de la piel.

Como hemos comentado más arriba, un buen  tramo del río en el que sus aguas tenían una mayor concentración de metales transcurría por el término de la  Zalamea del Arzobispo.

Pero debemos remontarnos a unos siglos antes porque ya en el  siglo X cuando Zalamea permanecía aún bajo dominio musulmán, encontramos referencias al aprovechamiento del Tinto para la obtención de la caparrosa y el alumbre, otro tipo de sulfato utilizado paja fijar los colores y darle más brillo. Varios estudios hacen referencia a autores árabes que hablan del aprovechamiento  de estos sulfatos antes del siglo XIII (mencionan a Ahmad al Razi  que describe: …E yace sobre el río Laxer, que muchos llaman río Tinto… e la tercera fuente nasce mucho acije que por eso cambian las aguas e no saben bien)

 También  hemos hallado  referencias a otros autores del  siglo XII que afirman que una de las fuentes del río es de aguas sulfúrica y que otra contenía sulfato de hierro, aceche, (Inb Galib). Un siglo después otra referencia a un autor árabe (Al Himyari) también menciona el conocimiento y el uso que los musulmanes hacían del aceche.

 Una vez reconquistado el territorio por los cristianos, como bien es sabido, Zalamea es cedida en 1279 por Alfonso X al arzobispado de Sevilla. No escapó entonces a los veedores arzobispales, siempre atentos a las riquezas de los territorios que pertenecían a su señor, el valor de estos sulfatos que aparecían  en el cauce  del río. Era tradición que el aceche recogido se reservaba íntegramente para el arzobispado. Y así se desprende de los documentos, porque  las ordenanzas municipales de 1535, que aún se conservan, dependiendo todavía Zalamea  de aquel señorío,  lo recoge en su artículo 127:

Otro sí, que cada y cuando hubiere acije en los ríos  que los alcaldes sean obligados a los mandar guardar hasta que se coja y que todos los ganados que no anden por ellos ni pasen sino por las pasadas siguientes, por la pasada del Val de las Tablas, y por  Paredes  Rubias y por encima del molino de Juan Nicolás y por el Argamasilla. Y que pasen los tales ganados acogidos. Y si fueren hallados en otra parte en los dichos ríos o no pasaren de la manera que dicha es que pague de pena por cada entrada cincuenta maravedís, la mitad para el concejo y la otra mitad para la persona que lo acusare.”

 El acije precipitado en los márgenes del río era recogido por mujeres y jóvenes expresamente enviados por el concejo en el mes de agosto, cuando el caudal del río estaba en su nivel más bajo y por tanto su extracción era más fácil. No deja de ser llamativo que este cometido lo realizaran sólo mujeres y niños, pero podría explicarse porque su producción no repercutía directamente sobre la economía de la villa  y los hombres no debían abandonar sus ocupaciones habituales para este menester. Por otro lado, los datos acerca de la forma de recogerlo y de la reglamentación acerca de los lugares de paso de ganado, así como las penas que se aplicaban a las infracciones, apuntan a que el aceche era algo muy valorado por  el señor feudal, el arzobispo, y que había que guardarlo celosamente

En el mismo sentido lo señala  la crónica del clérigo Diego Delgado, que recorrió el término de Zalamea en 1556, cuando aún Zalamea pertenecía al arzobispado, aunque estaba ya próxima su emancipación. Este clérigo describe en su narración:

 “y ansí todas las orillas de este río están llenas de aceche…” “ …son obligados los concejos de enviar sus cuadrillas de mujeres y mozas e mozos en todo el mes de agosto  a coger este aceche y con este aceche pagan al Arzobispo de Sevilla ciertos tributos, de los cuales ellos están obligados, los concejos y otras personas no lo pueden coger en ningún tiempo, `porque es suyo, del Arzobispo, so pena de graves penas…”

Una vez emancipado del señorío arzobispal, en 1592, en un proceso largo en la que Zalamea se convierte en una villa real, no hemos encontrado referencia de la explotación del acije en los años posteriores a esa fecha, aunque nos extrañaría que su extracción se detuviera de repente. Puede que en el régimen económico surgido de la Carta de Privilegios otorgada por Felipe II en junio de aquel año, el propio concejo se ocupara de extraerlo y comerciarlo, o bien puede que el rey o el propio arzobispo, que sabemos siguió manteniendo ciertos derechos, siguiera reservándose la producción. Dado su valor nos inclinaríamos por esto último.

Parece ser que a partir del siglo XVIII el aprovechamiento en general del  acije decayó mucho y con el tiempo, la explotación intensiva de las minas y el uso de otros productos para la obtención de tintes  hizo desaparecer esta actividad que durante la Edad Media, como hemos visto, alcanzó bastante importancia.

Manuel Domínguez Cornejo          Antonio Domínguez Pérez de León

ACTIVIDADES ECONÓMICAS RELACIONADAS CON EL APROVECHAMIENTO DE LOS RÍOS TINTO Y ODIEL (II)

ACTIVIDADES ECONÓMICAS RELACIONADAS CON EL APROVECHAMIENTO  DE LOS RÍOS TINTO Y ODIEL (II)

LOS MOLINOS HARINEROS

Siguiendo con los capítulos que dedicamos al aprovechamiento del Tinto y el Odiel abordaremos en esta ocasión el referido a los molinos harineros que se construyeron en ambos ríos.

Ya dijimos en otra ocasión que está documentado que la provincia de Huelva tuvo una intensa actividad cerealística durante la Edad Media y principio de la Edad Moderna que propició la creación numerosos molinos harineros en los márgenes de los cauces de estos dos ríos, de sus afluentes y riveras, ambos cauces atravesaban el término de Zalamea   y en ese trayecto se construyeron un gran número de ellos. Ambos ríos dispusieron de molinos que aprovechaban  la fuerza hidráulica del Tinto y del Odiel, creándose en torno a ellos una verdadera cultura arquitectónica acerca de estas construcciones.

El tipo de molino que prevaleció en nuestra área fue el conocido como molino de rodezno y cubo. Un molino modesto constructivamente hablando, pero que se ajustaba a las posibilidades y necesidades de la población, así como al tamaño y volumen del caudal de ambos ríos.

El molino disponía de una presa y un canal que encauzaba el agua a la parte inferior del molino o cárcava, cuarto del rodezno, que disponía de una pala o cuchara  que empujada por el agua transmitía movimiento a las muelas. Con esta presa y el canal se intentaba controlar las irregularidades del caudal que ambos ríos sufrían a lo largo del año. En la parte superior se encontraba la tolva donde se vertía el trigo que las dos piedras molían- la volandera o piedra superior y la solera o piedra inferior. El cereal una vez molido se recogía en la tolva chica             que a su vez la dirigía a la farinera, especie de cajón donde caía finalmente la harina. El movimiento producido por el agua en el se transmitía a la piedra de moler a través de un eje llamado espada.

Los molinos podían pertenecer a particulares, ser propiedad del arzobispo, de algún clérigo e incluso de capellanías o cofradías religiosas, aunque lo más común es que perteneciesen a varias personas  que compartían su propiedad, bien por haberla adquirido a otros o  haber puesto el capital para su construcción. Eran mayoritarios los propietarios eclesiásticos sobre los seglares. Es de significar que hubo alguna mujer dueña de algunos  molinos, probablemente  por herencia familiar o viudedad.

Como ya dijimos, no todos los molinos trabajaban todo el año, algunos de ellos  paraban durante el largo estiaje.

El estudio de los molinos de los que se han podido obtener datos refleja que en el río Tinto había tres cuya propiedad la ostentaba la Iglesia o una capellanía, ocho pertenecían totalmente  o en parte a clérigos y nueve  eran de seglares. De los seis que se situaban en el río Odiel, dos pertenecían a hermandades, capellanías o Iglesia, uno a clérigos y tres eran de seglares. Es interesante destacar que la mayoría de los molinos construidos en los siglos XVII y XVIII se encontraban en la cuenca del Tinto, un total de veinte; mientras que en la del Odiel encontramos activos seis.

Generalmente un número significativo de estos molinos eran arrendados por sus propietarios a personas que lo trabajaban a cambio de una cantidad que dependía de su producción y que podía oscilar entre los 75 y 300 reales de vellón. Esta cantidad, en algunos casos, -las menos- era sustituida por su valor en fanegas. La producción de los molinos variaba dependiendo de su situación y de si se mantenían trabajando todo el año. Así encontramos molinos con una producción que no superaba los 375 reales de vellón al año,-los hay incluso de 50 y 90 fanegas anuales - , mientras que otros llegaban a los 2700 reales de vellón, lo que podría equivaler a unas 180 fanegas anuales.

Aunque los primeros molinos datan de época medieval, el auge de la actividad molinera se sitúa durante los siglos XVII y XVIII. A partir del siglo XIX se produce un decaimiento en la actividad de los molinos de los ríos Tinto y Odiel, que acabarían abandonándose completamente a principios del siglo  XX.

Manuel Domínguez Cornejo          Antonio Domínguez Pérez de León

GRABADOS RUPESTRES DE LOS MANANTIALES

GRABADOS RUPESTRES DE LOS MANANTIALES

Recientemente nuestro buen amigo Félix Lancha Gómez, en sus frecuentes paseos por nuestros campos, descubrió un grupo de rocas en las que, en su superficie, aparecían extrañas marcas. Enseguida nos comunicó su descubrimiento y hasta allí nos desplazamos comprobando el interés del hallazgo. Realizamos un estudio detallado de las formas y figuras y tomamos fotografías que nos permitieran realizar posteriormente un estudio comparativo con otros grabados rupestres similares. Despues de observar los trazos, la profundidad de los mismos y las caracteríticas de la pátina que los recubre y el grado de erosión que han sufrido, comparándolos con otros similares de la oeste peninsular  (Aulagares, Galicia, fachada atlántica, Extremadura) podemos adelantar, pendientes de un estudio por expertos, que efectivamente nos encontramos ante unos auténticos grabados rupestres  con una datación preliminar relativa  en torno a finales de la Edad del Bronce ( aprox. 1.500 AC).

Son de unas características distintas a las de los  grabados rupestres de los Aulagares aunque dentro del mismo orden cronológico. Aparecen figuras irregulares esquemáticas que precisan de un estudio más detenido. Más adelante publicaremos las conclusiones de una investigación más detallada.

Para ver la serie completa de fotos y el dibujo sobrepuesto de la probable representación puede pinchar en este enlace.

ACTIVIDADES ECONÓMICAS RELACIONADAS CON EL APROVECHAMIENTO DEL TINTO Y EL ODIEL (I)

ACTIVIDADES ECONÓMICAS RELACIONADAS CON EL APROVECHAMIENTO DEL TINTO Y EL ODIEL (I)

En los siguientes capítulos vamos a profundizar en cada una de las tres facetas económicas  (lino, molinos harineros y aceche) relacionadas con el aprovechamiento de los ríos Tinto y Odiel, sus riveras y arroyos afluentes que hemos mencionado en el anterior artículo, pero en esta ocasión extendiendo el estudio a la Edad Moderna y analizando todos los aspectos que de una forma u otra tienen que ver con esa actividad económica. Empecemos en primer lugar por el lino.

El lino es una planta herbácea anual, de tallo recto y hueco, que alcanza un metro aproximado de altura, con florecillas de tonos azulados, que se cultiva en suelos frescos y profundos y del que se extrae una fibra que, debidamente tratada, se utiliza para elaborar tejidos que reciben este mismo nombre, igualmente de la semilla se obtiene el aceite de linaza.

El cultivo y tratamiento del lino no fue una actividad exclusiva o distintiva de Zalamea, estuvo bastante extendida en todos aquellos pueblos cuyo origen data de muy antiguo, siempre que lo permitiera la naturaleza de sus tierras, ya que formó parte de ese conjunto de trabajos artesanales que acompañan a la economía de subsistencia y que atienden a autoabastecer a la comunidad de aquellas materias que le son más necesarias: comida, techo y ropa. Entendemos, no obstante, que en Zalamea adquiere una especial significación tanto por la antigüedad de estos trabajos como por haber perdurados hasta finales del siglo XIX.

Documentalmente hay referencias directas a esta actividad en las Ordenanzas Municipales de 1535, pero se realizaban desde mucho tiempo atrás puesto que lo que se hace en ellas es regular una fase del proceso de elaboración, el enriado, y determinar las tasas que debían pagarse por utilizar las pesas y medidas del arzobispo, al que, recordemos, perteneció Zalamea una buena parte de la Edad Media.

            De los diferentes tipos de lino, el de Zalamea era de secano, circunstancia ésta que lo hacía ser considerado como de la mejor calidad. Se sembraba en vegas bajas y frescas, en general próximas a una corriente de agua y se utilizaba la semilla que se obtenía de cosechas anteriores. En los siglos XVII y XVIII, cuando parece que alcanzó las cotas más altas, la producción rondaba alrededor de las 250 arrobas con pequeñas oscilaciones hacía arriba o abajo según los años, aunque en algunas ocasiones fue preciso comprar lino en regiones próximas, Extremadura y Andalucía Oriental, para satisfacer la demanda local.

Una vez recolectado a principios de verano, se recogía en haces que se dejaban secar al aire libre, procediéndose a continuación después de extraerle la semilla a lo que se conocía con el nombre de enriado. Consistía este proceso en sumergir los haces de lino en agua para que por un proceso químico-bacteriológico natural se pudriese parte de los tallos leñosos y obtener así la fibra útil que después se hilaba y posteriormente se tejía. Los haces permanecían en el agua entre 8 y 10 días debiendo vigilarse la operación para sacarlos en su momento justo y así evitar que se deterioraran en su totalidad. La putrefacción del lino echaba a perder el agua de los charcos que se utilizaban para este menester y dada la importancia que el agua tenía para nuestros antepasados las ordenanzas municipales de 1535 regularon minuciosamente el uso de los denominados enriadero. Así, en los capítulos 70, 80 y 81 advierten que “… nadie sea osado de enriar lino en las riveras de esta villa fuera de los charcos señalados…” estableciéndose penas bastante elevadas. Igualmente se prohíbe que el enriado se realice “… hasta que deje de correr los tales arroyos o riveras y que estos  sea visto por el concejo o mandado que lo vean…” Razón lógica por otra parte puesto que el enriado, de correr la rivera, la contaminaría inutilizándola para otros usos. Había una excepción: la rivera del Odiel; desconocemos lo motivos aunque probablemente se debiera a que su caudal fuese más abundante o a que su lejanía del pueblo disminuía los efectos que la contaminación pudiera tener.

            La fijación por el concejo de charcos tenía dos finalidades: proteger el enriado del lino y a su vez al ganado para que no bebiese aguas contaminadas. Las charcas señaladas eran las siguientes: El charco de Don Vidal, en la rivera del arroyo molinos; en la rivera del Buitrón había dos, uno encima del camino del Buitrón Viejo y otro “ …que dicen de la Murtilla”; en el arroyo del Fresno tres charcas, la de Molenillo, Peña del alcornoque y la de la casa del Viejo; otro en el arroyo de Santa María de Riotinto (más tarde Nerva); otro charco en la tallisca de Abiud, en el arroyo de las casas; en la rivera del Jarrama dos charcos, el de la pasá del Madroño y en el camino del Madroño a las Cortecillas; y en Tamujoso, el charco bajo la casa de Nicolás Pérez.

            Una vez enriado había que secar el lino de nuevo, procediéndose después a majarlo con el fin de separar las partes ya descompuestas, sacudiéndolos  después con una pala de madera, operación que en Zalamea se conocía con el nombre de apadar. Por último se realizaba el rastrillado, trabajo que se hacía, como el mismo nombre viene a decirnos, con un rastrillo de púas de hierro que extraían las partes inservibles quedando la hebra que finalmente se hilaba con husos de hierro, especies de rodillo sobre los que se iba enrollando la hebra de lino, tejiéndose después por las mujeres, consiguiéndose así lienzos que era necesario curar en remojo con cenizas y dejándolo secar después al sol para blanquearlo.

            Los residuos o desperdicios que resultaban después de las operaciones de apadar y rastrillar el lino se usaban para obtener la estopa que se también se tejía o utilizaba para fabricar cuerdas y cordeles, operación para la que tenemos constancia existió una fábrica en Zalamea.

            El tejido del lino era puramente artesanal y tuvo pocas variaciones desde tiempos remotos , no llegando a convertirse, por lo que hemos averiguado, en una actividad industrial como lo fueron en su tiempo las fábricas de cera y las de cordobanes. Era un oficio propio de mujeres que se procuraban así la tela con la que confeccionar luego prendas y manteles. Una buena parte de la mujeres tejían para cubrir las necesidades de consumo  de su familia, mientras que otras trabajaban además por cuenta ajena con el fin de aportar un beneficio extra a la economía familiar. Según los datos que hemos manejado, en un momento determinado de la historia la inmensa mayoría de las mujeres del pueblo hilaban lino, es decir hacían hilos de lino con las fibras de esta planta, pero no todas tejían, esto debió ser un oficio que se transmitía de madres a hijas junto con el telar, la máquina de tejer. Las que no disponía de telar debía pedirlo prestado si sabían tejer o encargar a otras que les confeccionaran sus lienzos. También podían adquirirse en algunas tiendas donde se ponían a la venta.

            El telar que se utilizaba era un aparato sencillo constituido por cuatro piezas de madera que formaban un marco con su peine para ajustar los hilos y la lanzadera para atravesarlo. Se elaboraban lienzos de tres calidades, las dos primeras eran de lino y la tercera era de estopa. Cuando los documentos hacen referencia a telares no se habla de fábricas propiamente dichas sino de utensilios que las mujeres utilizaban para tejer; de esta manera en 1784 se mencionan la existencia de varios telares en el pueblo, cuatro años más tarde se habla que son 40 mientras que en 1792, se dice que son 22 telares y en 1801, 26. Conviene puntualizar, no obstante, que en los telares no se tejía sólo lino sino también lana  con la que se fabricaba excelentes mantas y prendas de vestir.

            Aunque los datos son confusos, podemos asegurar que esta actividad artesanal perduró hasta el siglo XIX existiendo aún familias en Zalamea que conservan prendas de lino tejidas y confeccionadas a mano por antepasadas más o menos recientes. A partir del siglo XIX esta actividad comienza a decaer. Por una parte la aparición de tejidos más prácticos y por otro el desarrollo del comercio que ha permitido un mejor acceso a distintos tipos de tejidos y prendas ya confeccionadas. En cualquier caso el descenso del cultivo del lino fue un fenómeno generalizado, llegando a ser en algunos lugares de hasta el 95 %. Los telares desaparecieron igual que hoy están desapareciendo los oficios de sastre y costurera que hasta hace unos 40 años eran muy comunes en los pueblos.

Imágen de la foto: Haces de lino preparados para su elaboración

Manuel Domínguez Cornejo       Antonio Domínguez Pérez de León

EL APROVECHAMIENTO DEL TINTO Y EL ODIEL EN LA EDAD MEDIA

EL APROVECHAMIENTO DEL TINTO Y EL ODIEL EN LA EDAD MEDIA

El Tinto y el Odiel son dos ríos que han tenido una importancia fundamental en el desarrollo histórico de Zalamea y su término municipal. El Odiel fuel el límite por el oeste del territorio zalameño desde que se conformaron sus lindes. El Tinto, sin embargo llegó  a estar dentro de su término ya que en la Edad Media este llegaba hasta la rivera del Jarrama, ambos tuvieron una papel señalado tanto en la prehistoria como en la Edad Antigua, no obstante, en esta ocasión vamos a detenernos en la Edad Media, que es el periodo en el que la explotación de ambos ríos alcanzó una importancia significativa para la economía de Zalamea.

Hay que distinguir el sentido de la función  que ambos ríos desempeñaron inicialmente. En primer lugar centrémonos en el Odiel. Fue este un río utilizado  especialmente en los aspectos agropecuarios; en aquellos momentos el río Odiel estaba libre de la contaminación producida por las actividades minerometalúrgicas, lo que suponía que sus aguas estaban limpias y eran susceptibles de ser aprovechadas para estas actividades: como bien es sabido su contaminación por las actividades mineras se ocasiona a finales del siglos XVIII y durante siglo XIX. Insistimos en que estamos situándonos en la Edad Media, con un panorama económico totalmente distinto al que se puede encontrar hoy. Para ello es necesario hablar del cultivo de una planta, hoy completamente olvidada, pero que en la época de la que hablamos ocupó un lugar destacado entre nuestras actividades económicas. Estamos hablando del lino. No vamos a extendernos en el proceso de obtención y elaboración, (para más información sobre el tema pueden consultar nuestro articulo “El lino, cultivado, hilado y tejido en Zalamea, revista de feria 1997, o en nuestra blog zalamealareal-historia.blogia.com), en este caso sólo recordaremos que para su aprovechamiento era necesario usar mucha agua  para “enriarlo”,  es decir mantener sumergido  durante un tiempo los manojos de lino una vez cultivado y recogido, con el fin de que se pudrieran las fibras no válidas y obtener las utilizables para tejer lo que resultaba una tela cuyo uso estaba muy extendido en el periodo que nos ocupa. Tenemos una prueba de lo que hablamos  en las Ordenanzas Municipales de 1535, capítulo 81, donde se menciona 

“Otro sí, después que los linos estuviesen enriados en Odiel…”

Bien es verdad que en algunos arroyos afluentes del río Tinto, libres de contaminación, también se utilizaron para enriar linos como se menciona en el capítulo 80 de estas mismas ordenanzas cuando dice:

“Otros en el arroyo de Santa María de Rio Tinto”

Otro aspecto a destacar por su  relevancia fue el aprovechamiento de la fuerza hidráulica  para mover los molinos harineros que se levantaron en el cauce de ambos ríos.

Está documentado que en la Edad Media la provincia de Huelva tuvo una intensa actividad cerealística   a la que no fue ajena Zalamea y como consecuencia de ello se levantaron numerosos  molinos harineros en los cauces de los ríos Tinto y Odiel.

Se han publicado excelentes trabajos sobre los molinos harineros de estos ríos, entre los que merece destacar los publicados en diversos medios por Adriano Gómez Ruiz y por Ricardo Gómez Ruiz.

El uso de la fuerza hidráulica en los molinos no requería limpieza en sus aguas y era compatible con su uso paralelo para otros menesteres. De la documentación consultada, así como de lo que hemos podido averiguar, se desprende que en Zalamea en el río Odiel hubo cinco molinos harineros, de los cuales tenemos indicios suficientes para asegurar que 4 de ellos tienen su origen en el Medievo; por su parte en el río Tinto, donde se encontraban  la mayor parte de los molinos de nuestro pueblo, existieron un total de 18 molinos de los que tenemos constancia que al menos 16 ya existían en la Edad Media. Encontramos  una prueba de ello cuando en el Libro de los Privilegios de 1592 se menciona:

 “…el arrendamiento de 16 molinos que están en el río Tinto”.

 Todos estos molinos reflejan la importancia de una actividad que debió generar rentas sustanciosas a sus propietarios o usufructuarios y sobre la que se generó una cultura arquitectónica y un movimiento económico  que en otra ocasión trataremos con más profundidad.

Pero no sólo la actividad agropecuaria centró la explotación de los ríos. Otra también muy interesante proporcionó riqueza al municipio, aunque los beneficios repercutieran en otros estamentos. Nos estamos refiriendo al acije o aceche que se obtenía en aquella época exclusivamente en el río Tinto ya que, por su elevado índice de contenido de metales en sus aguas, se precipitaba en forma sólida  en algunas zonas de sus márgenes.

Lo que popularmente se conocía como “acije” o “aceche” es la caparrosa, un sulfato nativo de cobre, hierro o cinz  usado en medicina y tintorería y especialmente  por esto último en la Edad Media fue muy apreciado.

Para conocer su importancia en aquella Zalamea del Arzobispo veamos lo que nos dicen las Ordenanzas Municipales de  1535, en el capítulo 127:

Otro sí, que cada y cuando hubiere acije en los ríos  que los alcaldes sean obligados a los mandar guardar hasta que se coja y que todos los ganados que no anden por ellos ni pasen sino por las pasadas siguientes, por la pasada del Val de las Tablas, y por  Paredes  Rubias y por encima del molino de Juan Nicolás y por el Argamasilla. Y que pasen los tales ganados acogidos. Y si fueren hallados en otra parte en los dichos ríos o no pasaren de la manera que dicha es que pague de pena por cada entrada cincuenta maravedís, la mitad para el concejo y la otra mitad para la persona que lo acusare.”

Estas severas sanciones reflejan la relevancia que tenía para el concejo la producción de acije. Y estaría justificado en tanto con ello se pagaban las rentas al arzobispo, a cuyo señorío, no olvidemos, perteneció Zalamea durante un gran parte de la Edad Media (1279-1580). El acije precipitado en el márgenes del río Tinto eran recogido por grupos  de mujeres y jóvenes enviadas por el concejo en el mes de agosto cuando el caudal del río estaba en su  nivel más bajo y su extracción era más fácil. Todos los indicios apuntan a que su producción se reservaba, como hemos dicho para el arzobispo. Así nos lo dice el clérigo Diego Delgado, que recorrió el antiguo término de Zalamea  en 1556, en su crónica:

“y ansí todas las orillas de este río están llenas de aceche…”

“ …son obligados los concejos de enviar sus cuadrillas de mujeres y mozas e mozos en todo el mes de agosto  a coger este aceche y con este aceche pagan al Arzobispo de Sevilla ciertos tributos, de los cuales ellos están obligados los concejos, y otras personas no lo pueden cogen en ningún tiempo, `porque es suyo, del Arzobispo, so pena de graves penas…”

Hemos querido dar  sólo un ligero esbozo  del aprovechamiento que con el lino, los molinos harineros y el aceche se hizo del Tinto y del Odiel en Zalamea, una estampa muy  distinta de la que nos presenta  el olvido en el que hoy están sumergidos.

Imagen de la ilustración:

Ruedas de moler colocadas en el interior de un molino harinero de origen medieval remodelado posteriormente.

 

Manuel Domínguez Cornejo                Antonio Domínguez Pérez de León

 

LOS FERROCARRILES DE ZALAMEA LA REAL

LOS FERROCARRILES DE ZALAMEA LA REAL

La historia del ferrocarril en Zalamea parece haber estado marginada. Es como si esa parte de nuestro pasado hubiese caído en el olvido y no hubiese interés  por recuperarla.  Sin embargo durante aproximadamente un siglo, desde el último tercio del siglo XIX hasta pasada la mitad del siglo XX, el ferrocarril llegó a formar parte de nuestras vidas, fue durante un tiempo nuestra principal vía de comunicación con el resto de la Cuenca Minera, con Valverde y Huelva y  determinó en gran manera el desarrollo urbanístico del pueblo. Además podemos decir con orgullo que nuestro pueblo fue el único de la comarca que dispuso de dos líneas ferroviarias distintas, cada una de ellas con su estación correspondiente, y uno de los pueblos con mayor longitud de tendido ferroviario comprendido en su término municipal de toda la provincia. Hablemos un poco de ello, al menos para hacer justicia a este capítulo de nuestro pasado.

             Empecemos diciendo que el tendido de la red ferroviaria en nuestra localidad estuvo relacionado en todo momento a la actividad minera y que los otros usos vinieron asociados a  ella. Nos vamos a limitar entonces a la historia del ferrocarril en Zalamea ya que para conocer la historia general del ferrocarril de Riotinto y Buitrón existen excelentes trabajos publicados en los que el lector que desee profundizar encontrará bastante información.

             El primer ferrocarril que llegó a Zalamea no fue, contrariamente a la creencia popular, el de Riotinto, sino el de El Buitrón. La Compañía que explotaba las Minas de El Castillo de El Buitrón ya había terminado un tendido ferroviario desde San Juan del Puerto hasta Mina de El Castillo que se terminó de construir en 1870 y que obligó a levantar pasada la aldea de El Buitrón, sobre el arroyo de Los Aldeanos, un puente  metálico de 62,50 m. de largo y 17 metros de altura, que aún puede contemplarse, aunque, por desgracia, muy deteriorado; pero en 1873 adquiere la Mina de la Poderosa, por aquel tiempo en el término municipal de Zalamea la Real ya que El Campillo no se segregaría hasta 1931, y se planteó construir un ramal hasta Zalamea, con un ancho de vía  de 1,067 m., el ancho de los ferrocarriles ingleses, para prolongarlo después hasta Poderosa. En el trayecto del Empalme a Zalamea  fue necesario construir un túnel de 129 m. de longitud, conocido como el túnel de los Membrillos. Al final del mismo, en dirección a Zalamea, había un apeadero y una estación de aprovisionamiento de agua para las máquinas. Este ramal se abrió al tráfico el 6 de Febrero de 1875, 29 años antes que el ramal de Riotinto a Zalamea. En las afueras de nuestro pueblo, hacía el este, se construyó una estación con sus dependencias y unas cocheras con plato giratorio para cambio de vías. Esta circunstancia vino a determinar que en torno a la nueva estación se construyeran casas para albergar a los operarios del ferrocarril y a sus familias. Este barrio, inicialmente, fue conocido como barrio de la Estación, a secas, lo de vieja vino más tarde.

             A continuación la compañia de El Buitrón comenzó a tender otro ramal para llegar a Poderosa, curiosamente con un ancho de vía inferior, 0,76 m, lo que obligaba a cambiar el ancho de los vagones y de las máquinas en la estación de Zalamea. Este ramal atravesaba la actual carretera en las cercanías de El Campillo siguiendo las zonas de menor desnivel aunque llegados al curso del río Tintillo, afluente del Odiel, tuvo que salvar un pendiente para llegar hasta el nivel del río de aproximadamente un kilómetro de longitud y un 33% de pendiente. Para salvar este desnivel se ideó un ingenioso sistema que permitiría el ascenso y bajada de los vagones de una manera segura, para lo que se instaló una máquina de vapor fija en la parte más alta que con un cable enganchado a los vagones permitiría subirlos  y bajarlos, aunque no sin riesgos ya que se produjeron varios accidentes. Esta máquina de vapor dio nombre al lugar que aún es conocido como “La Fija” donde aún puede apreciarse su ubicación.

             Volviendo de nuevo al ramal que terminaba en Zalamea, hay que decir que el gobierno obligó a la empresa minera a que enganchara varios vagones que permitiera el transporte de pasajeros y así lo hizo desde 1875 hasta 1934, convirtiéndose posiblemente en el principal medio de comunicación con Valverde y Huelva. Después de ese año fue interrumpido reanudándose nuevamente en 1942 cuando la propia compañía de El Buitrón cedió a FEVE  las instalaciones del ferrocarril que estuvo funcionando hasta 1967. Durante este último periodo, para el  trasporte de viajeros se puso en funcionamiento una máquina automotor, que los más mayores recordarán, que hacia el trayecto hasta San Juan del Puerto donde los viajeros tenían que hacer trasbordo para coger el tren que venía de Sevilla en dirección a Huelva.

             No podemos dejar de menciona al hablar del ferrocarril de El Buitrón  del ramal que la compañía ALKALY, nueva propietaria de la Minas de El Castillo, construyó en 1909 para unir las Minas del Tinto y Santa Rosa con las de Sotiel, también con una ancho de vía de 1,067 m. Este ramal comunicó una de las minas más activas de nuestro término a principios del siglo XX con el trazado de El Buitrón. Esta variante necesitó de la construcción de un imponente puente sobre el río Odiel del que aún se conservan sus pilares.

             La otra red ferroviaria era la de Riotinto. El ferrocarril que unía esta explotación con Huelva lo construiría la nueva compañía inglesa tras comprar las minas en 1873, destinándole igualmente un ancho de vía de 1,067 m. iniciándose ese mismo año y quedando finalizado en 1875. No sería hasta principios de siglo cuando la compañía proyecto la construcción de dos nuevos ramales, uno hasta Nerva y otro hasta Zalamea. Éste último, que es el que nos interesa, fue bien recibido por las autoridades locales que lo llevaban demandando hacia tiempo y  al que contribuyeron  con 40.000 ptas. y la cesión de los terrenos de propios por donde circularía la vía, construyéndose una estación al final del trayecto que llegó a conocerse con el nombre de Estación Nueva, para distinguirla de la ya existente, la antigua estación del Buitrón, denominada a partir de entonces como Estación Vieja.

            El tramo hasta Zalamea fue inaugurado el 20 de Junio de 1904, para lo que se celebró, tras un  multitudinario recibimiento al primer tren, una comida popular que tuvo lugar en la todavía no concluida Plaza de Abastos. Igual que ocurrió con la compañía del Buitrón, el gobierno obligó a la empresa minera a que transportase también viajeros y esa fue la principal función de este ramal aunque también se usó para transportar provisiones y mercancías para Riotinto. Todo lo cual quedó perfectamente reflejado en una reglamentación que ha llegado hasta nosotros y que recoge los costes y condiciones de los usuarios. De esta manera durante muchos años el ferrocarril fue prácticamente el único medio de comunicación que los zalameños utilizaron para trasladarse al resto de los pueblos de la Cuenca Minera. De él hacían uso no sólo los trabajadores sino todos los ciudadanos en general y en los últimos años los estudiantes a los que, en el caso de ser hijo de mineros, la empresa facilitaba un “pase” gratuito. En los años de tráfico más intenso llegó a haber hasta nueve  trenes diarios entre Riotinto y Zalamea. Todo ello sin contar lo trenes especiales que se montaban, - también en la línea de El Buitrón-, en ocasiones especiales como era el caso de las  corridas de toros de Zalamea que gozaban de gran renombre en los pueblos de alrededor. El servicio quedó suspendido al final de los años 60. Con ello se cerró la historia del ferrocarril en Zalamea; sin embargo aún quedan vestigios que todos debemos esforzarnos en conservar, trazado, puentes, estaciones y túneles, porque sin duda forman también parte de nuestro patrimonio.

 Foto del artículo:

Tren saliendo de la Estación Vieja, tras los vagones de mineral van los de pasajeros.

Manuel Domínguez Cornejo            Antonio Domínguez Pérez de León

 

EL ALCALDE DE ZALAMEA DE LOPE DE VEGA

EL ALCALDE DE ZALAMEA DE LOPE DE VEGA

Ante la reciente publicación de un libro relacionado con el tema del título que encabeza este artículo quisiéramos aclarar una cuestión.

Antes de nada queremos decir que el libro nos parece muy interesante y recomendable, felicitamos a sus autores y les agradecemos que nos mencionen expresamente; pero en la página 11 aparece un texto atribuido a un escritor extremeño, José Damián Gil Pizarro. Queremos puntualizar que este autor lo copió literalmente de nuestro artículo “El alcalde de Zalamea de Lope de Vega. Una duda razonable” que publicamos en la Revista de Feria de Zalamea la Real del año 2001(imagen de la foto), tras una larga investigación que hicimos sobre la obra y los fundamentos de Lope de Vega, y posteriormente vuelto a publicar por nosotros mismos en internet en esta blog (zalamealareal-historia.blogia.com) en dos ocasiones, la primera el 24 de marzo de 2010 y la segunda años después. Dicho escritor, José Damián Gil Pizarro, se puso en contacto con nosotros en 2012 para tratar la cuestión, como puede verse en los mensajes recibidos en el pie del artículo, y que publicó el texto en el periódico HOY sin nuestro conocimiento. Hemos creído conveniente aclarar todas estas circunstancias para evitar malos entendidos.

Dicho todo esto, para los interesados que no lo leyeran en su momento, volvemos a publicar el texto íntegro de aquel artículo que en su día suscitó mucho interés entre los aficionados a la historia.

EL ALCALDE DE ZALAMEA  LOPE DE VEGA. UNA DUDA RAZONABLE

  En ningún momento habíamos llegado a poner en tela de juicio, en el tiempo que llevamos investigando sobre la historia de Zalamea la Real, que el suceso original que da pie al drama titulado "El alcalde de Zalamea" ocurriera en Zalamea de la Serena.  Por un lado admitíamos algo que es comúnmente aceptado en círculos literarios y por otro siempre hemos creído que en nuestro pasado hay suficientes hechos de interés que justifican la entidad histórica de nuestro pueblo sin necesidad de ser identificado con el de la obra dramática. Sin embargo, desde hace unos años, algunas circunstancias han venido a sembrar en nosotros la duda y, cediendo a la natural inclinación humana por la curiosidad, decidimos dedicar algún tiempo a su investigación, investigación que, como veremos, nos deparó pequeñas sorpresas.

             Todo empezó en el año 1995 cuando se recibe en Zalamea - la nuestra - una carta de un vecino de Zurbarán (Badajoz) que hacía referencia a un texto del libro "La Hegemonía Española" de la Historia Universal de la Editorial Daimon. Consultada la referencia, en ella se asegura que el suceso tiene lugar en una aldea de la provincia de Huelva. Evidentemente Zalamea la Real. En un primer momento seguimos sin darle importancia pero en 1998 se publica la obra "Felipe II y su tiempo" de Manuel Fernández Álvarez por la Editorial Espasa, obra muy completa y documentada sobre la época de Felipe II; pues bien su autor asegura, en la página 218, que la Zalamea de Pedro Crespo es Zalamea la Real. Son ya dos afirmaciones  en el mismo sentido y esta última no puede tomarse a la ligera por cuanto la realiza todo un catedrático de Historia, reconocido especialista en la Edad Moderna. Cualquiera comprenderá que la cuestión merece, al menos, que se le dedique algún tiempo.

             Como es lógico la principal fuente de información se centra en la obra de teatro en sí. "El Alcalde de Zalamea" pertenece al género que en literatura es conocido como de "historia y leyenda española", en él se agrupan las obras que tienen como fondo argumental un hecho histórico o leyenda que en la época alcanza cierto difusión y que el autor utiliza modificando, a veces, el argumento para darle fuerza dramática e introduciendo personajes nuevos hasta el punto que, en ocasiones, el suceso original queda disfrazado de manera que resulta difícil reconocerlo. En el caso de "El alcalde de Zalamea" vamos a dar por supuesto la veracidad del suceso aunque sin determinar de principio dónde, cuándo y cómo.

            Antes de continuar hay que recordar, quizás para aclarar la perplejidad que en algunos puede haber causado el título de este artículo, que, como muchos de ustedes ya sabrán, existen dos versiones de "El alcalde de Zalamea"; una, la más conocida y también la que según los expertos alcanza mayor riqueza literaria y dramática, es aquella de la que es autor Calderón de la Barca, pero existe otra, más desconocida, con el mismo título, atribuida a Lope de Vega. La primera que se escribió, alrededor de 1610, fue la de Lope, la de Calderón es posterior, sobre 1642. Parece ser que Calderón toma la idea de Lope, modificando algo el argumento y algunos personajes, aunque bien es verdad que enriqueciéndolo literariamente hasta el punto de que con el tiempo oscureció la primera. En ninguna de las dos se aclara terminantemente a cual de las dos "Zalamea" se refiere. Justo es reconocer que en el "Alcalde" de Calderón hay indicios que hacen pensar que pudo tratarse de Zalamea de la Serena; en él se habla de que el grueso de las tropas al que pertenecen los soldados que entran en el pueblo se halla en Llerena y que su maestre de campo, Lope de Figueroa, se encuentra  en Guadalupe, ambas poblaciones extremeñas. En relación con Lope de Figueroa, que aparece en ambas obras, conviene significar que es un personaje que existió realmente; se trata de un militar que estuvo en Flandes con el duque de Alba y parece ser participó también en la campaña de Portugal. Como veremos más adelante, este detalle puede tener también su importancia.

             Continuando con la obra de Calderón,  el contexto en el que se desarrolla hace suponer que las tropas se dirigen a Portugal o regresan de allí. Está comprobado que en 1580 Felipe II concentra tropas en Badajoz con el fin de hacerlas entrar en Portugal, precediéndole,  para dar apoyo militar a sus derechos dinásticos al trono luso y Zalamea de la Serena se encuentra próxima a esa ruta.

             Sin embargo leyendo con detenimiento la obra de Lope, que no olvidemos fue la primera en escribirse y por lo tanto la más cercana al suceso original, advertimos algunos detalles dignos de tener en consideración. En primer lugar no hay referencias ni a Llerena ni a Guadalupe, se habla sólo de soldados que pasan por el pueblo y se alojan en él, van también a hacer la campaña de Portugal pero parece que el rey tiene intención de enviar el tercio de Lope de Figueroa, como así lo confiesa él mismo, a las islas Terceras (Azores) para mantenerlas en orden y evitar que de allí pueda partir alguna rebelión, con lo que bien pudiera ir a embarcarse en algunos de los puertos andaluces, lo que sitúa a nuestra Zalamea en su ruta. En segundo lugar se mencionan dos personajes significativos que no figuran luego en el "alcalde" de Calderón: Bartolo el de Berrocal y Juan Serrano;  el primero tiene como referencia de origen del personaje un pueblo cercano al nuestro con el que se mantuvo una gran relación en tiempos pasados; el segundo es un personaje cuya existencia real está documentada en  Zalamea, en el Libro de los Privilegios, primero como regidor y después como alcalde, precisamente en el periodo en el que se sitúan los hechos (1580 - 1583).

 En la versión de Lope sorprende, por otra parte, el uso de expresiones, apellidos y nombres que fueron muy comunes en nuestro pueblo, aunque, para no faltar a la verdad, hay que decir que pudieron serlo también de cualquier otro pueblo del sudoeste peninsular.

             Veamos ahora cuándo pudieron tener lugar los hechos. Menéndez y Pelayo supone que el suceso debió ocurrir entre 1580 y 1581 por los indicios que se contienen en ambas obras. Efectivamente en ellas se habla, como ya hemos dicho, del envío de tropas a Portugal para apoyar los derechos dinásticos de Felipe II al trono del país vecino, país al que se desplaza el propio rey en persona siguiendo al ejercito, hechos que acaecen en aquellos años, aunque no es descartable que pudieran ocurrir también al regreso, que se produce en 1583.

             En ese periodo nuestro pueblo, en aquel tiempo Zalamea a secas ya que el apelativo la Real lo obtuvo más tarde, se encuentra inmerso en un proceso de emancipación del señorío arzobispal y anexión a la corona. Desgraciadamente las actas capitulares correspondientes a esos años desaparecieron del archivo municipal y el único documento que aporta información es el Libro de los Privilegios de 1592. En él no aparece ningún alcalde llamado Pedro Crespo pero se narra un suceso ocurrido el 21 de Septiembre de 1582 en el que un alcalde ordinario, Alonso Pérez León, se enfrenta a un juez comisionado real que pretende desposeerlo de su vara haciendo caso omiso de un privilegio concedido un año antes; se trata de un hecho en el que se defiende el honor y la dignidad de un pueblo ante el abuso de autoridad del comisionado. Por cierto la persona a la que éste nombra nuevo alcalde es ¡Juan Serrano! que a la sazón vivía en la calle de la Iglesia

             Hay otro aspecto que conviene resaltar. Durante su desplazamiento de Madrid a Lisboa para coronarse rey de Portugal, Felipe II despacha con frecuencia asuntos relacionados con nuestro pueblo, en concreto firma de su puño y letra seis documentos relacionados con el proceso de emancipación del arzobispado, el primero es un alvala fechado en Madrid el 25 de Diciembre de 1579; antes de partir hacia Lisboa firma otros dos, una carta de privilegio el 19 de febrero de 1580 y al día siguiente, 20 de Febrero, una provisión. Estando en Mérida, el 15 de Mayo de 1580, firma la carta de desmembración del arzobispado; más tarde en Badajoz, el 3 de Noviembre de 1580, firma otra cédula- provisión relacionada con el mismo asunto y estando ya en Lisboa el 17 de Noviembre de 1581  firma una cédula haciendo entrega a nuestros antepasados de la jurisdicción y rentas. Desde luego si hay una Zalamea que al rey, y a la austera corte que le acompaña, debió sonarle, entre los asuntos menores que hubo de tratar en ese tiempo, fue la nuestra.

             Es difícil precisar hoy como debió ocurrir - si ocurrió - el suceso original que dio origen a la leyenda que su vez sirvió de base al argumento de ambas obras. Indudablemente se trató de una cuestión de honor. Entre ese momento y la primera versión de la obra transcurren casi 30 años, tiempo suficiente como para que los hechos se tergiversen, si además se le añaden las modificaciones que los autores le introducen para dramatizarlo, resulta que puede ser realmente difícil averiguarlo. Puede que incluso Lope de Vega, y más tarde Calderón, tengan conocimiento de una leyenda que sitúen al azar en un pueblo cualquiera de España. Y por qué no en nuestra Zalamea si en aquellos momentos sonó en la Corte aunque por motivos distintos    

            A pesar de todo lo expuesto queremos dejar suficientemente claro que no podemos afirmar que el suceso que dio origen al famoso drama se desarrollara en Zalamea la Real. Carecemos de pruebas concluyentes que así puedan demostrarlo pero después de leer a Lope de Vega pensamos que hay lugar para una duda razonable.

 Manuel Domínguez Cornejo                      Antonio Domínguez Pérez de León