LA GUERRA CIVIL EN ZALAMEA LA REAL (IV)
La represión por ambos bandos
El 19 de Julio de 1936, una vez conocida la sublevación militar del día anterior, un grupo de exaltados y extremistas de izquierda realizaron una serie de actuaciones de destrucción de símbolos religiosos y represión contra personas que se habían destacado por sus posiciones de derecha. De esta manera ese grupo, en su mayor parte compuesto por hombres y mujeres venidos de pueblos colindantes, se dirigieron a la Iglesia y le prendieron fuego. Sus dependencias, muchas obras de arte y bienes de valor fueron destruidos y el techo de este edificio religioso se derrumbó por efecto de las llamas. El mismo día se prendió también fuego a las ermitas e imágenes que contenían en su interior. Todas ellas quedaron seriamente dañadas. Al mismo tiempo, ese día, fuerzas del bando republicano comenzaron a detener y encarcelar a personas que tenían un marcada significación política de derechas y que eran consideras sospechosas de simpatías con el golpe militar, librándose de la ejecución por la actitud de firmeza de los comités políticos locales que situados en la puerta de la cárcel impidieron el acceso a los exaltados. Esta misma posición es la que mantuvo el alcalde ordinario de ese momento Cándido Caro que impidió que un grupo de mineros procedente de El Campillo pudieran entrar y prender fuego a la cárcel con los presos dentro, como parece ser era su intención.
Pero la situación se invierte a partir del 25 de Agosto de 1936 con la toma de Zalamea por las fuerzas nacionales. Naturalmente durante la batalla se produjeron bajas por ambas partes que oficialmente se elevaron a tres en el bando nacional, dos de ellos guardias civiles, y 7 en el bando republicano, aunque en realidad las cifras pudieron ser más elevadas, ya que las víctimas de las acciones de guerra fueron abandonados o enterrados en el mismo lugar del enfrentamiento, puesto que no se hicieron prisioneros.
Después de la entrada de los nacionales se inició un proceso de represión que, como coinciden en señalar numerosos autores, se distingue del anterior por su carácter sistemático e institucionalizado, en el que se puede distinguir dos fases. La primera se originó nada más terminar la ocupación del pueblo por las tropas nacionales con el fin de depurar a los políticos y dirigentes de izquierda que se habían destacado por la defensa de los intereses de la República.
En un primer momento se ordenó a todos los hombres que se presentaran ante las puertas del Ayuntamiento y siguiendo las indicaciones que desde la planta alta les hacían a los responsables militares destacadas personalidades del pueblo afines a los sublevados se procedía a la detención de los primeros dirigentes de izquierda. Los días siguientes continuaron las detenciones directamente en los domicilios de los afectados. Los detenidos tras la batalla por la toma del pueblo fueron ejecutados de forma inmediata, los que fueron apresados con posterioridad iban siendo sacados de madrugada del depósito municipal y llevados a las proximidades del cementerio donde eran fusilados y enterrados a continuación en una fosa común de aquel recinto. Esta forma de ejecución originaba situaciones verdaderamente dramáticas ya que los familiares que les llevaban cada día el desayuno no hallaban a sus esposos, hermanos o hijos encontrándose con la dura realidad que significaba aquella ausencia.
En esta primera fase se produjeron las siguientes víctimas: en los 6 días que quedaban de Agosto de 1936 fueron fusiladas 23 personas, en el mes de Septiembre se producen 30 ejecuciones, pero una vez pasada la intensidad de estos primeros meses, y debido en parte a la presiones de las autoridades provinciales para evitar la mala imagen que pudiera trascender del nuevo régimen, las ejecuciones disminuyeron; en Octubre las víctimas fueron 5 y en el mes de Noviembre hubo 3.
A partir de ahí se paralizaron y no conocemos oficialmente víctimas hasta el primer trimestre de 1937 cuando comienza la segunda fase de represión que abordaremos en el siguiente capítulo.
2 comentarios
Jordi -
Mi tía (que por entonces había sido su novia) ya lo había dado por fallecido cuando años más tarde rergesó a Zalamea.
Pilar -