EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (VII)
Llegado este punto es necesario referirnos particularmente a los dólmenes de área de El Pozuelo, que es donde vienen a ponerse de relieve, de manera más significativa, y casi exclusiva, todo lo que hasta ahora hemos venido diciendo. Es en estos dólmenes, por sus características constructivas, donde viene a materializarse de manera más expeditiva la convergencia de las culturas que van a influir a su vez en el perfil cultural y económico de estos pueblos. Tal y como mencionamos en otra parte de este trabajo, las influencias orientales y la metalurgia, de la que ya hablaremos más adelante, son los elementos que imprimen dinamismo a la difusión de esta nueva cultura. Podemos apreciarlo perfectamente en el propio enterramiento que aparece en El Pozuelo, donde observamos como a los dólmenes de una sola galería se les ha ido añadiendo cámaras anexas, tomando una configuración propia. De esta manera vemos como, en algunos sepulcros de este área, encontramos una más que sospechosa similitud con los templos prehistóricos egeo-anatólicos, como es el caso del dolmen nº 13 y el templo de Gigantija, en Goza (Malta), lugar de origen, así mismo, de un tipo de ídolo cruciforme denominado mas tarde en el sur peninsular como ídolo almeriense.
En qué medida, pues, la metalurgia es el elemento dinamizador del que hemos hablado? Pues sencillamente porque el pueblo que la conoce disfruta de una posición más avanzada tecnológica y socialmente y esta circunstancia impone una difusión más rápida de su cultura. La metalurgia no supuso sólo la llegada de nuevas prácticas económicas, sino también de nuevas costumbres religiosas y sociales que, sin suplantarla, van a incidir en la organización socioeconómica de los pueblos que habitan nuestra zona.
Después de todo lo dicho anteriormente procede abordar como era la organización social de estos pueblos, tarea nada fácil y que, en todo caso, se mueve en el terreno de la hipótesis.
En los últimos años hemos descubierto dos emplazamientos circunvalados uno de ellos de paredes y rocas, uno en las cercanías de la mina de Chinflón y otro en el lugar conocido como Las Perulas que muestran en superficie restos de cerámica y que bien pudiera tratarse de poblados semifortificados cuyo estudio y excavación por profesionales, si confirmaran esa eventualidad, podría arrojar luz sobre algunas de las oscuridades que aún proyecta la cultura dolménica de El Pozuelo, ya que hasta ahora los únicos elementos de los que podemos deducir nuestra conclusiones son: el espacio de habitabilidad, la ubicación y disposición de los enterramientos, el propio monumento megalítico y el ajuar.
Basándonos en estos tres elementos y con suma cautela deducimos que probablemente se tratara de grupos poblacionales dispersos que ocupan y aprovechan zonas fértiles, que en el caso de El Pozuelo, estarían situadas al norte de los enterramientos. Es difícil establecer la relación que pudiera existir entre estos grupos poblacionales, que a su vez estarían divididos en clanes familiares; estos clanes familiares estarían sujetos a una unidad superior, en la que uno de los elementos o factor común sería el culto religioso o funerario. Geográficamente cada clan ocuparía un espacio determinado dentro del área general en el que se dispersa el grupo poblacional al que pertenece. No sería muy aventurado concluir en que cada grupo dispondría de un lugar, que podemos denominar sagrado, en el que construyen sus monumentos funerarios, lugar que se constituye como marca territorial e identificativa de dicho grupo; en él es muy posible que cada dolmen correspondiese a un clan determinado. El número de ellos estaría, pues, en relación directa con la densidad de cada grupo poblacional; así el número de clanes que lo componen determinarían el número de dólmenes y el de personas que forman el clan el tamaño y envergadura de aquellos. Por ejemplo, en el área de El Pozuelo, observando la disposición de los distintos grupos poblacionales, uno que utilizaría como zona de culto y lugar de enterramiento la zona al este de Chinflón (Dólmenes 1, 2, 3 y 4), otro en torno al Cabezo de El Chivito (dólmenes 5, 6, 7, 8, 9) y un tercero en Los Lomeritos ( dólmenes 11 y 12).
La economía de estos grupos en general, y de los clanes en particular, se basaría en una agricultura de subsistencia y en una ganadería pastoril que quizá tuviese mayor relevancia, aprovechando las especies autóctonas, como podrían ser cerdos y cabras principalmente; así mismo, la caza y la recolección de frutos silvestres ocuparía un papel destacado. Hay otro elemento más que no debemos olvidar; se trata de la minería, que tendría un papel significativo, no tanto porque las actividades mineras supongan un aspecto fundamental de su economía sino por las implicaciones sociales y culturales que conlleva, circunstancia que trataremos detenidamente más adelante.
Probablemente el clan no ocuparía de manera permanente un lugar, sino que realizaría periódicos desplazamientos, que si bien eran limitados, vendrían impuestos por el agotamiento de los recursos de los lugares que habitan. Dentro de cada clan se infiere una organización social en la que uno de sus miembros ostentaría una jefatura sobre el resto, como se desprende del hallazgo de algunos objetos del ajuar (báculo del dolmen nº 4) que refleja una distinción entre las personas enterradas, denotando una posición preeminente; así mismo es probable, que en el clan hubiese personas, dentro de su organización social básica, que realizasen funciones específicas, y el algunos casos exclusivas, para cubrir algunas necesidades de sus miembros. De igual forma, dado que el principal nexo de unión de los distintos clanes que integran un grupo poblacional son los cultos religiosos y funerarios, dentro de él, e independientemente del clan al que perteneciese, existía una figura que ostentaría una especie de liderazgo religioso común a todos ellos. En determinados momentos, claves para la vida de estos grupos, los clanes se aglutinarían en torno a esta figura, como podría ser algún tipo de manifestación religiosa o cultural, o para la construcción de un dolmen, en la que sería preciso la intervención de todos los miembros válidos. No es de descartar que el clan al que perteneciese esta figura dispusiera de una posición preponderante respecto a las demás.
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