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ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

Edad Contemporánea

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ZALAMEA LA REAL (IV)

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ZALAMEA LA REAL (IV)

EL GENERAL BALLESTEROS LLEGA A ZALAMEA

La disgregación por la zona de las fuerzas locales integradas en las partidas contribuyó a crear una situación generalizada de temor que  provocó que muchas personas civiles se marcharan del pueblo buscando refugio en el campo, sin embargo, el 19 de Marzo de 1810, el vizconde de Gante, general en jefe del ejercito, desde su cuartel general de la Pueblo de Guzmán, con el fin de subir la moral de la población y servir de acicate a la resistencia, manifestó a esta villa su satisfacción por la patriótica conducta del leal pueblo de Zalamea la Real y le expresa su deseo de contribuir con su tropa a la gloriosa defensa  de la villa y que a costa del mayor sacrificio remite el 4º Batallón de voluntarios de Sevilla para auxiliarle en su esfuerzo contra el enemigo.

Entretanto  el pánico se  adueñó de la población que seguramente debió quedar desguarnecida según se deduce de una comunicación que  los justicias de Zalamea envían al señor vizconde manifestando que no podían nombrar diputado para celebrar junta el día 29 de Marzo porque la proximidad del enemigo a esta villa en los días anteriores había motivado que salieran huyendo de ella algunos clérigos y capitulares así como vecinos honrados con su familia que no habían regresado ni  se sabía de  su paradero.  

 A finales de Marzo o  principios de Abril de 1810 llega por fin un destacamento del ejército español al mando del general Francisco Ballesteros, destacamento que se había formado con milicianos y guerrilleros de todo tipo aunque no es de descartar que hubiera un cierto número de soldados con sus suboficiales correspondientes. Desconocemos si se trataba del prometido por el vizconde de Gante. En cualquier caso la llegada de este ejército al pueblo responde posiblemente a una estrategia destinada a consolidar el dominio en la zona ya que los franceses habían establecido su cuartel general en el Castillo de las Guardas y desde allí enviaron tropas con la misión de ocupar la zona de las minas y en concreto Zalamea la Real. No olvidemos que en la fecha en la que nos encontramos Zalamea es el único pueblo de la Cuenca Minera ya que Nerva, Campillo y Riotinto eran por aquel entonces pedanías que formaban parte de su jurisdicción.

 Se trataba entonces Zalamea de un pueblo que a principios del siglo XIX tenía una configuración más reducida que la actual, el centro giraba en torno a la actual avenida de Andalucía  y se prolongaba hacia el sur por  las calles  Rollo y San Sebastián y hacía el norte por la calle San Vicente. Sus límites por el este era la calle Tejada, la calle Egido y Don Juan Díaz González. El cabezo Martín estaba desconectado del núcleo de la población. El número de habitantes rondaba entre 3.500 y 4000 personas incluidas las que residían en las aldeas. Su economía se basaba fundamentalmente en la agricultura con una concentración de las propiedades en unas pocas familias que además ostentan el poder político alternándose en el gobierno municipal. También existía una importante actividad industrial derivada de las faenas agrícolas, tenerías, fábricas de aguardiente, telares y lagares de cera. 

Manuel Domínguez Cornejo           Antonio Domínguez Pérez de León

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ZALAMEA LA REAL (III)

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ZALAMEA LA REAL (III)

LA BATALLA DE PALANCO

Animados, al parecer, por el éxito de la emboscada de Santa Olalla que narramos en el capítulo anterior se formó una compañía de tiradores con fecha de 8 de Marzo de 1810. Este grupo estaba diferenciado de otras partidas que se habían formado en las aldeas.

 Pero aquel suceso provocó una represalia por parte de las tropas francesas. Ésta se produjo el 11 de Marzo de 1810. Procedente de Valverde del Camino, salió un destacamento francés, compuesto por unos 150 o 200 hombres entre caballería e infantería, con la intención de ocupar Zalamea. Los zalameños fueron advertidos de este hecho por el alcalde pedáneo de El Pozuelo y se sintieron extrañados de que el pueblo vecino de Valverde no les informara debidamente de este movimiento de tropas. Puede que la intención de este destacamento no fuera tanto castigar la rebeldía de los habitantes de la cuenca sino controlar la zona que, sin duda, era un lugar de interés económico para ellos. Pero puede que también influyera que la compañía minera disponía de armas y explosivos que entregaban a las autoridades locales para resistir la invasión francesa. Las crónicas dicen que se reaccionó con rapidez formándose, de nuevo, una partida integrada por zalameños, operarios de las minas y otros voluntarios de los pueblos de alrededor amén de algunas tropas regulares  que salieron al paso de ese grupo de franceses. Se juntaron, pues, según algunos cálculos, alrededor de 800 hombres. Al frente de ellos va un teniente de infantería del regimiento de Línea de Córdoba, Don Pedro Pierre. A las 8 de la noche se avista el grupo de franceses y se prepara todo para atacarlos al romper el día.

 La confrontación tuvo lugar en el barranco de Palanco, donde llegaron a enfrentarse ambas partidas. El lugar exacto de este suceso no se sitúa exactamente, como se creyó al principio, junto a la mina de Palanco sino más hacia el oeste, en el camino real que atraviesa la rivera de esta mina. Posiblemente se tratara de una escaramuza sin mayor significación que se resolvió favorablemente para nuestros antepasados. Parece ser que una avanzadilla de los nuestros tuvo un primer enfrentamiento para atraer a las fuerzas francesas hasta donde les esperaba el resto de los tropas españolas, lugar  donde se produce una serie de descargas que hacen retroceder a los franceses de nuevo hacia Valverde. El balance de víctimas fue de tres muertos por parte española y entre 8 y 10 franceses. La superioridad numérica, el conocimiento del terreno y el factor sorpresa inclinaron la batalla hacia nuestro lado. Como puede verse habían conseguido su objetivo, pero esta victoria no se tradujo en un control efectivo de la comarca ya que el empuje de las tropas francesas no se haría esperar.

 Al día siguiente, la noche del 12 de Marzo, se produjo una situación de alarma al llegar una noticia, difundida por un vecino, al que se tildó más tarde de traidor,  de que aprovechando la ausencia de las fuerzas que se habían enfrentado en Palanco, procedente de Calañas se acercaba un destacamento francés para saquear el pueblo, lo que provocó el pánico e hizo que muchas mujeres huyeran de la población y fue necesario enviar una petición de auxilio a las poblaciones cercanas. La noticia resultó ser falsa aunque durante tres días el pueblo estuvo sobrecogido por el temor.

 El día 14 de Marzo se acuerda por la justicia de esta villa, la Junta Militar de Aracena y los pueblos inmediatos, que formaron una especia de Junta de resistencia, defender esta sierra de toda invasión y se determina que las fuerzas reunidas por nuestra parte se mantendrían por el lado de Valverde sin internarse en la Campiña para no dejar desamparado a este pueblo por petición del antes mencionado teniente, don Pedro Pierre, comandante de las fuerzas españolas. A peswar de ello, algunos grupos de milicianos hicieron incursiones en algunos pueblos de esa comarca para intentar recuperar los botines requisados anteriormente por los franceses. 

 Imagen de la foto: En las inmediaciones del lugar que se reproduce en la fotografía se desarrolló probablemente la batalla de Palanco

Manuel Domínguez Cornejo               Antonio Domínguez Pérez de León

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ZALAMEA LA REAL II

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ZALAMEA LA REAL II

PRIMEROS ENFRENTAMIENTOS. EL EPISODIO DE SANTA OLALLA

 Aunque después de llegar la noticia los zalameños se prepararon para rersistir, las tropas francesas tardaron en llegar al pueblo algún tiempo por lo que al principio los componentes de las milicias que se formaron tuvieron poco trabajo. Puede que parte de ellos se integrasen en el ejército regular o formara una partida que actuara fuera del pueblo como seguramente pudo ocurrir cuando se notifica a este Ayuntamiento que los franceses intentaban penetrar en estos reinos por la villa de Alcautín en Portugal, hacia donde se concentraron voluntarios de todos los pueblos del norte de Huelva para salirles al encuentro.

             El 16 de Julio de 1809, se recibe una carta de don Juan González Ramos, capellán, que solicita del cabildo alojamiento para él y su ayudante. Presumiblemente se trataría de una comisión encargada de animar a los lugareños a resistir. El clero en su conjunto atizó como estamento la guerra y la sostuvo con sus bienes, exhortaciones y el ofrecimiento radical de sus personas. En la administración no hubo junta local que no tuviera presente algún clérigo. Los motivos de su intervención fueron tanto patrióticos como interesados, en tanto les convenía  resistir por la expoliación sistemática de los bienes religiosos que llevaban a cabo tropas francesas allí por donde pasaban.

            La guerra en España originó dos tipos de fuerzas militares. Un ejército regular que con el tiempo fue puesto bajo el mandato del duque de Wellintong, después de que los ingleses apoyaran de manera interesada, desde luego, la rebelión española, y otra la guerrilla que en ocasiones se integró dentro del ejército regular aunque en su mayor parte formaron grupos separados que a veces llegaron a contar con un nivel considerable de hombres.

El ejército regular que operó en Zalamea estuvo a cargo del general español Francisco Ballesteros. Este hombre era un militar nacido en Zaragoza que tuvo a sus órdenes una división que le asignó la Junta de Asturias y que unió a la de Blake y a la de Castaños, mandó una división de infantería en la batalla de la Albuera y encabezó el ejército que se movió por Andalucía, se negó a aceptar el nombramiento de Wellintong como jefe supremo y rechazó operar bajo su mando por lo que fue cesado, aunque posteriormente fue llamado de nuevo para que se reincorporara al mando.

Volviendo de nuevo a lo que sucede en nuestro pueblo, que se convierte en el centro de resistencia a los franceses en la zona, en febrero de 1810 se conoce que un destacamento francés se dirigía a Badajoz por el camino de Santa Olalla. Se trataba de un destacamento perteneciente a un ejército de mayor envergadura que había salido de Sevilla para conquistar el sur de Extremadura y Badajoz, su capital. Enseguida el Ayuntamiento convocó a los vecinos y se formó una partida al mando de don Juan Santana de Bolaños, apoyados por don Vicente de Letona, director de las reales minas de Riotinto, personaje que llegaría a protagonizar diversos hechos destacables de resistencia a los franceses de los que hablaremos más adelante y de los que hemos sabido gracias a un documento que conocemos como “el expediente Letona”  merced al cual hoy podemos saber y aclarar gran parte de lo ocurrido en aquellos años. Pero continuemos con los hechos ocurridos en Febrero de 1810. Don Juan Santana de Bolaños fue un empresario zalameño, alcalde en varias ocasiones y conocido estraperlista, que encabezaría varias partidas integradas por paisanos zalameños que se enfrentaron en repetidas ocasiones a las tropas francesas. Pues bien este hombre   salió con una partida compuesta de numerosos milicianos en dirección al camino  a Santa Olalla para interceptar a las tropas francesas. Acudía con una promesa del tesorero de las minas, Atanasio José Rodríguez, que ofreció una gratificación por todos aquellos franceses a los que se le diera muerte. Para demostrarlo exigió que se le presentasen las orejas de los enemigos abatidos. La munición y el armamento necesario los proporcionó don Vicente de Letona del arsenal de las minas de Riotinto. Desconocemos el lugar exacto donde tuvo lugar el enfrentamiento, ni tan siquiera el número de combatientes  que componían cada  bando, aunque sí podemos asegurar que el factor sorpresa debió ser muy importante, pues parece difícil de  creer que uno cuantos voluntarios pudieran vencer de  una manera taxativa a un grupo de soldados debidamente pertrechados y seguramente veteranos del ejército francés. Puede que la partida original que salió de Zalamea se viera incrementada por voluntarios del resto de las poblaciones de la Cuenca Minera  y de otros pueblos de la sierra. El caso es que la victoria de los zalameños fue total según las fuentes de la época  y acabaron con todos los componentes del destacamento francés y con el fin de demostrar que así era, recordando la promesa de Atanasio José Rodríguez, se ocuparon de obtener las siniestras pruebas que les exigió este hombre. De esta manera regresaron al pueblo con las orejas de los enemigos abatidos ernsartadas en palos y picas

 Manuel Domínguez Cornejo       Antonio Domínguez Pérez de León

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ZALAMEA LA REAL (I)

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA EN ZALAMEA LA REAL (I)

LA NOTICIA LLEGA A ZALAMEA.

 Durante las próximas semanas iremos publicando por capítulos un trabajo inédito sobre un tema que  últimamente se ha puesto de actualidad: La guerra de la Independencia española. Trataremos cómo se vivieron aquellos años en nuestro pueblo, qué resistencia se opuso y cómo se sufrió las penalidades de la guerra que como veremos ofreció a la vez episodios tristes y gloriosos   también en Zalamea.

             El  origen de la invasión por los franceses del territorio español se encuentra en dos factores que lo propician. Por un lado el afán expansionista de Napoleón y por otro la debilidad de la monarquía española que venía cayendo en picado en los últimos años. El detonante fue el tratado de Fonteneblau, firmado el 8 de octubre de 1807 por el que teóricamente España y Francia invadirían Portugal para convertirlo en un reino satélite de Francia. Por aquel tiempo Godoy, ministro de Carlos IV ansiaba ocultamente ceñir la corona del país vecino. Manuel de Godoy y Álvarez de Faria, de madre portuguesa, fue favorito del rey entre 1792 y 1797 y nuevamente entre 1801 y 1808. Al final de esta etapa mantuvo una política de alianza con la Francia de Napoleón que le hizo doblegarse a sus exigencias y que llevó a la firma del tratado de Fonteneblau que  permitió que las tropas francesas penetraran en España para invadir Portugal, país que quedaría dividido en tres partes, una de las cuales sería concedida a Godoy. Por lo tanto el mariscal Junot atraviesa la frontera española con ese fin. Pronto se pone de relieve las verdaderas intenciones de los franceses que no son otras que hacerse con el gobierno de la nación española, ocupando las principales plazas de España. Continúan entrado tropas francesas en nuestro país, al frente de las cuales Napoleón pone al general Murat, su cuñado, con el que Junot no mantuvo buenas relaciones. Por su parte, manejando con habilidad el enfrentamiento tácito entre el futuro Fernando VII y su padre Carlos IV, Napoleón consigue quitar de en medio a la familia real española y trasladarla a Francia donde ambos, padre e hijo, dieron un espectáculo bochornoso. En Bayona se suceden una serie de abdicaciones  que desembocan en la renuncia por parte de Carlos IV del trono  en  favor  de Napoleón que finalmente nombra a su hermano José Bonaparte como rey de España. Sin embargo en las instituciones españolas se tiene la sensación de que Fernando VII fue una víctima inocente de la trama del emperador y el Consejo de Castilla y las Cortes de Cádiz lo consideraron como el único y legítimo rey de los españoles, que recibió popularmente el apodo de “El Deseado”

              Entretanto en España, ante la salida de los infantes del palacio real de Madrid, se produce una rebelión del pueblo que estalla sin que nadie los dirija directamente, aunque bien es cierto que hubo cabecillas y militares de graduación intermedia que se pusieron inmediatamente al frente de esta sublevación. El ejercito francés controló la situación ejerciendo después una dura represión sobre los participantes, pero el levantamiento del 2 de Mayo de 1808 en Madrid fue como una piedra en el agua, originó un efecto de onda que enseguida se propagó por todo el territorio peninsular.

             En Móstoles, localidad cercana a la capital, los alcaldes ordinarios de esta población publican un bando dando cuenta de los hechos que trasladan por la carretera de Extremadura hasta Andalucía.

             El bando decía así:

 “Señor justicia de los pueblos a quienes se presentase este oficio de mí, el alcalde de Móstoles: Es notorio que los franceses apostados en la cercanía de Madrid y dentro de la Corte han tomado la defensa sobre este pueblo capital y las tropas españolas; de manera que en Madrid está corriendo a estas horas mucha sangre; como españoles es necesario que muramos por el rey y por la patria, armándonos contra unos pérfidos que so color de amistad y alianza nos quieren imponer un pesado yugo, después de haberse apoderado  de la  augusta persona del rey; procedamos, pues, a tomar la activa providencia `para escarmentar tanta perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos y alertándonos, pues no hay fuerzas que prevalezcan contra quienes leales y valientes como los españoles lo son. Dios guarde a vuestras mercedes muchos años."

Móstoles 2 de mayo de 1808.

             Este comunicado salió de Móstoles llevado por un mozo de postas por  el camino de Extremadura hasta Andalucía.

             El bando se extendió de forma rápida e inusual para la época. Llegó a Zalamea desde Mérida a  través de Fuente del Maestre, Higuera de Fregenal, Cumbres Mayores, Fuente de León, Cañaveral de León, Cortelazor, Hinojales, Aracena y Campofrío. Así pues el día 7 de Mayo de 1808 a la una de la madrugada, tan sólo cuatro días después de lo ocurrido en Madrid, llegó la noticia de aquel hecho, instando a la resistencia de todos los pueblos contra los franceses.  con instrucciones de que a la vez se transmitiera a los pueblos vecinos. Y ese mismo día, a las dos de la madrugada, salieron emisarios de Zalamea en dirección a Calañas, Valverde y a las nueve  de la mañana hacia Sevilla.

             No se tardó mucho en reaccionar, de manera que el día 10 de Mayo se reunió el cabildo zalameño así como otros personajes de relevancia del pueblo para tratar lo sucedido en Madrid y se acordó que se publicara una petición a todos los vecinos mayores de 16 años y menores de 45 para que se alistaran en una especie de milicia urbana a la que se le asignó la función de resistir a los franceses, petición que también fue enviada a  las aldeas. De igual manera se acordó que a los componentes de estas partidas se les pagara seis reales diarios a modo de gratificación. Se nombran entre sus miembros sargentos y cabos para que instruyan a los milicianos.

 Manuel Domínguez Cornejo             Antonio Domínguez Pérez de León

LOS FERROCARRILES DE ZALAMEA LA REAL. UNA HISTORIA OLVIDADA

LOS FERROCARRILES DE ZALAMEA LA REAL. UNA HISTORIA OLVIDADA

             La historia del ferrocarril en Zalamea parece haber estado marginada. Es como si esa parte de nuestro pasado hubiese caído en el olvido y no hubiese interés  por recuperarla.  Sin embargo durante aproximadamente un siglo, desde el último tercio del siglo XIX hasta pasada la mitad del siglo XX, el ferrocarril llegó a formar parte de nuestras vidas, fue durante un tiempo nuestra principal vía de comunicación con el resto de la Cuenca Minera, con Valverde y Huelva y  determinó en gran manera el desarrollo urbanístico del pueblo. Además podemos decir con orgullo que nuestro pueblo fue el único de la comarca que dispuso de dos líneas ferroviarias distintas, cada una de ellas con su estación correspondiente, y uno de los pueblos con mayor longitud de tendido ferroviario comprendido en su término municipal de toda la provincia. Hablemos un poco de ello, al menos para hacer justicia a este capítulo de nuestro pasado.

             Empecemos diciendo que el tendido de la red ferroviaria en nuestra localidad estuvo relacionado en todo momento a la actividad minera y que los otros usos vinieron asociados a  ella. Nos vamos a limitar entonces a la historia del ferrocarril en Zalamea ya que para conocer la historia general del ferrocarril de Riotinto y Buitrón existen excelentes trabajos publicados en los que el lector que desee profundizar encontrará bastante información.

             El primer ferrocarril que llegó a Zalamea no fue, contrariamente a la creencia popular, el de Riotinto, sino el de El Buitrón. La Compañía que explotaba las Minas de El Castillo de El Buitrón ya había terminado un tendido ferroviario desde San Juan del Puerto hasta Mina de El Castillo que se terminó de construir en 1870 y que obligó a levantar pasada la aldea de El Buitrón, sobre el arroyo de Los Aldeanos, un puente  metálico de 62,50 m. de largo y 17 metros de altura, que aún puede contemplarse, aunque, por desgracia, muy deteriorado; pero en 1873 adquiere la Mina de la Poderosa, por aquel tiempo en el término municipal de Zalamea la Real ya que El Campillo no se segregaría hasta 1931, y se planteó construir un ramal hasta Zalamea, con un ancho de vía  de 1,067 m., el ancho de los ferrocarriles ingleses, para prolongarlo después hasta Poderosa. En el trayecto del Empalme a Zalamea  fue necesario construir un túnel de 129 m. de longitud, conocido como el túnel de los Membrillos. Al final del mismo, en dirección a Zalamea, había un apeadero y una estación de aprovisionamiento de agua para las máquinas. Este ramal se abrió al tráfico el 6 de Febrero de 1875, 29 años antes que el ramal de Riotinto a Zalamea. En las afueras de nuestro pueblo, hacía el este, se construyó una estación con sus dependencias y unas cocheras con plato giratorio para cambio de vías. Esta circunstancia vino a determinar que en torno a la nueva estación se construyeran casas para albergar a los operarios del ferrocarril y a sus familias. Este barrio, inicialmente, fue conocido como barrio de la Estación, a secas, lo de vieja vino más tarde.

             A continuación la compañia de El Buitrón comenzó a tender otro ramal para llegar a Poderosa, curiosamente con un ancho de vía inferior, 0,76 m, lo que obligaba a cambiar el ancho de los vagones y de las máquinas en la estación de Zalamea. Este ramal atravesaba la actual carretera en las cercanías de El Campillo siguiendo las zonas de menor desnivel aunque llegados al curso del río Tintillo, afluente del Odiel, tuvo que salvar un pendiente para llegar hasta el nivel del río de aproximadamente un kilómetro de longitud y un 33% de pendiente. Para salvar este desnivel se ideó un ingenioso sistema que permitiría el ascenso y bajada de los vagones de una manera segura, para lo que se instaló una máquina de vapor fija en la parte más alta que con un cable enganchado a los vagones permitiría subirlos  y bajarlos, aunque no sin riesgos ya que se produjeron varios accidentes. Esta máquina de vapor dio nombre al lugar que aún es conocido como “La Fija” donde aún puede apreciarse su ubicación.

             Volviendo de nuevo al ramal que terminaba en Zalamea, hay que decir que el gobierno obligó a la empresa minera a que enganchara varios vagones que permitiera el transporte de pasajeros y así lo hizo desde 1875 hasta 1934, convirtiéndose posiblemente en el principal medio de comunicación con Valverde y Huelva. Después de ese año fue interrumpido reanudándose nuevamente en 1942 cuando la propia compañía de El Buitrón cedió a FEVE  las instalaciones del ferrocarril que estuvo funcionando hasta 1967. Durante este último periodo, para el  trasporte de viajeros se puso en funcionamiento una máquina automotor, que los más mayores recordarán, que hacia el trayecto hasta San Juan del Puerto donde los viajeros tenían que hacer trasbordo para coger el tren que venía de Sevilla en dirección a Huelva.

             No podemos dejar de menciona al hablar del ferrocarril de El Buitrón  del ramal que la compañía ALKALY, nueva propietaria de la Minas de El Castillo, construyó en 1909 para unir las Minas del Tinto y Santa Rosa con las de Sotiel, también con una ancho de vía de 1,067 m. Este ramal comunicó una de las minas más activas de nuestro término a principios del siglo XX con el trazado de El Buitrón. Esta variante necesitó de la construcción de un imponente puente sobre el río Odiel del que aún se conservan sus pilares.

             La otra red ferroviaria era la de Riotinto. El ferrocarril que unía esta explotación con Huelva lo construiría la nueva compañía inglesa tras comprar las minas en 1873, destinándole igualmente un ancho de vía de 1,067 m. iniciándose ese mismo año y quedando finalizado en 1875. No sería hasta principios de siglo cuando la compañía proyecto la construcción de dos nuevos ramales, uno hasta Nerva y otro hasta Zalamea. Éste último, que es el que nos interesa, fue bien recibido por las autoridades locales que lo llevaban demandando hacia tiempo y  al que contribuyeron  con 40.000 ptas. y la cesión de los terrenos de propios por donde circularía la vía, construyéndose una estación al final del trayecto que llegó a conocerse con el nombre de Estación Nueva, para distinguirla de la ya existente, la antigua estación del Buitrón, denominada a partir de entonces como Estación Vieja.

            El tramo hasta Zalamea fue inaugurado el 20 de Junio de 1904, para lo que se celebró, tras un  multitudinario recibimiento al primer tren, una comida popular que tuvo lugar en la todavía no concluida Plaza de Abastos. Igual que ocurrió con la compañía del Buitrón, el gobierno obligó a la empresa minera a que transportase también viajeros y esa fue la principal función de este ramal aunque también se usó para transportar provisiones y mercancías para Riotinto. Todo lo cual quedó perfectamente reflejado en una reglamentación que ha llegado hasta nosotros y que recoge los costes y condiciones de los usuarios. De esta manera durante muchos años el ferrocarril fue prácticamente el único medio de comunicación que los zalameños utilizaron para trasladarse al resto de los pueblos de la Cuenca Minera. De él hacían uso no sólo los trabajadores sino todos los ciudadanos en general y en los últimos años los estudiantes a los que, en el caso de ser hijo de mineros, la empresa facilitaba un “pase” gratuito. En los años de tráfico más intenso llegó a haber hasta nueve  trenes diarios entre Riotinto y Zalamea. Todo ello sin contar lo trenes especiales que se montaban, - también en la línea de El Buitrón-, en ocasiones especiales como era el caso de las  corridas de toros de Zalamea que gozaban de gran renombre en los pueblos de alrededor. El servicio quedó suspendido al final de los años 60. Con ello se cerró la historia del ferrocarril en Zalamea; sin embargo aún quedan vestigios que todos debemos esforzarnos en conservar, trazado, puentes, estaciones y túneles, porque sin duda forman también parte de nuestro patrimonio.

 Foto del artículo:

Tren saliendo de la Estación Vieja, tras los vagones de mineral van los de pasajeros.

Manuel Domínguez Cornejo            Antonio Domínguez Pérez de León

CRONOLOGÍA DEL PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL DE ZALAMEA LA REAL

CRONOLOGÍA DEL PATRIMONIO HISTÓRICO Y CULTURAL DE ZALAMEA LA REAL

            Hemos venido observando que, si bien es verdad que el conocimiento sobre nuestro patrimonio está cada vez más extendido, también es cierto que aún hay gran cantidad de personas que posiblemente no tengan conciencia de la importancia de  los elementos más singulares que lo componen y de la época en que tuvieron su origen. Hemos creído, pues, conveniente hacer una especie de cronología que sitúe en el tiempo aquellos edificios, documentos o construcciones que por su valor histórico, cultural o testimonial conforman hoy una parte importante de nuestro patrimonio. Al mismo tiempo hemos querido reseñar, en algunos casos, unas referencias comparativas al contexto histórico general que, a veces, puede contribuir a apreciar la verdadera dimensión de lo que tenemos tan cerca.

 DÓLMENES DE EL POZUELO: Son, como casi todo el mundo sabe, grandes sepulcros colectivos que fueron levantados entre  2.800 y  2.500 años antes del nacimiento de Cristo. Son los primeros monumentos de importancia en Zalamea y sin lugar a duda uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de Andalucía.

 GRABADOS RUPESTRES DE LOS AULAGARES: Los grabados fueron realizados por nuestros antepasados  en el 1.800 antes de Cristo en la finca de ese nombre, próxima a Zalamea la Real, en plena Edad del Bronce

             Estas dos manifestaciones artísticas demuestran el poblamiento de nuestro término en épocas remotas y sitúan a Zalamea entre las localidades de mayor interés en el estudio de la Prehistoria en Andalucía. Hay quien opina que en la cultura megalítica está el origen de la civilización tartésica. En Oriente se desarrollaban las civilizaciones  mesopotámica y  egipcia pero aún faltaba más de mil años para la mítica fundación de Roma

 ERMITA DE SAN BLAS: Construida en el siglo XIV se trata quizá de la más antigua ermita de nuestro pueblo, anterior incluso a la de San Vicente. Aprovechó las ruinas de un edificio anterior

 ERMITA DE SAN VICENTE: Primer tercio del siglo XV, su construcción se inició sobre 1425.

             Cuando se construyen estas ermitas España estaba dividida en cuatro reinos, Navarra, Castilla, Aragón y el reino moro de Granada que aún tardaría bastantes años en ser conquistado a los musulmanes y todavía no había nacido Colón, el hombre que 67 años más tarde protagonizaría el descubrimiento de América. Zalamea, aunque sometida al señorío del arzobispado de Sevilla, formaba parte del reino de Castilla, gobernado entonces por Juan II, padre de la futura reina Isabel la Católica. Este rey, por cierto, firmó una cédula que reconocía la existencia de fincas comunales en nuestro pueblo.

 ERMITA DE SAN SEBASTIÁN: Construida a mediados del siglo XVI aunque en el siglo XVIII se le hizo una gran reforma, después se destinó a la devoción de una imagen de La Pastora.

0RDENANZAS MUNICIPALES: Fechadas en 1535, se trata de un manuscrito de valor incalculable. Fueron sancionadas por un arzobispo, hermano del famoso poeta de la época Jorge Manrique. España estaba bajo el gobierno de Carlos I, nieto de los reyes Católicos aunque oficialmente la reina seguía siendo aquella pobre desgraciada, inteligente, pero  mentalmente inestable, conocida como Juana  La Loca. Los españoles fundan Lima la actual capital del Perú y extienden su imperio por América

 LIBRO DE LOS PRIVILEGIOS: Firmado en 1592. Se trata de un extenso documento que otorga una serie de privilegios al pueblo y en el que figura la firma autógrafa, hecha de su propia mano, del rey Felipe II, el monarca más poderoso del orbe en aquel momento. España extendía sus dominios por todos los continentes  y aunque sumida en una profunda crisis económica, militarmente imponía sus condiciones al resto del mundo, sus tercios eran temidos allí donde llegaban.

 IGLESIA PARROQUIAL: El edificio actual data del siglo XVIII, aunque en el mismo lugar existía ya en el siglo XIV una primitiva iglesia que probablemente utilizó para su construcción materiales de un edificio anterior, quizá romano; más tarde fue sustituido por otro templo, antecesor del actual, que se comenzó a construir sobre 1560, comenzándose la torre en 1606 un años después de que Cervantes escribiera la primera parte del Quijote

EL SEPULCRO: Construido en 1777, con motivo de la fundación en nuestro pueblo de la Vía Sacra. España vive la época de la Ilustración y experimenta un cierto resurgimiento cultural y político bajo el reinado de Carlos III. Un año más tarde, en 1778, se construía en Madrid la famosa Puerta de Alcalá en honor a este rey. Los Estados Unidos no era aún un país independiente

CASA CILLA: Siglo XVIII. Edificio destinado originalmente a guardar el trigo procedente de los diezmos.

 ESTACIÓN VIEJA: Construida en 1875. En este año la compañía que explotaba las Minas del Castillo de El Buitrón hace llegar hasta Zalamea un ramal de la línea que  ya unía  El Buitrón con San Juan del Puerto y que fue el primer ferrocarril que se construye en la provincia de Huelva, anterior incluso al de Riotinto, y uno de los primeros de España. Así pues, nuestro pueblo es uno de los primeros municipios del país en recibir los síntomas de  la revolución industrial En España es la época de la restauración en la persona de Alfonso XII, bisabuelo del rey actual después de la breve experiencia republicana

 PLAZA DE TOROS: Data de 1879, aunque en el mismo lugar existía un corralón que se utilizaba para hacer festejos taurinos. Posteriormente  sufrió algunas modificaciones como las de 1909 y 1950 que sirvieron para añadirle nuevas filas de gradas y más toriles.

 PLAZA DE TALERO: Inaugurada El 20 de Mayo de 1890. Se adecuó un espacio ya existente y se erige en el centro un busto de D.Juan Talero, el diputado defensor de los pueblos en la cuestión de los humos de Riotinto. Es el único monumento en los pueblos de la Cuenca Minera que recuerda los sucesos de 1888 que llevaron a esta comarca a la primera plana de las noticias nacionales. A la inauguración no pudo asistir Talero que murió dos años antes, a la edad de 28 años. En contra de la creencia popular no era zalameño. Había nacido en un pueblo de Córdoba. Alfonso XII había fallecido y el país se regía por el sistema de bipartidismo bajo la regencia de María Cristina, segunda esposa del rey.

 ESTACIÓN NUEVA O DE RIOTINTO: Inaugurada en 1904 cuando la compañía inglesa decide extender un ramal hasta Zalamea para transportar obreros y mercancías a los centros de trabajo. Zalamea se convierte en uno de los pocos pueblos que cuenta con dos estaciones de ferrocarril distintas destinadas al transporte público.

 PLAZA DE ABASTOS: Inaugurada el 21 de Septiembre de 1904, algunos meses después del ferrocarril de Riotinto. Por cierto que aunque no estaba abierta oficialmente, en ella se celebró el acto y el banquete de inauguración de la estación nueva.

CEMENTERIO: fue abierto el 14 de Abril de 1907. Este cementerio, con las modificaciones posteriores es el que podemos contemplar hoy, vino a sustituir a otro anterior, conocido popularmente como cementerio viejo que se construyó en 1813 que estaba en el solar que hoy ocupa el Instituto.

 GRUPO ESCOLAR VIEJO Y EL JARDÍN: Su construcción tardó algunos año pero fue inaugurado el 25 de Abril de 1910. En estos años reina ya en España Alfonso XIII.

 SALÓN RUIZ TATAY: Construido en 1930, es el último de los edificios singulares  que analizamos hoy. En el país el descontento popular se extiende, dimite Primo de Rivera  y algunos meses más tarde, en Abril de 1931, se proclamaría la II República.. Fue adquirido por el Ayuntamiento y reformado recientemente.

 Manuel Domínguez Cornejo        Antonio Domínguez Pérez de León

LAS MINAS DE ZALAMEA LA REAL

LAS MINAS DE ZALAMEA LA REAL

 La minería ha sido una de las  riquezas de nuestro pueblo, y no nos estamos refiriendo a las minas de Riotinto, cuya explotación en los últimos 125 años la convirtió en la principal fuente generadora de empleo en la Cuenca Minera y que quizá sea tema de otro artículo teniendo en cuenta que pertenecieron a Zalamea hasta 1841; estamos hablando de las minas de Zalamea, de todas aquellas explotaciones enclavadas en el término  actual que en algún momento dieron ocupación  a muchos zalameños.

 Cualquier aficionado a perderse andando por estos campos encontrará hoy, a veces con riesgo para su integridad física, socavones, casas abandonadas, edificios impropios de estos parajes, escombreras, extrañas coloraciones del suelo, testigos todo ello de la vida y  el trabajo de muchos hombres, algunos de ellos de Zalamea y otros llegados de lugares a veces remotos. 

 La minería dejó poca huella en el pueblo o en las aldeas, salvo contadas excepciones. Es como si Zalamea hubiese querido dar la espalda a una actividad que era poco menos que una traición a sus raíces agrícola-ganaderas. En el casco urbano hay pocos edificios o dependencias que sean propios de los trabajos mineros; las empresas que explotaron las minas prefirieron, por diversas razones, establecer sus oficinas o centros administrativos en otros lugares. Nadie diría que en nuestro pueblo llegaron a explotarse, la mayoría de ellas casi simultáneamente, 19 minas, cuyos vestigios aún son visibles; número que se incrementaría si se incluyen otras que también pertenecieron al término pero que fueron incluidas dentro del que correspondió a las poblaciones que se segregaron de Zalamea, como fue el caso de Peña de Hierro en Nerva o La Poderosa  en Campillo.  

 Las labores mineras no fueron un elemento nuevo en la economía del pueblo, minas como Chinflón o  Tinto y Santa Rosa fueron explotadas en la Prehistoria y casi todas tienen vestigios de haber sido trabajadas en época romana, sin embargo no es hasta mediados del siglo XIX cuando recibieron un gran impulso que las convierte en explotaciones industriales a mayor o menor escala. A partir de ese momento se experimenta, primero imperceptiblemente y más tarde de forma más acusada, un crecimiento en el número de habitantes. Así vemos que mientras entre  1.826 y 1.850 el número de habitantes de Zalamea y sus aldeas pasa tan sólo de 3.500 a 3.765 personas,  siete años más tarde se incrementa sensiblemente y es ya de 5.117, motivado por los primeros síntomas de industrialización. Sabemos que ese año, en 1.857, ya estaban en explotación algunas minas de cierta importancia porque el alcalde, D. José Lorenzo Serrano, solicita, para cumplir un requerimiento de la Comisión de Estadísticas a efectos fiscales, que los establecimientos mineros le remitan los datos de la superficie de terreno que ocupan. A esta demanda responden minas como Cabezo del Tinto, Nuestra Señora de la Salud (Chaparrita), Lusencia, Poderosa, Peña de Hierro, Luisa e Inglesa.

 Curiosamente entre 1.872 y 1.873 hay un repentino interés por denunciar el hallazgo de nuevas minas, de esta manera vemos como en esos dos años se denuncian, sólo en el término de Zalamea 60 minas de manganeso, todas ellas al margen de las ya conocidas, algunas con nombres tan curiosos como la Intransigente, la Alegría, Efímera ilusión,  La Equivocada, La Esperanza o Lotería. Se trataba de registros que en la inmensa mayoría de los casos no pasaron de ahí.

 Sea como fuere en 1.877 Zalamea alcanza los 7.753 habitantes, más del doble de los que tenía 27 años antes. Diez años más tarde se observa una disminución notable, debido a la segregación de la aldea de Nerva, finalizando el siglo con una recuperación que vuelve a subir el número de pobladores del término a 7.335, debido a la pujanza económica de las pequeñas minas de Zalamea. A comienzos de siglo de nuevo vuelve a registrarse un incremento notable de la población que alcanza en 1.910 los 13.348 habitantes. Bien es verdad que una buena parte de ellos son debido a la mano de obra atraída por las minas de Riotinto, pero no exclusivamente, por ejemplo en el poblado minero  de El Tinto y Santa Rosa llegan a vivir 1.258 personas, y sin llegar a esa cifra otras pequeñas minas como Palanco, Guadiana, Castillo de Buitrón, Barranco de los Bueyes o la Gloria, vieron crecer en sus alrededores pequeños núcleos que se mantuvieron mientras duró su actividad. Incluso ya en 1943, fruto de un convenio entre el Ayuntamiento de Zalamea y Dª María Amor Fernández de Velasco, propietaria de las minas de Guadiana y Posterera, se hizo un proyecto para construir un poblado minero  en terrenos próximos a la primera. El Ayuntamiento se comprometió a adquirir los terrenos y solicitar al Instituto de la Vivienda la protección oficial de este proyecto que daría albergue a doscientos obreros. Proyecto que evidentemente no se llevó a cabo.

 Como dijimos anteriormente, al margen de las denuncias y registros que se efectuaron y de aquellas que se trabajaron ocasionalmente pero sin alcanzar una relevancia significativa, tan sólo 19 minas fueron explotadas con características  más o menos industriales. Las podemos clasificar en dos grupos, las de cobre, que fueron las de mayor importancia y las de manganeso, que registraron en las dos guerras mundiales una mayor demanda de producción. Queremos recordarlas, para que al menos quede constancia de ellas.

 Las de cobre fueron 11 cuyos nombres son: Tinto y Santa Rosa, Barranco de los Bueyes, Castillo de Buitrón, Chinflón, Masegoso, San José, La Morita, La Gloria, La Molinera, El Cañuelo y Rizón.

 Las de manganeso fueron 8: Palanco, Guadiana, Oriente, Aurora, Posterera, Cascajera, Malpérez y San Joaquín.

 Naturalmente no todas tuvieron el mismo nivel de producción, entre las de cobre destacan la del Castillo de Buitrón, Barranco de los Bueyes y Tinto y Santa Rosa; ésta última produjo en los primeros treinta años del siglo XX una media de 50.000 toneladas anuales de piritas, cifra que contrasta con las 101 que extrajo Chinflón en los tres años que median entre 1.907 y 1.910. Entre las de manganeso cabe destacar las de Palanco, Guadiana y Posterera. La producción de las de manganeso era adquirida en su mayor parte por una Sociedad Estatal para destinarla a fines militares.

 La inmensa mayoría de ellas dejaron de trabajarse a mediados del siglo XX, algunas por agotamiento del filón y otras por no existir demanda en el mercado, como fue el caso de las de manganeso. No es el momento, por el espacio que ocuparía, de detenernos en hacer una reseña de cada una pero sí de resaltar algunos aspectos de interés común a muchas de ellas como el hecho de que la minería supuso la introducción de nuevas tecnologías y de los primeros síntomas de la revolución industrial en el pueblo. El ejemplo más tangible es la construcción del ferrocarril. Poca gente es conocedora de que en el término de Zalamea se construyó el primer ferrocarril de la provincia de Huelva y uno de los primeros de España, anterior incluso al de Riotinto. Se trata de la línea férrea levantada por la sociedad que explotaba la mina del Castillo de Buitrón en 1870 para trasladar sus minerales desde allí a San Juan del Puerto, esta línea necesitó que se construyera un puente de hierro, el primero también de la provincia de esas características, para salvar la rivera próxima al Castillo, puente que está declarado como monumento de interés cultural aunque se encuentra hoy en lamentable estado. Tan solo 5 años más tarde, y como primera fase para llegar a la mina de La Poderosa, se construyó el ramal hasta Zalamea y la estación que hoy conocemos como "Vieja" uno de los pocos vestigios que, como mencionamos al principio, dejó la actividad minera en nuestro pueblo; allí se levantó un barrio para albergar a los operarios del ferrocarril. No fue la única mina que utilizo este medio para trasladar su producción de mineral, Palanco también tendió una línea férrea para conectarla con la del Buitrón a la altura del Tintillo pero, con un presupuesto más modesto, sus vagones hubieron de utilizar tracción animal en lugar de mecánica; igual ocurrió con la de Guadiana, aunque hay quien afirma que esta mina sí dispuso de una pequeña locomotora de vapor, hecho que no hemos podido corroborar.

 Por su parte la mina de El Tinto y Santa Rosa tendió así mismo una línea férrea que empalmaba con la mina de El Cuervo y Sotiel, uniéndose más adelante con el trazado de la de El Buitrón a San Juan del Puerto; también  esta línea debió levantar un enorme puente para salvar el río Odiel, puente del que aún se conservan cinco imponentes pilares.

 Otro aspecto destacable, y al que ya nos hemos referido, es el que nos muestra las poblaciones que se crearon en las inmediaciones de las minas, pequeños barrios obreros, de casas alineadas, que albergaron a los trabajadores y a sus familias, poblados en los que destacaba la casa del capataz o del jefe de la explotación que ocupaba un lugar diferenciado y que contrastaba con las de los obreros, más reducidas y adosadas, una junto a otras. Casas que fueron testigos de sus vivencias y en las que hasta tiempos bien recientes era posible contemplar detalles de la vida de aquellos hombres y sus familias. Casas en las que aún puede observarse crecer asilvestrados  el naranjo, la higuera o  el granado, o en los que todavía pueden encontrarse oxidados utensilios de cocina. Pero no todos los trabajadores que se ocupaban en la mina vivían cerca de ella, muchos residían en las aldeas o en la misma Zalamea, con lo que habían de recorrer  andando un largo trayecto diariamente para llegar a la mina, y volverlo a hacer después de una dura jornada de trabajo.

 Durante mucho tiempo agricultores y mineros compartieron un espacio común dentro del término, las bestias o las vagonetas trasladaban el mineral entre manadas de vacas o ante la atenta mirada de los campesinos, pero la convivencia no siempre fue apacible, los primeros no aceptaban de buen grado las actividades de los segundos y en muchos casos hubo enfrentamientos por los perjuicios que la explotación causaba a los campos; enfrentamientos que en ocasiones acabaron de forma violenta.

 Poblados como los de Palanco, Guadiana, Tinto y Santa Rosa, Castillo de Buitrón,  nos trasladaban, no hace mucho,  a una época no muy lejana, algunos de ellos han sido hoy destruidos en su totalidad, quizá convendría proteger lo que queda como testimonio de un tiempo en que Zalamea tuvo en su seno una intensa actividad minera.

 

Manuel Domínguez Cornejo             Antonio Domínguez Pérez de León

 

LA OCUPACION DE ZALAMEA LA REAL POR LAS TROPAS NACIONALES DURANTE LA GUERRA CIVIL

LA OCUPACION DE ZALAMEA LA REAL POR LAS TROPAS NACIONALES DURANTE LA GUERRA CIVIL

            Sin el menor género de dudas, uno de los  aspectos menos tratado de la historia de Zalamea es el periodo comprendido entre los años 1936-1939, en los que tuvo lugar la guerra civil española. Creemos que ha pasado el tiempo suficiente como para que se aborde el tema sin miedo  a abrir viejas heridas, con objetividad, sin el apasionamiento que la cercanía de los hechos infunde a su conocimiento. En esta ocasión trataremos de contar como fue la ocupación del pueblo por las tropas nacionales.

             La toma de la Cuenca Minera fue considerada por el Estado Mayor del General Queipo de Llano como uno de los escollos más difíciles,  por temor a la  fuerte resistencia que sospechaban iban a oponer los mineros al avance de las tropas sublevadas contra la República para tomar el control de la provincia de Huelva. La operación fue planteada rodeando la comarca desde tres frentes, uno por tropas que bajarían desde la sierra por Campofrío, al mando del Comandante Redondo, otro desde El Castillo de las Guardas procedente de Sevilla, al mando del Comandante Álvarez de Rementería y  finalmente el tercero, que es el que nos interesa porque sería el responsable de la toma de Zalamea, por tropas procedentes de Huelva, que se estacionaron en Valverde del Camino, mandadas por el Capitán de la Guardia Civil Gumersindo Varela Paz, reforzadas  por 100 falangistas llegados desde Sevilla en tres autobuses.

             Esta columna estaba compuesta por efectivos de la Guardia civil, al mando de Fariñas; guardias de asalto, a las órdenes del teniente Lora; tropas de infantería, encabezadas por Pérez Carmona y Briones; requetés mandados por Arcos y López de Tejada; y falangistas, cuyo jefe era Alfonso Medina. Todos, como hemos dicho, bajo las órdenes supremas del Capitán Varela.

             Descansan la noche del 24 de Agosto de 1936 en Valverde del Camino, donde algunos duermen en la cárcel que hizo de casa improvisada de hospedaje. Ese día se había recibido la orden general de operaciones del Estado Mayor donde se determinaba que Zalamea debía ser ocupada al día siguiente, miércoles 25. Desde el cuartel general se prepararon octavillas que fueron lanzadas el martes por la aviación en Zalamea animando a la población a rendirse, entregando rehenes que garantizaran la entrada pacífica de las tropas.

             En el otro lado, en el pueblo, fiel a la República, enterados por las octavillas del inminente ataque de las fuerzas nacionales, se organiza la resistencia. Para ello se arman a civiles voluntarios que bajo el mando de las mismas autoridades del concejo se disponen a ocupar posiciones para defender la población, con este fin se hicieron uso de las armas que anteriormente había requisado la guardia civil y que estaban depositadas en el cuartel. Los lugares elegidos para ofrecer resistencia fueron la entrada de los Pocitos y el Alechín (hoy calle la Encina), igualmente se situó un puesto de vigilancia avanzada en la cima del Monte del Pilar Viejo, también se colocaron algunos milicianos armados en la entrada por el cementerio y un grupo de hombres con ametralladora en el campanario de la torre que no se había visto afectado por el incendio de la Iglesia del mes anterior.

             Entretanto, en Valverde, sobre las dos de la madrugada comienzan los preparativos para iniciar la marcha; algunos simpatizantes agasajan a los soldados ofreciéndoles café y churros, y así, sobre las cuatro de la madrugada, se ponen en camino hacía Zalamea. Las fuerzas las componen alrededor de mil hombres que son desplazados en camiones, camionetas y automóviles que suman en total unos 30 vehículos. A su paso por el empalme de El Buitrón toman precauciones por los incidentes registrados en aquel lugar unos días antes en los que un grupo de milicianos atacaron a las fuerzas allí concentradas. La marcha continúa lentamente y alrededor de las 7 de la mañana la expedición está ya situada a unos dos kilómetros de Zalamea y comienzan a realizar los preparativos para el asalto final. Son apoyados por un aeroplano de la base de Tablada que sobrevuela el pueblo constantemente

             En el interior de Zalamea,  el temor de las familias que se agrupan y se refugian en las casa que piensan están más protegidas contrasta con el arrojo y valentía  de los que se aprestan a resistir confiando en que podrán rechazar el ataque.

             Para acometer el asalto, las fuerzas nacionales se reorganizan en tres grupos, el primero bajo las órdenes de Fariñas e integrado por guardias civiles, intendencia y carabineros se despliegan y entran por el Centro; por la izquierda, guardias de asalto al mando de Lora  rodean el pueblo para entrar por el camino de la Zapatera, y por la derecha, conducidos por Varela, otro grupo de guardias civiles y  requetés avanzan hacia la Estación Nueva. El primer encuentro se produce al toparse con el puesto avanzado republicano colocado en el Monte del Pilar Viejo; pero, aunque la resistencia de éste es heroica, es reducido fácilmente y se coloca allí uno de los cañones que bombardean las posiciones republicanas. Continúan adelante por Los Pocitos donde vuelven a encontrar combatientes republicanos a los que obligan a retroceder. El frente formado por las tropas al mando de Fariñas se extiende en una línea que alcanza alrededor de un kilómetro por los cercados de La Florida y el Alechín; allí se producen de nuevo enfrentamientos; pero los bombardeos de las posiciones fieles a la república por el avión de Tablada fuerzan a la resistencia a replegarse hacia el centro del pueblo. Las tropas nacionales que han conseguido penetrar en el interior del casco urbano  se encuentran con los disparos que hacen desde los altos de la Torre, produciéndose un tiroteo que acaba cuando los milicianos apostados allí se convencen de la inutilidad de su esfuerzo y abandonan la posición por temor a verse aislados. En los enfrentamientos de la calle de la Plaza muere un miliciano y  un oficial del ejército nacional.

             Uno de los últimos combates se produce en la puerta  del Ayuntamiento desde donde hubo un intenso intercambio de disparos con las fuerzas ocupantes que se colocaron en el bar de la acera de enfrente. Los impactos de las balas fueron perfectamente visibles en las gradas que subían al piso alto del consistorio municipal hasta la remodelación del edificio en tiempos recientes. Cuando entienden que toda resistencia es inútil, los combatientes republicanos que no fueron capturados intentan salir del pueblo; un grupo lo hace por San Vicente, pero son interceptados por las fuerzas que suben desde la Zapatera, produciéndose disparos que causan varias bajas en ambos bandos. Otro grupo intenta salir por el este en dirección a Campillo y Riotinto pero se encuentran con las fuerzas que habían tomado posiciones en la Estación Nueva. A pesar de todo, algunos logran burlar el cerco saliendo por la Morita y consiguiendo llegar a El Campillo.

            La toma de Zalamea fue un episodio breve pero singularmente difícil en relación con otros pueblos de la Cuenca e incluso de la provincia, pero era un hecho perfectamente previsible. Al ánimo y al coraje de los leales a la República, algo más de un centenar de hombres con escaso o nulo entrenamiento militar y con un armamento deficiente e irregular,  se oponían unas fuerzas de un millar de soldados bastante bien organizados, con un armamento superior y con apoyo aéreo.

             Esta primera operación militar termina alrededor de las 10 de la mañana. A partir de ahí las fuerzas ocupantes recorren las calles golpeando las puertas de las casas y obligando a sus propietarios a salir a la calle para efectuar después un registro en busca de refugiados fieles a la República. Las puertas que no se abren son derribadas violentamente. La gente atemorizada sale a la calle con los brazos en alto gritando las consignas fascistas por miedo a las represalias. El terror que se implanta en esas primeras horas hace  que muchos refugiados se vean delatados por los mismos que le había dado refugio. Inmediatamente se procede a liberar a los presos de derecha que estaban en la cárcel y en la escuela próxima, que habían conseguido salvar su vida gracias a la rectitud del alcalde republicano Cándido Caro, actitud que luego no se vio correspondida. Igualmente se comienza a requisar agua y comida para la tropa.

             Unas horas después, sobre el mediodía, desde El Campillo y Riotinto, enterados por los que consiguieron escapar de la toma de Zalamea, se inicia una contraofensiva para intentar recuperar el pueblo. Esto se hace desde dos frentes: uno a través de la carretera nacional con dos camiones blindados que se habían preparado en Zarandas seguidos de una camioneta amarilla cargada de voluntarios, el otro frente intenta penetrar por la Estación Vieja. Las tropas nacionales, alertadas por unos vigías colocados expresamente, se apostan en los altos de la Estación Nueva con ametralladora y un cañón para contrarrestar la inicial ventaja de las atacantes republicanos. Contaron de nuevo con el apoyo de la aviación que tuvo una intervención definitiva en el final de esta ofensiva. Se produce un fuerte enfrentamiento y los nacionales  desde la ventajosa posición de las tropas de Varela en los altos de la Estación Nueva, consiguen inutilizar los camiones blindados que, aunque ofrecían protección contra los disparos, eran difíciles de manejar por su gran peso, consiguiendo finalmente detener, aunque con dificultad, el avance de los republicanos, y después de duros combates, que casi rozaron el cuerpo a cuerpo, logran hacerlos retroceder.

             De la dureza de este  último episodio dan fe las numerosas bajas producidas. Los nacionales perdieron a dos hombres y más de una docena de heridos, sin embargo las mayores pérdidas tuvieron lugar en el bando de los republicanos que dejaron un número elevado de muertos esparcidos por la zona. Los que huyeron difundieron la noticia y contribuyeron involuntariamente a crear el desánimo y el temor en el resto de los pueblos de la Cuenca.

             Lo sucedido en Zalamea después de su ocupación por las tropas nacionales es uno de los episodios más tristes y cruentos de nuestra historia, pero sería objeto de un capítulo aparte.

 Manuel Domínguez Cornejo                           Antonio Domínguez Pérez de León