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ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

LAS "CAPEAS"

LAS "CAPEAS"

En el siglo XIX y hasta mediados del XX, la tauromaquia constituía la mas importante manifestación cultural y recreativa en la práctica totalidad de los pueblos y ciudades de España y el fútbol aún no había alcanzado ese lugar preeminente y  de dominio casi absoluto en conversaciones, tertulias y audiencias de los medios de comunicación. Los toros levantaban en aquellos momentos pasiones y entre los aficionados se originaban rivalidades entre los seguidores de uno u otro torero, que, en muchas ocasiones, acababan en acaloradas discusiones que, a veces, llegaban a las manos.

 En este ambiente las becerradas o “capeas” eran una forma de hacer partícipe a los jóvenes de aquel entusiasmo y se organizaban festejos populares donde acudían aficionados locales  y de pueblos próximos a mostrar su “valor” y “habilidades” ante el numeroso público que se agolpaba en la plaza bien para para presenciar aquel remedo de corrida seria o bien para reír ante los estrepitosos fracasos de los supuestos valientes.

Había “capeas” abiertas en las que podía participar todos aquellos que aunasen el valor para saltar al ruedo   e incluso maletillas con la esperanza de que algún apoderado o empresario  les viese dar algunos pases y los llamara para confeccionar sus carteles. Otras eran  cerradas, y  en ellas  solo se permitía la intervención de aquellos que  determinaban los organizadores.

En Zalamea fueron frecuentes en la primera mitad del siglo XX, y fueron disminuyendo en la segunda mitad aunque alguna que otra llegó a celebrarse recientemente con más afán de diversión que de otra cosa. Es numerosa la cartelería que se conserva de ellas y más  curiosos son aún los nombres tan peregrinos que los aficionados locales  se atribuían: Mentirola, Cantimplora, Niño del Pilarete, Chico del Cortijo, Niño del Galope o Caballo Loco por poner sólo algunos ejemplos.

Dos de las primeras de las que tenemos constancia son una celebrada el 29 de junio de 1909 y otra del 16 de Julio de 1910. Nos detendremos en la primera de ellas por un suceso del que hemos tenido noticia que ocurrió durante su celebración. La becerrada en cuestión había sido organizada de forma restringida para jóvenes integrantes de la clase alta de la Zalamea de aquel tiempo. Prueba de ello es el nombre de los participantes, todos pertenecientes a familias acomodadas del pueblo. El novillo fue donado por el ganadero local Don José Carvajal Bernal.

Resulta que a esta capea acudieron un grupo de maletillas procedentes de Sevilla que habían oído hablar de ella, conscientes del prestigio que en ambientes taurinos tenía Zalamea. Cuando llegaron, intentaron saltar al ruedo, pero fueron inmediatamente detenidos por la Guardia Civil. El cabo, para no dejarlos ir sin más, pero con la secreta intención de quitárselos de encima, les hizo dar su palabra de honor de que si se presentaban voluntariamente en la cárcel del pueblo, les ahorraría la vergüenza de llevarlos esposados por las calles. Todos entendieron el mensaje subliminal de la promesa exigida y nada más volver las espaldas el cabo, huyeron. Todos menos uno, que dijo a sus compañeros que él había dado su palabra de honor y la cumpliría hasta sus últimas consecuencias; de modo que el chico, de unos 17 años de edad, se presentó en la cárcel y allí lo metieron en una celda. El cabo de la Guardia Civil, pensando que todos había huido, se olvidó del asunto y aquel joven permaneció en la cárcel hasta que alguien advirtió a las autoridades,  que dieron la orden de ponerlo en libertad.

Con el tiempo aquel joven maletilla llegó a ser una de las máximas figuras del toreo de todos los tiempos y es  considerado como el auténtico precursor del toreo moderno. Se llamaba Juan Belmonte.

 

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