Blogia

ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

NUEVOS DATOS SOBRE LOS ORÍGENES DEL CULTO A SAN VICENTE

NUEVOS DATOS SOBRE LOS ORÍGENES DEL CULTO A SAN VICENTE

Recientes estudios sobre los inicios del cristianismo en España revelan que el culto a San Vicente Mártir en Zalamea pudo ser muy anterior a la fecha que hoy se le atribuye. Como hemos  comentado en otras ocasiones, la devoción a San Vicente parece que ya estaba arraigada en Zalamea antes de que tuviera lugar aquella elección formal como patrón del pueblo que se produjo el 24 de marzo de 1425 en la puerta de la iglesia en lo que probablemente se trató de un concejo abierto convocado a tal fin ante la existencia de una epidemia de peste que asolaba el pueblo para elegir un santo patrón que lo protegiese.

Por todos es sabido que San Vicente vivió a mediados del siglo III y principios del IV. Fue diácono del obispo Valero en Zaragoza. En aquel tiempo ejercía el cargo de prefecto  Publio Daciano, una especie de gobernados provincial, en  Lusitania y en Hispania citerior. Aunque se ha cuestionado la existencia de este gobernador romano, hoy el hallazgo y estudio de algunas inscripciones de la época demuestran su existencia real. Cumpliendo los edictos imperiales de Diocleciano, llevó a cabo la persecución de las primitivas comunidades cristianas en los territorios que gobernaba. Algunos autores le hacen responsable de la detención y muerte de Vicente de Huesca, diácono del obispo de Zaragoza, nuestro San Vicente. Su martirio y muerte se produjo en el año 304 o 305 de nuestra era y la tradición fija su fecha el 22 de Enero. Fue reconocido como santo  de una forma muy temprana por las primeras comunidades cristianas que se crearon en los siglos V y VI en nuestra península y su devoción se extendió rápidamente por todos los territorios, en los que se levantó en su honor ermitas y basílicas, de algunas de las cuales se conservan hoy vestigios. Vemos dos de ellos.

En los primeros años del siglo V penetran en España los vándalos y suevos, pueblos bárbaros que llegan aprovechando la debilidad del Imperio. No tarda mucho en producirse enfrentamientos entre ellos, llegando a materializarse en una batalla conocida hoy como la de los montes Nervasos, en la actual zona del Bierzo. Como consecuencia de esta derrota el rey vándalo Gunderico se ve obligado a desplazase al sur donde se hace fuerte en la Bética, llegando a saquear Hispalis. En este punto es donde aparece la leyenda que nos interesa en cuanto hace referencia a la existencia de una Iglesia dedicada a San Vicente en la ciudad  que intentó profanar y que según la leyenda misma fue la causa de su muerte. Lo que nos importa de esta leyenda es la mención de la basílica dedicada ya en aquel tiempo a San Vicente. Esa Iglesia existe aún dedicada al mismo santo, aunque reformada completamente, ya que las referencias sobre ella habla de su construcción en el siglo XIV o XV.

Por otro lado, es conocida, igualmente, la existencia de una basílica visigoda dedicada a San Vicente Mártir en la Córdoba premusulmana que mencionan algunas crónicas árabes del siglo X. Aunque algunos investigadores ponen en duda que pueda tratarse del mismo edificio, en el interior de la Mezquita de Córdoba, puede apreciarse hoy lo que queda de ella nada más entrar, a través de una mampara de cristal. Según algunos autores la basílica inicial fue respetada por los musulmanes aunque posteriormente en las sucesivas ampliaciones en tiempos del califato fue ya destruida y ocultada, quedando hoy sólo algunos restos de su cimentación y solería inicial.

Pues bien, todo esto viene a decirnos que el culto de San Vicente estaba ya bastante extendido en Andalucía occidental antes de la invasión musulmana y que las primeras comunidades cristianas lo llevaban allí donde se asentaban.

En Zalamea la Real los primeros vestigios del cristianismo lo tenemos alrededor del siglo VI o VII,  como lo demuestra la existencia de una cruz paleocristiana junto a los grabados de Los Aulagares. Esto no acredita que los que grabaran aquella cruz ya prestaran devoción al Santo, no hay ningún resto que lo pueda confirmar, no obstante es conveniente tener en consideración que los datos que hoy se barajan relacionan, como hemos dicho, el culto al Santo con las primeras comunidades.

Lo que si está comprobado es que después de la expulsión de los musulmanes, se refuerza de nuevo el culto a San Vicente, bien reconstruyendo las antiguas edificaciones o levantando otras nuevas dedicadas a su devoción.

Ya hemos mencionado otras veces que en las mismas reglas de la hermandan de 1425 se habla de obligaciones de los priostes según la “devoción antigua” de esta cofradía. Así mismo, las fuertes donaciones que recibe la hermandad nada más constituirse refuerzan la hipótesis de que el culto al santo ya tenía cierto arraigo especialmente entre la gente acomodada.

La falta de documentos y restos arqueológicos nos obliga a movernos en el terreno de las conjeturas, pero el contexto y los indicios contenidos en las primitivas reglas apuntan que la devoción a San Vicente Mártir en Zalamea  es muy anterior a 1425.

_________________________________________________________

Pie de foto para la ilustración

Restos hallados en el subsuelo de la Mezquita de Córdoba que algunos autores identifican con la antigua basílica de San Vicente

 

OTRAS EPIDEMIAS EN ZALAMEA LA REAL

OTRAS EPIDEMIAS EN ZALAMEA LA REAL

La difícil situación que atravesamos por la pandemia del COVID-19 nos trae a la memoria otras epidemias, algunas de ellas más graves que la que sufrimos en estos momentos, que también afectaron a nuestro pueblo

 Sin pretender hacer un estudio exhaustivo de todas ellas señalaremos aquellas que nos parecen más significativas de las que hemos encontrado en los documentos que hemos manejado sobre la historia de Zalamea.

 Las más importantes por su virulencia han sido de tres tipos: la peste negra o bubónica, el cólera morbo y la gripe.

La peste negra que se caracterizaba  por fiebre alta, dolores de cabeza y articulaciones, escalofrío y la aparición de los llamados “bubones”, que no eran más que la inflamación purulenta de los ganglios, que solían convertirse en úlceras, pudiendo provocar una septicemia que desembocaba en la muerte. La enfermedad era transmitida por la pulga de la rata. Una variante de la peste era la neumónica, muy contagiosa, que afectaba a los pulmones y se transmitía por vía aérea. Fue una de las pandemias más temidas en la Edad Media, habiendo causado millones de muertes; en algunos casos llegó a reducir la población de algunos países afectados en una tercera parte. Su aparición en un pueblo o ciudad causaba tal estado de terror que hacía que muchos de sus habitantes, si sus medios se lo permitían, huyeran a refugiarse en el campo.

 La segunda a la que nos referiremos era el cólera morbo. Fue otra de las más extendidas durante la Edad Media y Moderna. Afectaba al aparato digestivo y sus síntomas eran vómitos y diarreas extremas, pudiendo desembocar en la muerte en menos de una semana. Era muy propia de zonas de clima cálido y se extendía con rapidez por contaminación con residuos fecales de las fuentes de agua potable que no estaban  sujetas en aquellos tiempos a control ni desinfección. Producía, igualmente, un estado de alarma generalizada.

 La tercera epidemia que nos ocupa fue la gripe. Aunque esta enfermedad era conocida desde antiguo, fue identificada como “gripe española” a principios del siglo XX. Se sabe que la gripe tenía en ese tiempo una gran virulencia y causaba una elevada mortandad. Aunque se le dio el adjetivo de española, en realidad  no se originó en España sino que procedía de Asia y los primeros casos en Europa se dieron en Francia de donde pasó a España. Fue denominada de ese modo porque en nuestro país no se censuró la publicación de los informes sobre esta enfermedad, contrariamente a lo que se hizo en el resto de Europa, donde por cuestiones políticas no se informó de las consecuencias de la enfermedad (acababa de terminar la I Guerra Mundial y los gobiernos no quisieron alarmar a la población ni que se pensara que era un efecto de la misma) con lo que a nivel sanitario dio la impresión que fue España el único país afectado.

 Pasando ya a los datos que hemos hallado sobre epidemias en nuestro pueblo, los primeros de los que disponemos apuntan a una epidemia de peste en 1425. Por las antiguas reglas de la hermandad de San Vicente sabemos que en ese año Zalamea y sus “lugares comarcanos” estaban asolados por una terrible “pestilencia”. Lo más probable es que se tratara de la temible peste negra. Se tiene constancia que en 1422 esa terrible enfermedad se extendió por Andalucía occidental. Puede que se tratara de un rebrote de los muchos que se produjeron en los años posteriores, aunque no hay que descartar que se tratara de otro tipo. En la Edad Media se denominaba “pestilencia” a cualquier contagio que causara enfermedades y muertes generalizadas. De hecho, según las mencionadas  reglas, esa fue la causa  por la que se eligió a este santo como patrón de Zalamea, con el fin de que intercediera ante Dios para que protegiera a nuestros antepasados. Ante el desconocimiento de la causa de la enfermedad y de su  tratamiento, se tenía la convicción de que estas epidemias eran algún castigo divino y se recurría a la religión como remedio. La de esos años debió de tratarse de una fuerte epidemia que causó estragos en la población zalameña.

 En 1649, hubo otra epidemia de peste bubónica que se había extendido por toda Andalucía y que también afectó a Zalamea.

 Los brotes epidémicos motivaban por lo general que la corporación constituyera Juntas de Sanidad específicas que abordaran la crisis y tomara las medidas preventivas o de remedio que fueran necesarias. En algunos casos se llegó a prohibir la circulación de personas durante un cierto periodo de tiempo, lo que hoy llamamos una cuarentena.

Así lo vemos en  1799 cuando se produjeron algunos brotes de peste en Sevilla y Cádiz, hecho que provocó que se formara una Junta de Sanidad, aunque por fortuna, al parecer, no llegó a afectar a nuestro pueblo.

 En 1804, se constituyó otra Junta de Sanidad que evidentemente fue reflejo de la existencia de una epidemia o del temor al riesgo de que se produjera. Los datos hacen referencia a unos contagios indeterminados  producidos por escasez de alimentos. No hay que olvidar que los periodos de hambruna estaban asociados a la aparición de epidemias puesto que los deficits alimentarios producen un debilitamiento de las defensas del organismo.

En 1819 se produce otra epidemia en nuestro pueblo, aunque en este caso no se determina de qué tipo

 A finales del primer tercio del siglo XIX, entre 1833 y 1834, hay en toda Andalucía una epidemia de cólera morbo que tuvo también sus consecuencias en Zalamea y que causó un número elevado de muertes.

 En 1855 hubo otra gran epidemia a nivel nacional, que dejó su reflejo también en nuestro pueblo. La aparición de otro brote en 1890 llevó a la corporación municipal a aumentar el número de médicos para atender a los afectados.

La gran epidemia  de la denominada gripe española, que afecto como ya dijimos a España y a toda Europa a principios del siglo XX, tuvo su reflejo, así mismo, en nuestro pueblo en 1918.

 La preocupación por tomar las medidas necesarias para prevenir cualquier tipo de epidemia  quedo materializada en las Ordenanzas de 1914, donde se dedica un capítulo completo a regular las actuaciones que debían llevarse a cabo; todo ello en un tiempo en que la sanidad  dependía aún de los ayuntamientos.

Como hemos visto no es la primera vez que una epidemia afecta a nuestro pueblo, en esta ocasión, como en tantas otras, coinciden con las que se producen a nivel nacional. Cosa lógica por otra parte porque, aunque en ocasiones se producían brotes locales, lo común es que los brotes epidémicos afectaran a grandes áreas geográficas.

 Confiemos en que , como  esas otras veces, la humanidad consiga superarla.

 

SEPULTURAS ANTROPOMORFAS EN ZALAMEA LA REAL

SEPULTURAS ANTROPOMORFAS EN ZALAMEA LA REAL

Llamamos sepulturas antropomorfas a un tipo enterramiento excavado en la roca cuya forma evoluciona desde el tipo de bañera, pasando por la ortoédrica, hasta aquellas en la que se perfila la silueta de una persona, cabeza, hombros, troncos y piernas. Estas últimas algunos estudiosos las han considerado como derivadas del sarcófago.

Los estudios realizados sobre este tipo de tumbas  reflejan que son bastante abundantes en la península ibérica. Su datación general se inicia alrededor del siglo VI d C y tienen continuidad hasta el siglo XIII o XIV. Suelen aparecer en grupos de un número indeterminado de tumbas, pero no es extraño el hallazgo de algunas aisladas.

En un principio este tipo de sepulturas fue asociada a las primeras comunidades cristianas de la península ibérica, pero recientes investigaciones reflejan que algunas comunidades judías utilizaron también este tipo de enterramientos.

Dentro de la  cronología que se baraja para datarlas se suele considerar que las más primitivas son las de tipo bañera o trapezoidal mientras que las más tardías son aquellas que tienen un perfil antropomorfo más definido. Es este último caso hay diversas variantes, dependiendo del hueco que  la forma de la cabeza pueda adoptar, puede ser rectangular o redondeada o también en forma de herradura. El objetivo era mantener la cabeza del difunto mirando al frente.

Generalmente son sepulturas individuales, pero se han encontrado algunas en las que se aprecian hasta tres individuos inhumados como si se tratara de una especie de panteón familiar.

La orientación más común es de este a oeste y normalmente estaban tapadas con losas aunque no de manera exclusiva.

En nuestro término se han hallado hasta el momento tres tumbas antropomorfas, dos de ellas se encuentran en la finca Los Manantiales, y una tercera próxima al camino de Zalamea a El Membrillo. De las halladas en Los Manatiales  una de ellas tiene forma de bañera con dos pequeñas oquedades a cada lado y la otra es de perfil antropomorfo, marcándose con claridad el hueco de la cabeza, hombros y el torso. La hallada en el camino a El Membrillo es de forma ortoédrica. Por otra parte, hay quien opina que las tumbas tardo-romanas o paleocristianas del Cabezo de la Cebada y de la Esparraguera son un antecedente de este tipo de tumbas.

Nada podemos decir respecto a su datación, aunque si se pudiera establecer su cronología sería una enorme fuente de información para conocer la población de Zalamea en la época medieval.

No hay que descartar que pudieran estar asociadas a las primeras comunidades cristianas que se instalaron en nuestro término. Hay estudios que afirman que su relación con yacimientos prehistóricos próximos es una simple coincidencia casual, sin embargo hay otros que relacionan la ubicación de estos sepulcros con lugares sacralizados desde la Prehistoria. En este sentido conviene señalar que la primera manifestación del cristianismo en nuestra zona, la cruz paleocristiana de los Aulagares, aparece precisamente junto a unos grabados rupestres de la edad del Bronce, lo que vendría a corroborar la relación a la que hemos hecho referencia. Podría también no ser una coincidencia el hecho que las tumbas antropomorfas de los Manatiales se encuentran próximas al otro grupo de grabados rupestres. Por otro lado, su datación cronológica podría darnos también información sobre la población mozárabe que habría podido permanecer en la zona durante la ocupación musulmana, llegando hasta mediados del siglo XIII.

En cualquier caso, la existencia de estas tumbas antropomorfas en nuestro término pone en valor la importancia de la población cristiana en la época altomedieval en Zalamea la Real.

Manuel Domínguez Cornejo Antonio Domínguez Pérez de León

 

LA MUJER EN LAS HERMANDADES RELIGIOSAS DE ZALAMEA

LA MUJER EN LAS HERMANDADES RELIGIOSAS DE ZALAMEA

No es necesario explicar que antes del siglo XX la mujer ha estado relegada a un papel secundario y subordinado, cuando no completamente anónimo en sus funciones públicas en la sociedad, especialmente si esa función era de carácter político o religioso. No obstante, algunas mujeres tuvieron un papel fundamental en las actividades que realizaron estas hermandades,  pero su protagonismo quedaba oculto por la preponderancia que el hombre ejercía en todas ellas, Sin embargo, aunque tímidamente, entre los textos de los documentos, se atisba que algunas féminas fueron más allá del papel que le asignaban la convenciones sociales. Así hemos podido comprobar que algunas de ellas desempeñaron una función relevante en las hermandades y cofradías de aquel tiempo, como se desprende de las reglas y actas de reuniones.


     Empecemos por la hermandad de San Vicente.. Nos encontramos en plena Edad Media donde las mujeres estaban sometidas a la autoridad de los varones. Las antiguas reglas de 1425 son un buen reflejo de ello. En el apartado de donaciones, cuando se habla del día de la fiesta de la hermandad en la que se debe cocer la carne de las vacas destinada a este fin en dos calderos que regala Bartolomé Rodríguez Pastor de Ureña se menciona que debe ser con la condición de que en ella “no debe haber mujer ni regocijo alguno” y en los donativos del capítulo tres, al hablar de la caridad que se debe dar a los que vinieren a rogar por lo difuntos, se habla de hombres y niños, excluyendo a las mujeres. Sin embargo en estas reglas, entre los personajes que aparecen realizando fuertes donaciones aparece de una manera destacada Catalina González, que donó  ”las casas y el hospital de los hermanos de la cofradía de nuestro Señor San Vicente”.  Puede que se trate de una de las donaciones de más valor que se hicieron. Tengamos en cuenta que el hospital es el local donde solían reunir los hermanos y donde se acogían a enfermos  e indigentes tanto locales como venidos de fuera. Era una de las propiedades más significativa de cualquier hermandad o cofradía. Debió ser una mujer de marcada influencia en la villa. Nos la podemos imaginar haciéndose notar entre tantos hombres y haciendo valer su determinación de figurar entre las personas que quedarían señaladas para siempre en la historia de la hermandad. ¡Y todo esto en 1425!


Poco más de  140 años más tarde, la hermandad de la Veza Cruz, germen de nuestra actual Semana Santa, en 1580,  recoge en sus reglas de una manera más expresa, probablemente demandado por ellas, la participación de hermanas en esta institución, concretamente en el capítulo 5 de sus reglas se establece “ordenamos y tenemos por bien que reciban en esta hermandad cofradas” aunque señalando que el hermano mayor y diputados procurarían saber sin son personas “honestas y recogidas” y, respondiendo a las costumbres de la época, en ese mismo capítulo, se refleja que tenían impedimentos por ser casadas o estar sujetas a otra persona y que por tanto pagarían la “excusa” de 10 maravedís cada año. Por lo demás se decide que pueden tener las mismas obligaciones que el resto y si está casada con un hermano de la cofradía deberá pagar dos reales, más medio real para cera y diez maravedís de “excusa”. Si el marido no fuera hermano, la cofradía sólo estaría obligada a enterrarla a ella, pero no a su marido ni a sus hijos. Ténganse en cuenta que en Zalamea las hermandades y cofradías entre los siglos XV y XIX realizaban una labor similar a la que hoy hacen las entidades funerarias, encargándose de proporcionar un entierro digno a los difuntos que eran hermanos y a sus familiares, con lo que muchas personas entraban a formar parte de ellas para asegurarse de que sus restos recibieran una honrosa sepultura.


La hermandad del Santísimo Sacramento de El Villar, constituida en 1590, registra también algunos avances en el papel de la mujer y así en el capítulo siete se dispone que se puedan recibir como hermanas a mujeres “así viudas, como casadas o doncellas” estableciendo que deberán pagar igual que los hombres, 50 maravedís. La curiosidad que aporta esta hermandad está en que en el leguaje utilizado en algunos capítulos hace mención diferenciada entre ambos sexos. Así, en los capítulos  8 y 10, se habla de “cofrades y cofradas” y en el capítulo 18 se habla de “hermanos y hermanas” con intención de explicar que las obligaciones son iguales para ambos
Curiosamente en el siglo XVIII parece que se produce una regresión en el papel que las mujeres desempeñaron en estas hermandades y no es hasta el 28 de marzo de 1874 cuando en el libro de  acuerdos de la cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, refundada en 1865, se produce la admisión de una mujer, María Josefa  Zarza, como hermana de esta cofradía, que lo solicitó después del fallecimiento de su marido, don Cornelio Gómez, que era hermano antes de fallecer, aunque señalando que tenía que ser “sin voz ni voto”.


A lo largo del siglo XX la mujer va a ir adquiriendo derechos en las hermandades de Penitencia y de San Vicente, aunque en aquella no se le permitió la participación en los desfiles procesionales vestidas de Nazareno hasta bien entrado el último tercio del siglo XX.


En el año 2003, por primera vez una mujer, curiosamente con el mismo apellido que aquella otra que fue admitida en 1874, María Dolores Zarza, desempeñó el cargo de hermana mayor de la actual hermandad de Penitencia.


DESCUBIERTAS DOS SEPULTURAS ANTROPOMORFAS EN LA FINCA LOS MANANTIALES

DESCUBIERTAS DOS SEPULTURAS ANTROPOMORFAS EN LA FINCA LOS MANANTIALES

Alertados de nuevo por nuestro buen amigo Felix Lancha sobre la asistencia de dos extrañas oquedades en dos formaciones rocosas en la finca Los Manatiales de Zalamea la Real, nos desplazamos allí y comprobamos que se tratan efectivamente de dos sepulturas antropomorfas labradas en roca cuya datación se remonta probablemente a época medieval. Son dos excelentes muestras, bastante bien conservadas, del poblamiento de la zona en aquella época, que por su proximidad a los grabados rupestres de esta misma finca plantea incognitas interesantes.

Estamos documentándonos sobre este tema y próximamente publicaremos un artículo profundizando en su significado y ofreciendo más datos sobre ellas y su posible origen.

ÇALAMEA 1425

ÇALAMEA 1425

Principios del año 1425. En Castilla reina Juan II. Una pequeña población al suroste peninsular que había sido ganada a los musulmanes e incorporada a la corona de Castilla hacía poco más de 150 años, atraviesa momentos difíciles. Antaño llamada Salamya, en la nueva lengua castellana su nombre había pasado a ser Çalamea. Está  habitada por gente mayoritariamente cristiana, pero aún se encuentran algunos de religión judía y  unos pocos descendientes de los antiguos musulmanes convertidos ahora, por fuerza  o conveniencia,  al cristianismo. Todos conviven  en una frágil armonía.

Ha alcanzado ya la condición formal de villa y  se encuentra bajo el señorío del arzobispo de Sevilla. Viven en ella alrededor de 100 vecinos, lo que supone entre 400 y 500 habitantes reales, distribuidos en un término extenso en el que también, bajo su administración, existen otros núcleos: Buitrón, Buitroncillo, Pozuelo, El Villar, Marixenta, Membrillo, el Monte de El Campillo, el Monte de Alonso Romero y Santa María de Rio Tinto.  Cultivan  en sus campos cereales y lino,  acotan algunos terrenos para viñas, cuidan y aprovechan el fruto de enormes dehesas de encinas y alcornoques y se afanan en sacar provecho de sus numerosas huertas; crían ganado: cerdos, bueyes y cabras: pero también se esmeran en algunas trabajos artesanales como los lagares de cera, el curtido de pieles y tejidos de lino.

Cuenta  la villa apenas con una  docena de calles que se agrupan en torno a un antiguo edificio restaurado que alberga una iglesia compuesta por dos naves y un pequeño campanario. Las calles tienen suelo de tierra y al ponerse el sol se sumergen en la más profunda oscuridad. Los que a esas horas transitan por ellas, por necesidad u obligación, deben llevar alguna luminaria que les alumbre el paso.

Dos alcaldes ordinarios rigen el pueblo ayudados por un alguacil, un escribano y un mayordomo. Todos bajo la atenta vigilancia de un alcalde mayor, designado por el arzobispo y que vela por sus intereses y porque se paguen los impuestos que a él se deben como señor de Zalamea.

Como a un cuarto de legua hacia levante  hay una pequeña ermita donde se venera una imagen de Santa María de Ureña, traída hace tiempo por los primeros repobladores castellano-leoneses desde sus lugares de origen.

Y aquí, en Zalamea, en los primeros meses de 1425, se padece una terrible epidemia de peste. Los vecinos tanto del pueblo como de su comarca sufren los rigores de esta terrible enfermedad que diezmó la población de toda la península ibérica durante la Edad Media.

Los alcaldes y hombres buenos de la villa, reunidos una noche, bien abrigados por el frío que todavía se deja sentir, ignorantes de las causas y el remedio de aquel mal que amenaza a los sencillos zalameños y a sus familias,  buscan en la religión la forma de resguardarse de ella.  Uno de los allí presentes propone elegir un santo patrón al que invocar para que interceda por ellos ante el Altísimo. Enseguida se escuchan los nombres de santos según las preferencias de cada uno, pero los alcaldes hacen valer su criterio acerca de es es una decisión de gran trascendencia que debe tomarse entre todos los que habitan la villa y así acuerdan convocar un concejo abierto en la puerta de la iglesia después de misa para el próximo domingo. Sería sobre sobre el mediodía, antes de la hora sexta, cuando las campanas tocan convocando a todos los vecinos varones de la villa y sus aldeas, a los que un pregonero había puesto sobre aviso antes oportunamente. Allí, ante el escribano Juan Rodríguez, se juntan la mayor parte de los hombres del pueblo. Entre ellos están Antón García Madroñuelo, Andrés García de la aldea de El Buitrón, Santos Martín del Butroncillo, también Alonso Martín de El Pozuelo, Juan de las Armas, Bartolomé Rodríguez y otros muchos venidos de todos los puntos del vasto término de Zalamea. Las mujeres y los niños miran expectantes retirados prudentemente. Solo los hombres toman parte y deciden sobre aquella cuestión en aquel momento tan solemne.

Estando ya todos juntos, después de debatir sobre la forma de elegir al santo se acuerda hacerlo fiándolo a la  suerte. Se adelanta entonces Bartolomé Martín, cura de la villa, y colocando un cántaro en el que se habían metido papeles con los nombres de todos los santos de las letanías, llama a  un niño y le manda que metiera la mano en el cántaro y  sacara uno de los papeles. Así lo hace el pequeño y extrae aquel que llevaba el nombre de San Vicente, por tres veces consecutivas se repite la extracción y en las tres sale el nombre del mismo santo, por lo que todos entenden que Dios les daba como patrón al glorioso San Vicente. Era, a la sazón, el 24  de marzo de 1425

Allí mismo se decide formar una hermandad y  se nombran a sus priostes y se acuerda mandar hacer una imagen del santo y contruirle una ermita, que en este caso se levantaría a poniente en un pago que ofrece el concejo. Los más hacendados del pueblo ofrecen a la nueva hermandad bienes y suertes de tierra para que dicha hermandad tuviera rentas propias.

Y de esta manera San Vicente Mártir se convirtió en patrón de la villa. Mucho ha llovido  desde entonces, ha habido guerras, periodos de abundancia y de malas cosechas, sequías y fuertes temporales, pero 594 años después, los descendientes de aquella Çalamea del Arçobispo, hoy convertida en Zalamea la Real, sigue rindiendo culto a aquel santo que eligieron sus antepasados.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------------

La narración es una recreación ficticia de la elección del santo, pero está basado en hechos rigurosamente históricos.

En 1425 Zalamea estaba asolada por una epidemia, “pestilencia” según dicen las reglas. Hemos supuesto como más probable que fuera de la temida peste negra, porque sobre 1422 tenemos constancia que hubo una  que tuvo especial virulencia en el suroeste peninsular, que quizá se prolongara hasta 1425, pero también pudo ser de otro tipo . En aquellos tiempos se denominaba pestilencia a cualquier epidemia que causara enfermedades y muertes.

Las personas nombradas son reales, aparecen en las reglas de la hermandad y son los primeros zalameños de los que se conocen sus nombres.

El número de habitantes de Zalamea en aquel tiempo está deducida de los datos  de población que se conocen para el territorio de la zona.

La reunión celebrada en la puerta de la Iglesia fue probablemente un concejo abierto, una forma de administración municipal asamblearia en el que los hombres de la villa tomaban las decisiones importantes. Se celebró aquel 24 de marzo de 1425, fue seguramente un domingo, fecha habitual en la que se celebraban los concejos abiertos.

Los denominados “hombres buenos” eran hombres respetados en el ámbito local, cristianos viejos e influyentes por su edad, experiencia o propiedades.

La ermita de Santa María de Ureña, hoy San Blas, ya existía en 1425, también la de Santa Marina en el Villar.

 Manuel Domínguez Cornejo           Antonio Domínguez Pérez de León

Imagen de San Vicente de Tomás Giner (Siglo XV)

LOS LÍMITES ENTRE ZALAMEA Y VALVERDE. UN PLEITO DE MÁS DE 400 AÑOS

LOS LÍMITES ENTRE ZALAMEA Y VALVERDE. UN PLEITO DE MÁS DE 400 AÑOS

             Hace ya bastantes años tuvimos acceso a la trascripción de un documento fechado en 1450 en el que se trataba de un litigio entre Zalamea, dependiente entonces del arzobispado de Sevilla, y la villa de Niebla y su lugar de Facanías, lugar que luego se independizó con el nombre de Valverde del Camino, relativo a los límites de los términos de ambas poblaciones. Este documento no nos hubiese llamado la atención más que cualquier otro si no hubiésemos comprobado más tarde que la disputa se alargó durante más de 400  años, hasta finales del siglo XIX.

             Esta cuestión, por su peculiaridad, atrajo nuestra curiosidad hasta el punto de conducirnos a investigar el tema para profundizar en los orígenes y desarrollo de este proceso. Independientemente de las implicaciones socioeconómicas, que no cabe abordar aquí por su extensión, y de la seriedad que indiscutiblemente tuvo el asunto para nuestros antepasados, hoy, desde nuestra perspectiva, el tema ofrece un aspecto ciertamente anecdótico que en lo relativo a su duración reduce a una simple escaramuza la tan cacareada guerra de los cien años entre ingleses y franceses en la Edad Media y demuestra que cuando dos partes se creen en posesión de la razón son capaces de transmitir su disputa a varias generaciones, pasándolas de padres a hijos durante más de cuatro siglos.

            El documento al que antes hicimos referencia y que inicialmente nos introdujo en el tema es una escritura donde se recogen los autos y las sentencias que sobre el conflicto da Fray Rodrigo Ortiz, comisionado de mutuo acuerdo por Don Juan de Guzmán, duque de Medina Sidonia y conde de Niebla, y don Juan de Cervantes, cardenal de Ostia y arzobispo de Sevilla, señor de Zalamea, para que resolviera sobre la colocación de los mojones (postes de mampostería destinados a marcar los límites territoriales) entre ambas poblaciones. Este hombre recibe a los alcaldes y regidores de los dos pueblos, que se acusan mutuamente de haber modificado las mojoneras que delimitan sus respectivos términos. La forma de resolverlo es interrogando a los testigos que se suponen neutrales, y que manifiestan conocer la situación de dichos puntos desde tiempo inmemorial al frecuentar la zona por las labores que en ellas realizan. Así mismo se refiere que la disputa viene de “más antiguo”.

 

            Posiblemente el origen del problema haya que buscarlo en la identificación de límites territoriales entre los distintos reinos de taifas, Hispalis y Lebla (Niebla) a los que pertenecían respectivamente Zalamea y Valverde pero probablemente esto no se puso de relieve  hasta que ambas poblaciones son reconquistadas por los cristianos y cedidas Zalamea al arzobispo de Sevilla y Niebla a los Guzmanes. Es precisamente en este momento cuando estos señores feudales ven la necesidad de establecer con claridad cuáles son los límites de sus respectivos señoríos ante los continuos enfrentamientos que se vienen produciendo entre los pobladores de uno y otro lugar por lo terrenos limítrofes. La decisión del mencionado juez Fray Rodrigo Ortiz, por muy salomónica que nos parezca, no dejó satisfechas a ninguna de las partes por lo que se desprende de posteriores documentos y los mojones eran derribados por unos y otros poco después de que volviera la espalda el último que los había colocado.

             En 1454, siendo arzobispo de Sevilla, Alonso de Fonseca, los Guzmanes le arrebatan Zalamea, no devolviéndosela hasta 22 años más tarde. No tenemos certeza de que haya relación entre este hecho y las disputas territoriales, aunque no hay que descartar que así fuera. También pudo ser una forma de presionar para favorece la aspiración de un Guzmán a la silla arzobispal.

             La siguiente referencia documental la encontramos en el Libro de los Privilegios de 1592 cuando el licenciado Miguel de Rado, juez comisionado real, procede a la delimitación del término de Zalamea para entregarlo a las autoridades de nuestro pueblo des pués de haberse comprado a sí mismo. Al llegar a los límite por el sur y ante el conocimiento de las disputas, el tal juez comisionado cita el 28 de Mayo de 1582 a los representante del concejo de Niebla y Valverde para que se persone en la identificación de los mojones. Aunque en principio los allí presentes no interponen ninguna queja, más tarde hacen saber al corregidor su disconformidad  y el procurador de Niebla requiere a Miguel de Rado para que deje en suspenso el tema ya que ha elevado el proceso a la  Real  Audiencia de Granada, protestando de su autoridad. El dicho licenciado vuelve a preguntar a los testigos presentados por Zalamea, sobre la situación de los tan traídos y llevados mojones, pero estos testigos son descalificados por los procuradores de Niebla y Valverde, tachándolos literalmente de “odiosos y sospechosos”. No obstante el mayordomo del concejo de Zalamaea, Juan González Lorenzo, insta a Rado para que continúe con el amojonamiento en virtud de la autoridad que le otorga el rey, alegando que por esa razón está por encima de cualquier magistrado. Éste así lo hace, colocándolos en el lugar que les indicaron nuestros antepasados.

             A pesar de todo, el recurso interpuesto por Niebla tuvo como consecuencia que el pleito se prolongara durante una buena parte del siglo XVII y el libro de los Privilegios hubo de viajar a Granada para servir como prueba en defensa de los intereses de Zalamea; probablemente la firma real que figura al final de este documento debió de pesar en la última decisión.

            Las distintas sentencias que se dictar acerca del tema no lo dejaron ni mucho menos resuelto, por lo que el asunto se reanuda durante el siglo XVIII, y así vemos como en 1774 el Ayuntamiento de Zalamea da poderes a un agente de Granada para que prosiga con el pleito que mantiene con Valverde por el lugar que ya se conoce como la “Contienda” haciendo alusión a las sucesivas disputas que el lugar estaba originando y durante las cuales los mojones eran destruidos frecuentemente por los pobladores de ambas villas. Al año siguiente en 1775, se dicta una nueva sentencia sobre el pleito ordenando sean colocados en los lugares que estaban antiguamente.

             Esta sentencia tampoco dejó zanjada la cuestión. Lo que presumiblemente ocurriera en esta y otras ocasiones, es que al carecerse por aquel entonces de unos agentes de la autoridad imparciales que hiciesen cumplir las resoluciones dictadas, los vecinos no conformes con ellas procedían de nuevo a modificar la situación de los puntos que se servían de límites dando pie a que resurgiera de nuevo el conflicto. Y así ocurrió efectivamente porque ya en el siglo XIX, en 1837, los Ayuntamientos de Zalamea y Valverde acuerdan constituir una comisión que realice el reconocimiento de las mojoneras en el lugar de la Fuente de la Murta. La mencionada comisión o no llegó a un acuerdo o la solución que aportó no satisfizo a las partes enfrentadas, especialmente a la de Valverde, ya que en 1892, más de 400 años después del primer proceso al que dio origen, vuelve a suscitarse la polémica según se deduce por las quejas que los vecinos de Zalamea presentan a nuestro Ayuntamiento, denunciando que la gente de Valverde, aprovechando que el monte había crecido en el lugar, habían vuelto a modificar de nuevo la situación de los mojones.

            Desconocemos la situación topográfica exacta en la que las distintas sentencias establecieron los límites ya que el procedimiento utilizado era colocarlos “in situ” siguiendo los testimonios de las personas que conocían el lugar, por lo que no tenemos referencia de las variaciones que se produjeron, pero se deduce de los documentos consultados que en su mayor parte eran favorables a Zalamea puesto que los recursos generalmente eran interpuestos por Valverde y en la mayoría de los casos eran los vecinos de esta población los que procedían a modificar la situación de esos puntos.

             No tenemos constancia de que en el siglo XX se reanudara el conflicto. Es posible que el cambio de las estructuras de explotación de la tierra con las que arranca el siglo y el abandono progresivo por el escaso interés agropecuario que en ese momento ofrece la zona, unido a la aparición de nuevas actividades económicas en su cercanía, como los trabjos de las Minas de El Castillo, Oriente y Palanco que dan trabajo a muchos de los lugareños que antes se ocupaban por necesidad en el aprovechamiento de aquellos terrenos hacen caer en el olvido la cuestión que durante más de cuatro siglos había tenido en constante enfrentamiento a vecinos de ambas villas. Si algún resquicio quedaba en la mente de alguien, los tractores de la repoblación de eucaliptos vinieron a dar por concluido el tema.

Manuel Domínguez Cornejo Antonio Domínguez Pérez de León

LOS PETROGLIFOS DE ZALAMEA LA REAL

LOS PETROGLIFOS DE ZALAMEA LA REAL

Llamamos  petroglifos  a unas determinadas  representaciones propias del arte prehistórico que fueron realizadas mediante la grabación en grandes piedras de  figuras de características muy diversas. Para ello utilizaban un instrumento, generalmente también de piedra, con el que rayaban o golpeaban la roca hasta desarrollar la figura que se pretendía grabar, en ocasiones utilizaban también arena y agua.

Hay petroglifos prácticamente por todo el mundo, pero en la península ibérica tienen lugar fundamentalmente en el oeste peninsular, tanto en España como en Portugal. Son expresiones artísticas esquemáticas y simbólicas propias de una cultura que se desarrolló aproximadamente entre 1800 y 1500  aC , que se corresponde en nuestra zona con un periodo comprendido entre el final del Calcolítico y la Edad del Bronce.

Esta cultura prehistórica que dejo estas manifestaciones artísticas ha sido profusamente estudiada y se les atribuye un carácter mágico, simbólico, religioso  o ritual que supone un auténtico reto  para entender la forma de vivir de los seres humanos en aquel tiempo.

Muchas han sido las interpretaciones que se les ha dado a estos grabados rupestres; desde ser un antecedente previo a la escritura  hasta representaciones vinculadas a algún tipo de creencia religiosa, pasando por los que las consideran simples expresiones artísticas sin otra finalidad que la estética.

Zalamea ha sido uno de los lugares que ostentaba el honor de tener uno de los  yacimientos arqueológicos de mayor interés relacionado con este tipo de manifestaciones artísticas prehistóricas, pero el reciente hallazgo por nuestro amigo Félix Lancha de un nuevo grupo de petroglifos en Zalamea, en la finca de Los Manantiales, ha puesto de actualidad estas expresiones artísticas y hace que sean ya dos los lugares de nuestro término municipal en los que se han hallado este tipos grabados rupestres, ambos relativamente cerca de la población.

Son pues ya dos los grupos hallados en Zalamea, el grupo de Los Aulagares y el de Los Manantiales. Esto tiene su importancia,  toda vez que denota que el grupo de los Aulagares no fue un hecho aislado sino que en un momento determinado, alrededor del 1500 antes de Cristo, el término estuvo poblado durante un tiempo indeterminado por un pueblo que desarrolló esta peculiar  forma de manifestación artística. Lo que viene a situar a Zalamea en primera línea a la hora de estudiar este tipo de expresiones culturales.

El primer grupo, conocido en Zalamea desde hace tiempo, se encuentra en la finca denominada Los Aulagares, a 1 km aproximadamente, al suroeste de la población y está compuesto a su vez por dos grupos de piedras, separados entre sí unos 200 metros. El primero es una roca plana y  casi horizontal en la que se cuentan alrededor de 40 círculos concéntricos de formas variadas. El otro es de mucho mayor tamaño, pero con menos grabados , aunque más rico en lo que a simbología se refiere y  más dispersos, posiblemente por derrumbamiento. Los aulagares siguen siendo los grabados  más importante por su número y tamaño. Fueron estudiados por Mariano del Amo y hay diversas hipótesis sobre el significado que se les atribuye.  Pudieran ser símbolos relacionados con algún tipo de creencia religiosa con deidades astronómicas,  aunque últimamente está cobrando peso una interpretación más aproximada a las prácticas y necesidades cotidianas, apunta a que puede estar  relacionada con algún tipo de ritual  de culto al agua, invocando  lluvia, quizá  por su similitud con las ondas que las gotas al precipitarse  forman en la superficie del agua. En cualquier caso nada es definitivo y aún queda mucho por investigar para descubrir el auténtico significado de estos grabados.

El segundo grupo, el de Los Manantiales, recientemente descubierto, y pendiente  aún de datar y estudiar  por los expertos, es de menor tamaño que el anterior pero marca una notable diferencia en lo que se refiere a los símbolos grabados. Lo que apunta, bien a poblaciones distintas o al mismo grupo poblacional que se ha desplazado y  evolucionado, variando los símbolos grabados. En el caso de Los Manantiales, aunque aparecen también algunos pequeños círculos concéntricos, lo más significativo es que  en una de las rocas aparece un figura de difícil interpretación  ya que la roca está fracturada, habiéndose desprendido y desaparecido una parte en la pudo haberse completado la figura. Se trata de la representación esquemática de un animal o quizás una figura humana.  Tanto Los Aulagares como Los Manantiales debieron  ser  lugares de culto con un significado mágico o religioso. 

Los dólmenes repartidos por todo el término, las cistas  y los Petroglifos de la Edad del Bronce en  Zalamea la Real dan idea de la importancia que tiene nuestro término  en el estudio de la Prehistoria  en el oeste peninsular, algo de lo que podemos sentirnos orgullosos.