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ZALAMEA LA REAL - HISTORIA

Prehistoria

LA MINERÍA PREHISTÓRICA EN ZALAMEA LA REAL (IV)

LA MINERÍA PREHISTÓRICA EN ZALAMEA LA REAL (IV)

LA MINERIA EN LA EDAD DEL BRONCE.

En historia general a la Edad del Cobre sigue la llamada edad del Bronce, en ella el hombre descubre que mediante una aleación con estaño, el cobre adquiere dureza y mayor consistencia.  Esto supone un avance tecnológico porque permite la utilización del resultado de la aleación para fines más avanzados y un paso más en la búsqueda de metales preciosos que harían destacar a muchas civilizaciones. La Edad del Bronce trajo sin embargo otras innovaciones de carácter cultural y social.

No obstante la Edad del Bronce se desarrolla en nuestra comarca con unas características específicas. Lo primero que se aprecia es que se produce un estancamiento, incluso un retroceso cultural en nuestra zona. ¿Qué explicación se le puede dar a este hecho? Los yacimientos arqueológicos y los estudios realizados apuntan a que durante el Bronce Inicial y Medio hubo un abandono de las minas, en parte debido al agotamiento de los afloramientos cupríferos en superficie y por las dificultades que entrañaba su extracción en minería de interior así como al desconocimiento de las nuevas tecnologías que exigía el nuevo periodo, esto provoca un descenso poblacional y un regreso a las actividades agrícolas y ganaderas,  sólo en el Bronce Final se produce un renacimiento de la minería a causa de la adquisición de nuevas tecnologías de extracción y fundición y al crecimiento de la demanda de cobre. Esto que hemos hablado se  demuestra en una de nuestras minas (Chinflón) en la que se ha excavado un poblamiento minero de  la Edad del Bronce final, en el que probablemente se realizó algún tipo de fundición aunque esto no acredita que se estuviese realizando la aleación para producir bronce por la carencia de ese otro metal necesario.

 No obstante la zona no volvería a adquirir el auge que mostró a finales del Neolítico  y en el Calcolítico. El cobre ha pasado a ser un metal secundario, necesita de otro para transformarse en bronce. El interés por él decae en la medida que ya no es el metal único, valioso y tan apreciado como  en periodos anteriores. A ello se añade la extracción de cobre más refinado en minas de mayor envergadura cerca de otras que producen estaño. Su extracción es ocasional, como lo demuestra el estudio realizado en el poblado de Chinflón, y los habitantes de la zona no pueden abandonar sus actividades agrícolas y ganaderas y solo estacionalmente se trasladan a las minas para extraer mineral de cobre y fundirlo con el fin de comerciar con él, regresando después a sus actividades cotidianas. Sin olvidar la atracción que una cercana mina como la de Riotinto que comienza ya  a manifestar su potencial productivo convirtiéndose en un foco de atracción.

La ausencia prácticamente total de objetos de bronce en los yacimientos arqueológicos de nuestro término reflejan que la producción de cobre se dedica en su totalidad al comercio, intercambiándolo por otros objetos de mayor utilidad, incluso puede que alimentos.

 Manuel Domínguez Cornejo       Antonio Domínguez Pérez de León

LA MINERÍA PREHISTÓRICA EN ZALAMEA LA REAL (III)

LA MINERÍA PREHISTÓRICA EN ZALAMEA LA REAL (III)

 LA VIDA DE LOS MINEROS DE LA EDAD DEL COBRE

Con el fin de  situarnos es preciso que hagamos un esfuerzo de imaginación para representarnos a aquellos pobladores que habitaban la zona alrededor de 3500 a.c., sobre finales del Neolítico, y que basaban su economía en la ganadería, la caza, la recolección y la agricultura.  La orografía no permite la explotación de grandes extensiones, las pequeñas zonas fértiles se concentran en las proximidades de los barrancos y riberas. La población por tanto no es muy numerosa, se trata de pequeñas tribus o clanes en los que entre sus integrantes no existen grandes diferencias sociales. Disponen ya de una estructura jerárquica básica, pero aún muy elemental. Comienza sin embargo a haber una especialización de trabajos  entre recolectores, cazadores, y miembros que empiezan a buscar piedras de valor para comerciar con ellas.

 

  Estos miembros de la comunidad que dedican su esfuerzo a buscar y recoger el cobre nativo existente que se ha formado por precipitación o decantación en las oquedades de las pequeñas minas del término municipal (Chinflón, Masegoso, Molinera, etc) en un principio no lo obtienen para uso propio sino como material de intercambio con otros visitantes venidos de fuera. Intercambios que les proporciona unos beneficios que les hace destacar dentro de  su tribu o clan y les confiere un status elevado que a su vez se transfiere de alguna manera a toda su comunidad que adquiere una preeminencia frente a  otras de regiones próximas Es lo que presumiblemente ocurre en la zona de El Pozuelo y que explicaría las características y la abundancia de los yacimientos de este área.  


  Con el paso del tiempo, bien sea por descubrimiento casual o por contactos culturales con pueblos que conocían ya las técnicas de fundición, aquellos primitivos extractores de cobre nativo comienzan a fundir el mineral y a obtener el cobre que casi con toda seguridad sigue siendo destinado al comercio, siendo el uso propio  meramente testimonial, quizá por falta de conciencia de la utilidad que podía darse a ese material. No obstante la minería se convierte en un elemento dinamizador del desarrollo social de estos primitivos pobladores del término. En el caso de El Pozuelo los vínculos entre los enterramientos y el ajuar lítico encontrado en ellos y la mina de Chinflón son evidentes y corroboran la teoría acerca de los motivos del avanzado desarrollo de la cultura dolménica de El Pozuelo. Las puntas de flecha de lado recto o algo curvo; alabardas triangulares; cuchillos con retoques marginales; microlitos retocados, todos ellos de sílex; cuentas de collar discoides hechas de serpentina; esquistos;  y junto a los útiles y objetos de adorno ídolos de tipo almeriense de cuerpo esbelto, hombros elevados y parte inferior triangular; todos ellos elementos propios de la Edad del Cobre.

 

Manuel Domínguez Cornejo       Antonio Domínguez Pérez de León

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL VIII

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL VIII

LA METALURGIA

     Hemos referido anteriormente que uno de los aspectos de la economía de la cultura megalítica de nuestra zona y especialmente del área de El Pozuelo, fue la actividad minero-metalúrgica que, tal como dijimos, sin constituir un elemento básico de sus actividades económicas tuvo una carácter significativo por sus implicaciones sociales y culturales que nos llevan a tratarla ahora, especialmente, de manera separada.

     Quizá convenga, antes de profundizar en el sentido que tuvo esta actividad para nuestros pobladores, recordar algunos de los aspectos identificativos del Calcolítico. Se trata de un período en el que los hombres prehistóricos del Neolítico, para los que la piedra sigue siendo la materia prima para la elaboración de sus útiles y herramientas, comienzan a tener contactos con el metal, en este caso el cobre y empiezan a hacer uso de él, inicialmente con el fin de fabricar objetos de adorno y algunos otros más específicos, como pudieron ser hachas y puntas de flecha.

Todo ello conllevó el desarrollo de una técnica minero-metalúrgica que desembocó en una sociedad más avanzada y compleja. Por de pronto se advierte la existencia de tres procesos que  llegaron a suponer una auténtica diversificación ocupacional; estos tres procesos serán el de extracción, fundición y elaboración. Todo esto hará que la sociedad calcolítica gozase de unos avances tecnológicos y culturales que se difundieron con rapidez; sin embargo hay que hacer notar que en este primer estadio las actividades mineras se limitaban a la extracción del cobre que se hallaba  en cuevas u oquedades y en superficie, trabajándose sólo las primeras capas de las minas sin hacer una excavación exhaustiva, es decir, no se abrirían galerías en busca de filones sino que se limitaban a sacar el mineral de las menas que afloraban en los yacimientos a la vista, realizándose aún esta labor con útiles de piedra, los clásicos martillos de mineros.

      Una vez dicho la anterior nos metemos de lleno en lo que a nosotros nos concierne, es decir:  ¿En qué medida los contactos con los pueblos metalúrgicos intervienen en nuestra cultura megalítica?.

      Lo primero en resolver es de dónde nos llegan la primeras influencias. Inicialmente procederían del sureste peninsular (Almería-Los Millares) que a su vez las tomarían del sureste europeo. Desde allí va extendiéndose con rapidez en busca de nuevos filones. Es lógico suponer por donde penetraron hasta nuestra zona; los dos ríos, especialmente el Tinto, llevarían en sus aguas los indicios que conducirían a estos pueblos hasta culminar en los yacimientos de envergadura  (Riotinto) y desde allí se extendería a las pequeñas minas de sus proximidades (Chinflón, Masegoso, etc). No se trata de grupos poblacionales importantes sino muy reducidos que se instalan en la zona y que establecen contactos con los habitantes indígenas induciéndolos a la extracción del mineral. No modifican sustancialmente el sentido de su economía, simplemente los introducen en las actividades mineras para utilizarlos como mano de obra para obtener el mineral con el que ellos, posteriormente, comerciarían. Es necesario aclarar que, posiblemente, estos pequeños grupos que arriban a nuestra zona no son completamente distintos a los indígenas; presumiblemente  la cultura metalúrgica, desde su punto de origen en el sureste peninsular, ha ido mezclándose con las culturas autóctonas a lo largo de su difusión hacia occidente, por lo que estos grupos reducidos, cuando llegan aquí, participan ya de muchos elementos comunes con los que habitan el lugar, aportando, no obstante, nuevas técnicas arquitectónicas y culturales, consecuencia de la poderosa civilización de procedencia.

      Estos nuevos pobladores, una vez instalados, toman contacto con los que ya habitaban nuestra zona, pero esos contactos no se limitaban a las técnicas de extracción, sino que también les transmitieron las innovaciones culturales y religiosas que traían y que da como consecuencia la peculiaridad de la cultura dolménica de El Pozuelo, circunstancia que, sin lugar a dudas, también se produce en otras áreas del término de Zalamea pero en menor grado, debido quizá a una menor densidad de población o a la menor envergadura de las minas.

      Estas innovaciones se ponen de manifiesto en la adopción de nuevos ídolos y de nuevas técnicas arquitectónicas, apareciendo dólmenes de una cámara y planta irregular, así como el algunos elementos de la vida cotidiana, cuentas de collar y otras piezas de adorno.

      Es evidente la relación que se observa entre la mina de Chinflón y la ubicación de los lugares "de culto" o "sagrados", donde se situaban los enterramientos. La mina, que es el centro de interés de estos nuevos pobladores, puede ser el lugar desde el que se irradia esta nueva cultura, independientemente de que, como el lugar ya estaba habitado, allí pudieran haberse efectuado enterramientos anteriores.

      Para concluir, es necesario incidir en que la cultura de El Pozuelo, aún datada en época calcolítica, no estaba plenamente inmersa en la metalurgia, posiblemente sólo conocen el primero de los tres procesos a los que antes mencionábamos, el de la extracción del mineral y quizá muy tímidamente el de la fundición, con el fin interesado de ofrecer para el comercio un mineral más enriquecido mediante unas técnicas primarias de fundición. Así pues, y tal como ya dijimos, su economía sigue basándose fundamentalmente en la agricultura y en la ganadería, siendo las actividades mineras una ocupación ocasional, no permanente, que realizarían en períodos en que la climatología les es propicia. El mineral, como adelantamos al hablar de los aspectos sociales, económicos y culturales, es sólo un complemento a sus actividades tradicionales. Esto explica el que no se hayan encontrado objetos de cobre en el ajuar de los dólmenes de El Pozuelo. Es probable que al ser objetos de un valor excepcional, obtenidos presumiblemente en el intercambio de mineral, no fuesen depositados entre el ajuar funerario, bien por su escasez o bien por su valor, por temor a que la sepultura fuese expoliada.

    En cualquier caso la metalurgia, como hemos venido repitiendo, es la que da las características tan significativas que  posee la cultura dolménica de El Pozuelo.

                                                         CONCLUSIÓN

    En las últimas páginas hemos intentado aventurar una hipótesis sobre la vida y costumbres de unos hombre que vivieron hace cerca de 5000 años y que, especialmente en el área de El Pozuelo, nos legaron unos monumentos cuyas características han atraído el interés de arqueólogos e historiadores. De cualquier forma, para desvelar el misterio que aún supone para nosotros, serán necesarios muchos años de investigación y nuevos descubrimientos que confirmen o desmientan las hipótesis lanzadas. Entre los retos pendientes se encuentra el estudio de los  poblados  a los que hacíamos mención en el capítulo anterior cuyo resultado podría arrojar alguna luz sobre algunas de las oscuridades que  aún proyecta la cultura dolménica de El Pozuelo.  

 

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (VII)

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (VII)

     Llegado este punto es necesario referirnos particularmente a los dólmenes de área de El Pozuelo, que es donde vienen a ponerse de relieve, de manera más significativa, y casi exclusiva, todo lo que hasta ahora hemos venido diciendo. Es en estos dólmenes, por sus características constructivas, donde viene a materializarse de manera más expeditiva la convergencia de las culturas que van a influir a su vez en el perfil cultural y económico de estos pueblos. Tal y como mencionamos en otra parte de este trabajo, las influencias orientales y la metalurgia, de la que ya hablaremos más adelante, son los elementos que imprimen dinamismo a la difusión de esta nueva cultura. Podemos apreciarlo perfectamente en el propio enterramiento que aparece en El Pozuelo, donde observamos como a los dólmenes de una sola galería se les ha ido añadiendo cámaras anexas, tomando una configuración propia. De esta manera vemos como, en algunos sepulcros de este área, encontramos una más que sospechosa similitud con los templos prehistóricos egeo-anatólicos, como es el caso del dolmen nº 13 y el templo de Gigantija, en Goza (Malta), lugar de origen, así mismo, de un tipo de ídolo cruciforme denominado mas tarde en el sur peninsular como ídolo almeriense.

      En qué medida, pues, la metalurgia es el elemento dinamizador del que hemos hablado? Pues sencillamente porque el pueblo que la conoce disfruta de una posición más avanzada tecnológica y socialmente y esta circunstancia impone una difusión más rápida de su cultura. La metalurgia no supuso sólo la llegada de nuevas prácticas económicas, sino también de nuevas costumbres religiosas y sociales que, sin suplantarla, van a incidir en la organización socioeconómica de los pueblos que habitan nuestra zona.

       Después de todo lo dicho anteriormente procede abordar como era la organización social de estos pueblos, tarea nada fácil y que, en todo caso, se mueve en el terreno de la hipótesis.

      En los últimos años hemos descubierto dos emplazamientos circunvalados uno de ellos de paredes y rocas, uno en las cercanías de la mina de Chinflón y otro en el lugar conocido como Las Perulas que muestran en superficie restos de cerámica y que bien pudiera tratarse de poblados semifortificados cuyo estudio y excavación por profesionales, si confirmaran esa eventualidad, podría arrojar luz sobre algunas de las oscuridades que aún proyecta la cultura  dolménica de El Pozuelo, ya que hasta ahora los únicos elementos de los que podemos deducir nuestra conclusiones son: el espacio de habitabilidad, la ubicación y disposición de los enterramientos, el propio monumento megalítico y el ajuar.

      Basándonos en estos tres elementos y con suma cautela deducimos que probablemente se tratara de grupos poblacionales dispersos que ocupan y aprovechan  zonas fértiles, que en el caso de El Pozuelo, estarían situadas al norte de los enterramientos. Es difícil establecer la relación que pudiera existir entre estos grupos poblacionales, que a su vez estarían divididos en clanes familiares; estos clanes familiares estarían sujetos a una unidad superior, en la que uno de los elementos o factor común sería el culto religioso o funerario. Geográficamente cada clan ocuparía un espacio determinado dentro del área general en el que se dispersa el grupo poblacional al que pertenece. No sería muy aventurado concluir en que cada grupo dispondría de un lugar, que podemos denominar sagrado, en el que construyen sus monumentos funerarios, lugar que se constituye como marca territorial e identificativa de dicho grupo; en él es muy posible  que cada dolmen correspondiese a un clan determinado. El número de ellos estaría, pues, en relación directa con la densidad de cada grupo poblacional; así el número de clanes que lo componen determinarían el número de dólmenes y el de personas que forman el clan el tamaño y envergadura de aquellos. Por ejemplo, en el área de El Pozuelo, observando la disposición de los distintos  grupos poblacionales, uno que utilizaría como zona de culto y lugar de enterramiento la zona al este de Chinflón (Dólmenes 1, 2, 3 y 4), otro en torno al Cabezo de El Chivito (dólmenes 5, 6, 7, 8, 9) y un tercero en Los Lomeritos ( dólmenes 11 y 12).

      La economía de estos grupos en general, y de los clanes en particular, se basaría en una agricultura de subsistencia y en una ganadería pastoril que quizá tuviese mayor relevancia, aprovechando las especies autóctonas, como podrían ser cerdos y cabras principalmente; así mismo, la caza y la recolección de frutos silvestres ocuparía un papel destacado. Hay otro elemento más que no debemos olvidar; se trata de la minería, que tendría un papel significativo, no tanto porque las actividades mineras supongan un  aspecto fundamental  de su economía sino por las implicaciones sociales y culturales que conlleva, circunstancia que trataremos detenidamente más adelante.

      Probablemente el clan no ocuparía de manera permanente un lugar, sino que realizaría periódicos desplazamientos, que si bien eran limitados, vendrían impuestos por el agotamiento de los recursos de los lugares que habitan. Dentro de cada clan se infiere una organización social en la que uno de sus miembros ostentaría una jefatura sobre el resto, como se desprende del  hallazgo de algunos objetos del ajuar (báculo del dolmen nº 4) que refleja una distinción entre las personas enterradas, denotando una posición preeminente; así mismo es probable, que en el clan hubiese personas, dentro de su organización social básica, que realizasen funciones específicas, y el algunos casos exclusivas, para cubrir algunas necesidades de sus miembros. De igual forma, dado que el principal nexo de unión de los distintos clanes que integran un grupo poblacional son los cultos religiosos y funerarios, dentro de él, e independientemente del clan al que perteneciese, existía una figura que ostentaría una especie de liderazgo religioso común a todos ellos. En determinados momentos, claves para la vida de estos grupos, los clanes se aglutinarían en torno a esta figura, como podría ser algún tipo de manifestación religiosa o cultural, o para la construcción de un dolmen, en la que sería preciso la intervención de todos los miembros válidos. No es de descartar que el clan al que perteneciese esta figura dispusiera de una posición preponderante respecto a las demás.

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (VI)

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (VI)

CONCLUSIONES

     Las primeras preguntas que cabe hacerse después de todo lo expuesto en relación con el fenómeno megalítico son:

¿Cómo vivían los pueblos que construyeron este tipo de sepulcros?

¿Cuál era su organización social?

¿Que creencias les llevo a realizar tales manifestaciones funerarias?

      Por lo que podemos deducir de todo lo estudiado, estamos asistiendo al primer gran cambio en la estructura social y religiosa de la Prehistoria en nuestra zona.

      A finales del Neolítico, la religión y los rituales religiosos, entre los que ocupa un destacado lugar lo funerarios, toman relevancia como un factor fundamental en la organización y estructura social de aquellos pobladores de nuestro territorio. Nos encontramos, por primera vez en nuestra historia con un monumento funerario cuya significación va más allá de esa función, un lugar en torno al cual se concentran una serie de manifestaciones religiosas que lo convierten en un símbolo emblemático para la comunidad que los construye. Su finalidad no es exclusivamente funeraria, se trata de un monumento religioso en el que la inhumación es un elemento más de las creencias que llevaron a sus constructores a levantarlo. Por establecer una comparación, encontramos un paralelo, salvando las distancias y con las diferencias lógicas que establece el tiempo y las distintas creencias, en nuestras iglesias y ermitas de la Edad Media y Moderna, en las que además de ser lugares en los que se rinde culto a Dios y se celebran ceremonias religiosas, se entierran en su interior los cadáveres de los creyentes. Todo ello implica que estas creencias vienen a determinar en gran manera su vida y su organización social.

       Por otra parte, para hacerlos perecederos hay que levantarlos con elementos perdurables y por lo tanto hay que recurrir al material que, de todos los que se dispone en ese momento, es el más resistente al paso del tiempo, la piedra. A medida que aumenta la población y se hace más compleja su sociedad, se engrandece, consecuentemente, el monumento; el estudio del ritual viene a corroborar lo expuesto anteriormente y nos acerca más a la forma de interpretar la religión por parte de estos pobladores.

      Aunque en estos yacimientos no se han podido recuperar cadáveres, por el estudio de otro sepulcros similares a los nuestros,  se deduce que estos se colocarían por todo el sepulcro, directamente sobre el suelo, situándolos junto a las paredes y guardando una posición similar o variada; así, mientras en algunos sepulcros se les pone sentados en cuclillas, con la espalda apoyada en el ortostato, en otros se les coloca en decúbito supino y en orientación transversal respecto al eje del sepulcro. La posición de sentado en cuclillas es bastante frecuente en los sepulcros megalíticos y de otro tipo coetáneos a ellos. Solían ocupar poco espacio, pareciendo haber sido atados previamente y algunos de ellos se calzaban con piedras para que mantuvieran el equilibrio.(Santos Rocha, 1899-1903). En otro orden de cosas, sabemos que en los sepulcros onubenses se enterraban juntos a los niños y a los adultos, así como a mujeres y hombres.

      Cuestión importante dentro del ritual funerario es la colocación de los ajuares. Es frecuente encontrar entre ellos, aparte de los explicados, depositados como ofrendas, huesos de animales que bien podían ser restos de comida o trofeos de caza con el fin de que acompañasen al difunto  en la vida de ultratumba. Los ajuares, cuando no se trataban de osarios, se les ponían individualmente, colocado junto a él, cerca de la cabecera o sobre las piernas si estaban sentados.

      La aparición entre el ajuar funerario de ídolos placas y de ídolos almerienses viene a certificar  sus profundas creencias religiosas y a dar sentido al carácter escatológico del enterramiento. El hallazgo en el exterior del dolmen de ídolos placa y restos de cerámicas, algunas de ellas intactas y que por su posición no cabe relacionaras con el ajuar del enterramiento, apoya la teoría de que entorno al monumento debió de llevarse a cabo algún tipo de ceremonia ajena al ritual funerario, aunque es lógico pensar que el carácter religioso y sepulcral son indisolubles.

      Otro aspecto que vine a apoyar el carácter religioso del monumento megalítico es la orientación del mismo, que por regla general obedece a unas pautas que vendrían determinadas por sus creencias, es decir, la orientación no es casual sino que responde a una poderosa razón de ser relacionada con su religión. Por lo común es de este-oeste, con la entrada hacia levante, con las variaciones lógicas que impondrían la ortografía del terreno y la época del año en la que se inicia su construcción. Nuestras iglesias y ermitas, recurriendo de nuevo a la comparación antes mencionada, eran construidas hasta hace bien poco siguiendo, igualmente, unas normas de orientación, también de este a oeste, pero en este caso con la entrada hacia poniente; así mismo las mezquitas musulmanas se orientan hacia La Meca.

    Paralelamente al carácter esencialmente religioso del monumento, hemos de mencionan que en los últimos años se han barajado las hipótesis de que el conjunto de monumentos megalíticos de una zona también tuviese un valor identificativo de posesión de esa determinada zona por un clan o tribu, que les valiese como una especie de marca territorial. De hecho es el único elemento que permanece inalterable y demuestra que el territorio ha sido ocupado sucesivamente  por distintas generaciones de esa misma tribu o clan, ya que el poblado pudiera no tener un carácter estable.

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (V)

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (V)

EL AJUAR

En cuanto al ajuar que han arrojado los tres tipo de dólmenes de galería que hemos relacionado, encontramos dos corrientes culturales bien diferenciadas conforme a su origen y cronología. En primer lugar hay que destacar el material correspondiente a una fase neolítica propia e pueblos pastores, y que es el más abundante de nuestros dólmenes, consistentes en hachas de sección circular que sólo tienen pulimentado el filo, escoplos y azuelas hechas en piedras eruptivas y ocasionalmente en fibrolitas, microlitos de formas muy variadas, cuchillos de silex sin retoques placas de esquisto grabadas con un orificio y a veces con dos cuyos motivos decorativos son representaciones de ojos o bien triángulos y líneas oblicuas así como bastones o báculos, también de esquisto, generalmente sin decoración y con un sólo orificio.

En segundo lugar  hallamos un ajuar que se corresponde al período calcolítico compuesto por puntas de flechas de lado recto o algo curvo y base recta o cóncavo generalmente retocadas en los dólmenes, alabardas triangulares, cuchillos con retoques marginales y microlitos retocados, todos ellos en silex, pequeños núcleos de cristal de roca, cuentas de collar discoides bicónicas en forma de aceitunas, cilíndrica, talladas en esquisto, serpentinas, mármol y pequeños colgantes  de piedra verde clara. Junto a los útiles objetos de adorno, se encuentran también ídolos de tipo almeriense de cuerpo esbelto, hombros elevados y parte inferior triangular, lados rectos o bien  con cuerpo ancho que se estrena en el Centro. En cuanto al metal, sólo se ha hallado un objeto de cobre en forma de punzón, totalmente estropeado.

 En lo que respecta a la cerámica, es de cierta uniformidad y están presentes vasos esféricos, cuencos altos de fondo esférico y paredes rectas o inclinada, cuencos semiesférico, vasos globulares con cuello estrecho y exvasados, vasos carenados, etc. El material en el que están fabricados es de una pasta comúnmente pardusca, roja, gris, o negra y a veces presentan mamelones.

Tomando como referencia el ajuar encontrado podemos sacar las siguientes conclusiones finales acerca de la datación cronológica del megalitismo en Zalamea:

El origen del megalitismo se remonta, como hemos dicho, a finales del Neolítico prolongándose a lo largo del Calcolítico. Los últimos hallazgos estudiados en el Alentejo portugués por medio del método del Carbono 14, así como los ya conocidos en el oeste   de Europa, apuntan que el inicio de este fenómeno se produce en la fachada atlántica europea, sin poder definir con exactitud que región fue la primera en emplear este tipo de enterramientos que después se extenderían hacia el interior del continente. Posteriormente encontramos otros focos en el Este de Europa (Mar Egeo) que va a irradiar su influencia por todo el litoral mediterráneo, llegando hasta la Península. Pudo ocurrir que llegase a nuestra zona coincidiendo con la etapa de transición hacia la Edad del Cobre, caracterizada por las cazuelas carenadas, puntas de flechas y pesas de telar. Con todo, no hay pruebas contundentes ya que algunos ajuares vienen del Neolítico, como ya dijimos, continúan  durante el Calcolítico junto a los nuevos elementos surgidos en este periodo de transición.

Así pues,  no todos los ajuares ni monumentos megalíticos son contemporáneos y aunque creemos que los primeros sepulcros dolménicos ya estarían introduciéndose en esta zona a finales del cuarto milenio, hemos de concluir que, por los datos hasta el momento conocidos, nuestras tumbas megalíticas pueden ser fechadas entre el 2.800 y el 2.000 a.C.., sufriendo algunas de ellas reutilización en el bronce antiguo, como podemos ver con los recipientes cerámicos, similares en algunos casos a los encontrados en cistas megalíticas de nuestra provincia.

Manuel Domínguez Cornejo        Antonio Domínguez Pérez de León

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL IV

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL IV

THOLOS Y CISTAS

 Abordaremos en este capítulo los dos últimos tipos de monumentos megalíticos que hemos descrito.

En lo que se refiere al modelo que enunciamos en el punto d, sepulcro de falsa cúpula o tholo, el que hallamos en nuestro término se encuadra dentro del subtipo II de la clasificación que diera Cabrero García de los monumentos de la provincia de Huelva. Hasta hace bien poco tiempo todas la referencias documentales que se publicaron sobre este tipo de enterramiento los localizan en zonas fértiles situadas más al sur, en la Campiña o bien hacia el oeste, Andévalo occidental, careciéndose de documentación sobre la existencia de estos enterramientos en zonas mineras, por los que se les consideró impropios de este ámbito, sin embargo, tras el hallazgo que hicimos de dos tholos en el área occidental de Zalamea, se plantea la necesidad de reconsiderar y extender hasta nuestra zona el área de difusión de estos sepulcros de falsa cúpula. Posiblemente la fragilidad de esos monumentos ha condicionado su destrucción y ha dificultado su hallazgo. No es de extrañar que su número fuese más elevado del que ahora mismo se conoce.

      Estos monumentos constan de dos partes bien diferenciadas, un corredor y una cámara circular a la que da acceso aquel. La cámara está construida con ortostatos bien trabajados, de similar tamaño y poco grosor que sirven para revestir la pared y no para soportar la cubierta. Esta  está formada por una falsa cúpula realizada por aproximación de hileras de piedras  acuñadas y recubiertas con barro para compactarlas. En lo que respecta al corredor, es recto, de paredes paralelas y asimétricas a diferencia del de galería, que va creciendo a medida  que se aproxima a la cámara, levantado igualmente con ortostatos verticales sobre los que se disponían otros horizontales que  le servían de cubierta. El monumento se construye previa excavación en el firme de una fosa para la cámara y una zanja para el corredor que pudo servir como soporte a la  cobertura, dicho con las reservas propias al carecer de datos directos, ya que los sepulcros hallados se encuentran en un grado de destrucción bastante avanzado. En los hallados en nuestra zona, el túmulo difiere notablemente de los de galería, mientras que en aquellos se trata de una colina artificial levantada para cubrir el monumento en estos es una prolongación de un montículo natural en el que se ha practicado la excavación. No podemos asegurar, por el avanzado estado de deterioro, la existencia de un anillo peristalítico ya que estos casos no es tan preciso como cuando se levanta la colina artificial a la que sirva de sujeción, aunque por paralelos conocidos en la provincia de Huelva es deducible su presencia. En el tholo la orientación es Este-Oeste con el corredor hacia levante.

      El último modelo de monumento que hemos relacionado es la cista megalítica. Se trata de una sepultura de forma cuadrangular a la que se accedía por su cubierta. Consta básicamente de losas mal trabajadas que conforma las cuatro paredes que configuran el monumento. Sus dimensiones oscilan entre los 2,20- 2,45 m. de largo por 1,10-0,55 m. de ancho. La parte superior estaba cerrada con grandes losas horizontales. Conservan restos de túmulo que originalmente la cubrirían en su totalidad y cuyas medidas oscilan entre 12 y 15 metros. Posiblemente careciesen de anillo peristalítico. Para construir este tipo de enterramiento se excavaba en el firme un hueco con las dimensiones que se les pretendían dar a las sepulturas y en el que se disponía delimitando el perímetro las losas verticales culminadas por la horizontales, cubriéndose luego con tierra. Se aprovechaba para ello una colina natural. La orientación en estos enterramientos no sigue unas pautas fijas.

Imagen de la foto: Restos de un tholo hallado al oeste de El Villar

Manuel Domínguez Cornejo        Antonio Domínguez Pérez de León

 

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (III)

EL MEGALITISMO EN ZALAMEA LA REAL (III)

    Especificamos en el capítulo anterior los cinco tipos de monumentos funerarios que  hallamos en Zalamea. Nos centraremos en esta ocasión en los tres primeros.

     Todos ellos disponen de unos factores comunes, el contar con una puerta de acceso, un corredor y una cámara que ofrece una disposición en forma de V que ha venido a definir, según algunos autores (Piñón 1.985), el tipo de construcción, cubierto todo ello por un túmulo delimitado por un anillo peristalítico.

     El perímetro interior está relacionado con ortostatos que van aumentando de tamaño desde el corredor a la cámara, adecuadamente apuntalados en el firme y culminados con ortostatos de cubierta para cerrar el monumento y cubiertos todos ellos con un túmulo elaborado con tierra y piedras. El sistema  de montaje no está suficientemente estudiado, probablemente el túmulo se construyera simultáneamente con las piedras verticales y no es descartable que el interior también se rellenara con el fin de permitir la consolidación de aquellas y facilitar el acceso y colocación de las pesadas cubiertas. Una vez colocadas éstas procederían a cubrirlo en su totalidad con tierra.

     El túmulo está compuesto  por piedras superpuestas, compactadas con tierra y agua. Esta colina tumular cubría todo el monumento, disimulándolo en el entorno geomorfológico. El perímetro del túmulo viene delimitado por un anillo peristalítico que en algunos casos se trata de una simple hilera de piedras y en otros ha sido necesario levantar una pared por  la configuración del terreno. El túmulo ofrece en general una forma circular aunque en muchos casos se adapta a la orografía de la colina natural sobre la que se ha asentado. El diámetro del monumento oscila entre catorce y veintiún metros. El piso de la cámara y el corredor están terminados, en algunos casos, con una especie de barro rojizo muy bien compactado mientras que en otros se observa un empedrado  de guijarros blancos y determinados vestigios apuntan a que los ortostatos pudiesen estar pintados. Igualmente el túmulo puede que tuviera algún tipo de coloración que lo destacara de su entorno de manera que el aspecto exterior del monumento megalítico causara impacto visual y cumpliera su función, al margen de la funeraria, de señalización del territorio como dominio de un clan o tribu

      El acceso al interior se configura por un estrechamiento del corredor que posteriormente, ya en el exterior, se abre para buscar el anillo peristalítico. Dicho estrechamiento se culmina por una piedras verticales, una a cada lado, bien diferenciadas del resto de los ortostatos del corredor que señalan el inicio del mismo y que servirían de soporte o “ bastidor” para una puerta de piedra o madera.

 En algunos de ellos se detecta la presencia de una antecámara separada de la cámara principal por una losa colocada de forma transversal o simplemente definida por un ensanchamiento del espacio sepulcral (dolmen nº 4 de El Pozuelo). La cámara presenta en la mayor parte de los casos una forma poligonal al igual que las cámaras anejas. En otras galerías, el fondo está formado por una piedra  grande y única (dólmenes  18 y 14); normalmente este último caso es propio de los pequeños dólmenes de galería en los que la cámara y el corredor es todo uno.

 En proporción a las cámaras , el corredor es corto y sólo en muy pocos casos se observa  un corredor relativamente largo (dolmen 7). En los dólmenes de galería múltiple, el corredor no se encuentra necesariamente  en el centro sino que puede estar colocado en una situación lateral con respecto a las cámaras. La orientación es en general, salvo en contadas excepciones de este a oeste, con el corredor dispuesto hacía levante.