LA EMANCIPACIÓN DEL ARZOBISPADO (II)
EL SUCESO DEL ALCALDE
Continuando con el proceso de emancipación, el 8 de mayo de 1581, Felipe II extendió una cédula por la que concede a Zalamea la jurisdicción y rentas jurisdiccionales de su propio término y la potestad de elegir sus alcaldes, oficiales y alguaciles, sin que se les pueda poner corregidor. Al año siguiente se procede a continuar con el amojonamiento y la delimitación del término para lo cual había sido comisionado, como dijimos en el capítulo anterior, el licenciado Rado, al que se le había designado un plazo de veinte días, cobrando su salario y el de su escribano, Juan Catalán, del concejo de Zalamea.
A principios de aquel año, 1582, se había procedido, como era uso y costumbre, a nombrar los miembros del concejo que regirían la villa. Estos fueron: Alonso Pérez León y Alonso Romero, alcaldes ordinarios; Andrés Pérez León y Alonso González, alcaldes de la Santa Hermandad; Juan González Lorenzo, mayordomo; Pedro Alonso Bernal, alguacil y Bernabé González, Juan Varela y Gregorio Salvador como regidores.
Don Miguel de Rado dilató el proceso de amojonamiento excesivamente, enfrentándose al concejo zalameño que se exasperaba ante la lentitud de aquél en efectuar su cometido. Ya el año anterior, dicho concejo había enviado a Juan Serrano a Almonaster, pueblo que seguía un proceso paralelo al nuestro y en el que se encontraba dicho licenciado con un requerimiento para que terminara de delimitar el término, siendo despedido con evasivas. Zalamea protestó ante el Concejo Real de Hacienda que respondió instando a Rado para que diera posesión de aquél a las autoridades de nuestro pueblo y así, el 5 de Septiembre de 1582, emprendió de nuevo su tarea. Ya en el amojonamiento se pusieron de nuevo de manifiesto las disputas entre Zalamea y Niebla por cuestiones de límites entre sus respectivos términos. En todo momento de este proceso, dicho licenciado estuvo acompañado por Juan González Lorenzo, mayordomo del concejo, como antes hemos apuntado, al que por último le hace entrega solemne de los edificios públicos, la cárcel, el pósito y las casas del cabildo. A renglón seguido les hizo saber su intención de darles posesión de sus cargos en nombre del rey. Esto no fue del agrado de los munícipes zalameños que no entendían, según la cédula de 8 de mayo de 1581 por las que el rey les concedía la potestad de elegir sus oficiales y alguaciles sin que se les pudiera poner corregidor, que Rado había cumplido ya su función como mero juez de comisión y por tanto no podía nombrar los cargos del concejo. De esta manera le presentaron, el 20 de Septiembre de 1582, un requerimiento para que no osase molestarles en la posesión de sus varas, no obstante el licenciado insiste en su intención y les convocó con ese fin el domingo 23 de septiembre en las casa del cabildo.
En principio parece ser que su propósito era ratificar a los que ya estaban, sin embargo para algunos miembros de la corporación aquello suponía un atentado a su honor y dignidad en tanto era hacerles entrega de algo por lo que habían pagado y consideraban fuera de lugar.
Llegado el momento determinados miembros del concejo optaron por plegarse a la autoridad de Miguel de Rado y les entregaron sus varas que éste les devolvió después de haberlas juntado con la suya como símbolo de posesión real, pero otros, encabezados por el alcalde Alonso Pérez León, se resistieron a hacerlo adoptando una postura enérgica y orgullosa ante el corregidor. Y así, tal como aparece en los documentos:
“ habiéndosela dado no la acabó de soltar porque la mantuvo asida por un extremo della”
Para evitar un escándalo público el licenciado dio la suya propia a Juan Serrano de la calle de la Iglesia, destituyendo a Alonso Pérez León, y haciendo lo mismo con los tres regidores que le habían apoyado, nombrando a otros nuevos. Los destituidos presentaron al día siguiente una reclamación exigiendo la posesión de las rentas del almojarifazgo.
Aunque en historia ni se puede ni se debe entrar en interpretaciones ni valoraciones subjetivas, si es perfectamente destacable el valor del que hicieron gala al enfrentarse a todo un corregidor comisionado por el rey en representación suya, asumiendo los riesgos que ello podía suponer.
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