CONTEXTO SOCIAL Y POLÍTICO DE LA ELECCIÓN DE SAN VICENTE COMO PATRÓN DE ZALAMEA
Mucho se ha escrito sobre la elección de San Vicente como patrón de Zalamea, pero poco o nada se ha profundizado en el contexto en el que se produce la elección de este santo en nuestro pueblo, conocido en aquel momento como Zalamea del Arzobispo.
Empezaremos por recordar que la península ibérica estaba entonces dividida en cinco grandes reinos, cada uno de ellos con sus respectivos monarcas: Portugal, Navarra, Aragón, Granada y Castilla que por aquel entonces ya había integrado el antiguo reino de León. Y este último reino, Castilla, es el que nos interesa por ser en el que se encontraba encuadrado nuestro pueblo. En el año en que se produjo la elección del santo reinaba en él Juan II, padre de la que la después llegaría a ser Isabel I de Castilla, que junto con su esposo Fernando de Aragón formaría la pareja conocida como Reyes Católicos
Estamos en plena Edad Media y apenas hacía 150 años que aquel pequeño lugar, nombrado antes por los musulmanes como Shalamya, había sido conquistado por los cristianos, que castellanizaron su nombre para denominarlo Zalamea, y ser cedido después como señorío al Arzobispado de Sevilla.
En aquel año, la sede arzobispal estaba siendo administrada por un fraile al haber sido suspendido temporalmente su titular, Don Diego de Anaya y Maldonado, por un litigio que tuvo con el cabildo de la catedral.
Desgraciadamente la escasez de documentos nos obliga a elaborar conjeturas sobre cuál era la situación social y económica de nuestro pueblo. Para ello hay que recurrir al análisis de los abundantes estudios que hay del contexto y a los escasos indicios aportados por algunos documentos. En 1425, aunque suponemos que existían aún restos de población musulmana y judía, la población cristiana se había impuesto en el término gracias a las sucesivas repoblaciones de castellanos y leoneses que fueron llegando desde su reconquista. Zalamea había adquirido ya la categoría de villa como parece desprenderse del real despacho de 1408 que firmó el rey Juan II sobre las dehesas de propios y como así consta en las mismas reglas de la hermandad:
“ En la villa de Çalamea en veynte y quatro días deel mes de março de mil y cuatrocientos y veinte y cinco años…””
Se trataba entonces de un pequeño pueblo que apenas llegaría a los cien vecinos, puede que algo más si añadimos la población de las aldeas, como se puede inferir de los datos generales de población para la época (a efectos de censo un vecino equivalía entonces a toda la familia ocupante de una casa). Basaba su economía en la explotación agrícola y ganadera, tanto de las heredades que disfrutaban los descendientes de algunos repobladores a título particular, generalmente situadas en las proximidades de los núcleos habitados, como de los numerosos e importantes bienes de propios o comunales. Contaba entonces el pueblo con una Iglesia formada por dos naves que estaría situada sobre el espacio que hoy ocupan la sacristía y el presbiterio de nuestro templo parroquial y una pequeña torre culminada por un campanario, de apariencia muy distinta a la actual. Sabemos también que existía extramuros una ermita dedicada al culto de Santa María de Ureña, hoy dedicada a San Blas. Las calles que constituían aquella primitiva villa se corresponderían con las actuales calles de la Plaza, La Iglesia, Hospital, Olmos, Castillo y Don Manuel Serrano. Contaba además con otros núcleos de población extendidos por el término que administraba, como eran el Buitrón, El Pozuelo, Marigenta, Membrillo, Buitroncillo, El Villar, Abiud, El Monte de El Campillo, El Monte de Alonso Romero y Santa María de Riotinto. El terreno que administraba se extendía desde el río Tinto hasta el rio Odiel y limitaba al sur con el condado de Niebla, al que pertenecía entonces un pequeño lugar llamado Facanías, que más tarde se convertiría en Valverde de Camino. Al norte limitaba con otra antigua villa conocida como Almonaster que con el tiempo compartiría con Zalamea un mismo destino histórico, razón por la cual hoy ambas tienen el apelativo de “la Real”
Se regía entonces el pueblo por dos alcaldes ordinarios auxiliados por un alguacil, un escribano público y un mayordomo, nombrados por un año, todos bajo la autoridad de un alcalde mayor que representaba y defendía los intereses del arzobispo, señor de Zalamea.
Las decisiones sobre el uso y administración de los bienes comunales, sobre los asuntos de vida y costumbres y el gobierno municipal se tomaban en un concejo abierto para el que se reunía a todos los vecinos varones, cristianos viejos, a toque de campana para acordar conjuntamente las medidas que luego debían ejecutar los alcaldes. Por lo general se celebraban los domingos después de misa.
La religión era el centro alrededor del cual giraba la vida de los zalameños, así como sus fiestas y sus costumbres; el ritmo de la vida cotidiana venía marcada por los toques de campana de los oficios religiosos y llamadas a la oración.
El índice de mortalidad era muy elevado, la esperanza de vida estaba entre los 45 y 50 años y con frecuencia se producían epidemias que asolaban a la población y provocaban un descenso demográfico que, en ocasiones, traía consigo una graves crisis económica por falta de mano de obra. Y al parecer una de estas epidemias fue el motivo de la decisión de tomar formalmente a un santo como patrón de Zalamea. Ante el desconocimiento de la causa y de remedios sanitarios eficaces el pueblo se refugiaba en la religión como única protección frente a la enfermedad.
Sabemos por las mismas reglas de la hermandad que en aquel 1425, Zalamea y sus lugares “comarcanos” estaban siendo asolados por una epidemia de peste:
“… Por que Dios nuestro Señor a dado mucha peste en esta villa y su término…”
Hoy no podemos saber si aquella epidemia a la que hacen referencia las antiguas reglas de la hermandad fue de peste bubónica, la temida peste negra, o cualquier otra, ya que en la Edad Media se denominaba con el nombre de peste o pestilencia a cualquier epidemia que causara mortandad. Pudo tratarse de una epidemia de gripe o de viruela o quizá, no es descartable, de esa terrible peste negra que tantos estragos causó en la población de la Edad Media. Conocemos que fue especialmente virulenta la que se produjo en 1422 en el suroeste peninsular, así que puede que se tratara de esta misma que aún se hiciera sentir tres años después o de un brote local de los que tanto se produjeron a lo largo del siglo XV. Lo cierto es que los zalameños padecieron en aquellos momentos una epidemia que les infringía enormes sufrimientos. Se acude entonces a elegir un santo que interceda para aplacar la ira del Todopoderoso:
“…que por que Dios Nuestro señor aPlaque la dicha pestilencia…”
La elección se produjo, según todos los indicios, en un concejo abierto que tuvo lugar probablemente en la puerta de la iglesia, donde a toque de campana son convocados todos los vecinos y moradores varones de la villa, que con seguridad habían sido advertidos previamente a través del pregonero, mandándoseles aviso igualmente a los de las aldeas, De esta manera, en presencia del escribano público y ante el cura de aquella primitiva iglesia, siguiendo el ritual de introducir todos los nombres de los santos de las letanías en un cántaro, según se narra al principio de las antiguas reglas de la hermandad, un niño extrae por tres veces consecutivas la cédula con el nombre de San Vicente, visto lo cual fue acordado elegirlo como patrón de Zalamea:
“…y viendo los vecinos que Dios Nuestro Señor les dava por patrón y avogado ael gloriosso San bicente, Prometiron dehacer la hechura de el bien abenturado SSanto y de hacerle su Hermita y Hermandad..”
Nada podemos añadir hoy acerca de la certeza del hecho protagonizado por aquel niño; no obstante, ya hemos hablado en otras ocasiones que son numerosos los indicios que apuntan a que el culto a San Vicente estaba bastante arraigado en Zalamea mucho antes de aquella fecha. Fue el 24 de Marzo de 1425, seguramente un domingo, o quizás un jueves o un sábado, -los sistemas de conversión de fechas anteriores a 1582, año de establecimiento del calendario gregoriano, son imprecisos –, pero el caso es que desde entonces, y ese es un hecho incontestable, Zalamea ha venido venerando a San Vicente ininterrumpidamente como su santo patrón.
Y van ya 590 años.
Manuel Domínguez Cornejo Antonio Domínguez Pérez de León
Imagen de la foto:
Procesión de San Vicente de principio del siglo XX. (Archivo de Pastor Cornejo)